El Papa a los directores y actores: 'No tengan miedo de enfrentarse a las heridas del mundo'
León XIV recibió a más de 160 profesionales cuando se cumplen 130 años del nacimiento del cine. Lo definió como un "acto de amor" que "no debe eludir el misterio de la fragilidad". Las personas que lo crean, son "peregrinos de la imaginación", capaces de "reconocer la belleza incluso entre los pliegues del dolor". Del director David W. Griffith, tomó la invitación a convertirlo en "un arte del Espíritu".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Papa León XIV se reunió esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano con más de 160 profesionales del Mundo del Cine. El evento se celebró con motivo del 130 aniversario del nacimiento del "séptimo arte" en 1895, con la primera proyección de los hermanos Lumière en París. A ellos —directores, actores y técnicos— Prevost les recordó que a pesar de su antigüedad es "un arte joven, soñador y un poco inquieto". Pero también de "un arte popular en el sentido más noble, que nació para todos y habla a todos", capaz de "poner en movimiento la esperanza".
El Papa había anticipado el encuentro — organizado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación, en colaboración con el Dicasterio para la Comunicación y los Museos Vaticanos — con un videomensaje en el que contó cuáles eran sus cuatro largometrajes preferidos: “¡Qué bello es vivir!” (1946) de Frank Capra, “La novicia rebelde” (1965) de Robert Wise, “Gente Corriente” (1980) de Robert Redford, y “La vida es bella” (1997) de Roberto Benigni. “Cuando la linterna mágica del cine se enciende en la oscuridad, se ilumina al mismo tiempo la mirada del alma”, continuó Prevost, y destacó luego la capacidad del arte cinematográfico de asociar el "entretenimiento" con la "narración de la aventura espiritual del ser humano".
El cine es un “acto de amor”, dijo, porque, como han hecho los grandes directores, “es capaz de dar voz a los sentimientos complejos, contradictorios, a veces oscuros, que habitan el corazón del ser humano”. Y el arte “no debe huir del misterio de la fragilidad: debe escucharlo, debe saber detenerse ante él”.
En esa “oscuridad” iluminada por la “linterna mágica del cine” se detuvo Prevost en su discurso a los presentes, entre los que se encontraban algunos nombres famosos, como el director estadounidense Spike Lee y la actriz italiana Monica Bellucci. Entrar —en la “oscuridad” y el “silencio” de la sala de cine— significa “cruzar un umbral”. “La mirada se hace atenta, el corazón se deja alcanzar, la mente se abre a lo que todavía no había imaginado”, dijo el pontífice. Ante una obra cinematográfica se requiere “concentración”, añadió, sobre todo en un mundo donde “el flujo de información es constante” y las pantallas de los dispositivos están “siempre encendidas”. “El cine es mucho más que una simple pantalla: es una encrucijada de deseos, recuerdos y preguntas”, dijo.
Los lugares donde se realizan las proyecciones, como los cines o los teatros, “son el corazón palpitante de nuestros territorios, porque contribuyen a su humanización”, afirmó León XIV, que atribuyó a los espacios culturales una importante contribución a la vitalidad de las ciudades. “Debemos habitarlos, construir relaciones en ellos, día tras día”, dijo, aunque admitió que las salas de cine están sufriendo una “preocupante erosión”, que refleja la situación de “peligro” en la que se encuentran el arte del cine y la experiencia cinematográfica.
En el año del Jubileo dedicado a la esperanza, continuó el Papa, la presencia y el “trabajo artístico cotidiano” de directores, actores y equipos de cine, son “signos luminosos”. Los profesionales del cine son “peregrinos de la imaginación, buscadores de sentido, narradores de esperanza, mensajeros de humanidad”, y realizan una “peregrinación en el misterio de la experiencia humana”, atravesándolo con “con mirada penetrante, capaz de reconocer la belleza incluso en los pliegues del dolor, la esperanza en las tragedias de la violencia y las guerras”, afirmó.
El Papa León XIV recordó que “recuperar la autenticidad de la imagen para salvaguardar y promover la dignidad humana está en el poder del buen cine y de quienes lo crean y protagonizan”, y alentó: “No tengan miedo de enfrentarse a las heridas del mundo. La violencia, la pobreza, el exilio, la soledad, las adicciones, las guerras olvidadas son heridas que piden ser vistas y contadas. El gran cine no explota el dolor: lo acompaña, lo investiga”.
El Papa Prevost afirmó que "la Iglesia los mira con estima, a ustedes que trabajan con la luz y con el tiempo, con el rostro y con el paisaje, con la palabra y con el silencio”. “El cine es un laboratorio de esperanza, un lugar donde el hombre puede volver a mirarse a sí mismo y a su destino”, añadió. Y recordó las palabras de David W. Griffith (1875-1948), gran productor y director estadounidense: “Lo que le falta al cine moderno es belleza, la belleza del viento moviéndose entre las hojas de los árboles”. Luego, dirigiéndose a los promotores del arte del cine, exhortó: “Queridos maestros antiguos y nuevos, hagan del cine un arte del Espíritu”.
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