29/06/2022, 16.35
VATICANO
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El Papa pidió una Iglesia sin cadenas, acogedora y en salida como Pedro y Pablo

La homilía de la Misa en la basílica vaticana en la solemnidad de los dos apóstoles, estuvo dedicada al camino sinodal. Durante la celebración Francisco bendijo los palios de los 44 arzobispos nombrados en el último año. En el Ángelus, rezó por las víctimas de la guerra en Ucrania que murieron en el centro comercial de Kremenchuck. Se presentó el logo del Jubileo 2025, que tendrá como lema “Peregrinos de la esperanza”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Una Iglesia “sin cadenas ni muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados”. En la celebración eucarística en la basílica vaticana por la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, el Papa bendijo los palios de los 44 arzobispos metropolitanos designados durante el año. Señaló luego la figura de Pedro, que "libre y humilde" se sacude de las cadenas, como una perspectiva del camino sinodal que está haciendo la Iglesia católica en todo el mundo.

En su homilía, Francisco puso el acento en dos momentos de la vida de los apóstoles: Pedro, encarcelado por el rey Herodes, que recibe la exhortación del ángel para que se levante "rápidamente" (Hch 12, 7) y Pablo, que resumiendo toda su vida y apostolado, dice: "He peleado el buen combate" (2 Tm 4,7). Como Iglesia - explicó - "a menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones". Pero de esa manera -advirtió el Papa- "nos deslizamos hacia la mediocridad espiritual," y se termina cayendo "en un cristianismo clerical, un cristianismo formalista, un cristianismo apagado y endurecido".

“El Sínodo que estamos celebrando nos llama a convertirnos en una Iglesia de pie, que no se encierra en sí misma -prosiguió- capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al encuentro del mundo. Una Iglesia en la que se cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu Santo”. Francisco habló de una "Una Iglesia libre y humilde, que “se levanta rápido”, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se queda en los recintos sagrados sino que se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos”. Si a veces la Iglesia ha dejado sus puertas abiertas "para condenar y despedir y no para acoger", éste es, por el contrario, "el tiempo de la acogida".

En cuanto a las palabras de Pablo, cuando dice que peleó el buen combate, el pontífice explicó que el apóstol pide luego a Timoteo y a los hermanos de la comunidad que continúen la obra de anunciar el Evangelio y que cada uno haga su parte. "¿Qué puedo hacer yo por la Iglesia? No quejarnos de la Iglesia, sino comprometernos con la Iglesia. Participar con pasión y humildad”, respondió el Papa. “Iglesia en proceso sinodal significa que todos participan, ninguno en el lugar de otro o por encima de los demás”.

¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto? “Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros círculos eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles, sino ayudarnos unos a otros a ser levadura en la masa del mundo”, respondió Francisco. Superando el "clericalismo, que es una perversión", debemos aspirar a "ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, de la caricia, la compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro 'buen combate', este es nuestro desafío”.

A los 44 arzobispos metropolitanos recientemente nombrados el Papa les dijo que ellos también están llamados a "levantarse rápido" para ser centinelas vigilantes del rebaño y "pelear el buen combate", nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios. El Papa también ha querido ofrecer palabras de agradecimiento por la presencia de una delegación del Patriarcado Ecuménico “enviada por el querido hermano Bartolomé”. “Gracias por caminar juntos -dijo- porque sólo juntos podemos ser semilla del Evangelio y testigos de fraternidad”.

Cuando se asomó luego a la plaza de San Pedro para rezar el Ángelus, no dejó de recordar a todos una vez más los sufrimientos causados ​​por la guerra. “Cada día llevo en mi corazón a la querida y torturada Ucrania, que sigue siendo golpeada por ataques bárbaros, como el que destruyó el centro comercial de Kremenchuck -dijo-. Rezo para que esta guerra insensata llegue pronto a su fin y renuevo la invitación a perseverar, sin cansarse, en la oración por la paz: ¡que el Señor abra esos caminos de diálogo que los hombres no quieren o no logran encontrar! Y no dejemos de acudir en ayuda del pueblo ucraniano, que tanto está sufriendo”.

A los peregrinos que intentaban protegerse con sombrillas y sombreros del sol abrasador y del intenso calor de Roma, Francisco recordó los incendios de los últimos días en Roma y la sequía que está causando graves daños a las actividades productivas y el medio ambiente. La situación de hoy -dijo- debe hacernos reflexionar “sobre la protección de la Creación que es nuestra responsabilidad, de cada uno de nosotros”: “No es una moda: es una responsabilidad. El futuro de la tierra está en nuestras manos”. El pontífice recordó luego el nacimiento de la nueva edición mensual de L'Osservatore Romano, L'Osservatore di strada, cuyo primer número se distribuyó hoy gratuitamente en la plaza y que tendrá como protagonistas a los pobres y marginados de Roma.Por otra parte, ayer se anunció en el Vaticano el lema y el logo del Jubileo 2025. Las palabras "Peregrinos de la Esperanza" van acompañadas por la imagen de cuatro figuras estilizadas que simbolizan la humanidad proveniente de los cuatro rincones de la tierra. Están abrazadas unas a otras, para expresar la solidaridad y fraternidad que debe unir a los pueblos. El primero de la fila está aferrado a la cruz, signo de fe y esperanza, que permite sostenerse con firmeza en el momento de la prueba.

 

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