06/11/2025, 17.35
LINTERNAS ROJAS
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El ascenso (y la fragilidad) de la alternativa china al dólar

de Andrea Ferrario

En los últimos cinco años, los préstamos y depósitos chinos en el extranjero en renminbi se han cuadruplicado, mientras que el CIPS (la alternativa de Beijing al circuito SWIFT) crece en Asia Central, Oriente Medio y otras áreas estratégicas. Pero el proyecto sigue siendo nacional, ya que para poder contar realmente con una moneda global China debería renunciar al control sobre los flujos de capital, una decisión que Xi Jinping considera incompatible con la estabilidad interna.

 

Milano (AsiaNews) - En el contexto de la guerra comercial con Estados Unidos, el presidente chino Xi Jinping está implementando una estrategia a largo plazo que va más allá del conflicto por los aranceles impuesto por Donald Trump y las consiguientes represalias. Mientras la economía china se desacelera bajo el peso del colapso inmobiliario y la deflación, el gobierno ha optado por invertir fuertemente en la creación de una alternativa monetaria al sistema financiero mundial dominado por el dólar. Beijing ha comprendido plenamente que EE. UU. puede usar sus palancas de control sobre el sistema financiero global como arma, sobre todo aplicando sanciones y exclusiones de los circuitos de pago. La respuesta china consiste en construir pacientemente una red paralela que permita realizar transacciones internacionales sin pasar por los canales occidentales. En los últimos cinco años los préstamos y depósitos chinos en moneda nacional en el extranjero se han cuadruplicado. El renminbi —nombre oficial de la moneda china, cuya unidad de cuenta es el yuan— ha duplicado su participación en los pagos internacionales desde 2022 hasta hoy.

El sistema CIPS, creado por China como alternativa a SWIFT, el circuito internacional que gestiona los pagos entre bancos, se ha extendido progresivamente gracias a una densa red de instituciones financieras que conectan Asia Central, Oriente Medio y otras áreas estratégicas. Esta infraestructura permite liquidar pagos en renminbi localmente, sin necesidad de convertir a dólares. Un ejemplo concreto del uso de estos canales alternativos se planteó en agosto de 2025, cuando una empresa de Xinjiang, región sujeta a sanciones occidentales por el uso de trabajo forzado, pagó a sus accionistas extranjeros utilizando mBridge, un sistema de moneda digital desarrollado por China junto con otros bancos centrales.

Otro pilar de esta estrategia es la expansión de las relaciones financieras con otros países. Beijing ha concedido líneas de crédito por más de 600 mil millones de dólares a numerosos bancos centrales, creando una arquitectura de apoyo comparable en magnitud a la del Fondo Monetario Internacional. Estos acuerdos permiten a los países socios acceder al renminbi en tiempos de crisis, alentándolos así a endeudarse y comerciar en la moneda china. Hoy más de la mitad de los pagos transfronterizos de China se realizan en su propia moneda, frente a menos del 1% en 2010.

La deuda como instrumento de influencia

El contexto macroeconómico global ha facilitado esta estrategia. Con las tasas de interés estadounidenses alrededor del 4%, obtener préstamos en dólares se ha vuelto costoso para muchos países en desarrollo. China ofrece préstamos en renminbi a tasas muy inferiores al 2%. Países con un alto nivel de endeudamiento como Kenia, Sri Lanka y Angola han comenzado a convertir las deudas contraídas en dólares en obligaciones denominadas en renminbi. Indonesia y Eslovenia han anunciado la emisión de bonos en moneda china. La transformación más significativa ocurrió tras la imposición de sanciones a Rusia en 2022. Los bancos chinos han convertido casi todos los nuevos préstamos externos del dólar al renminbi, triplicando el monto de deuda denominada en moneda china. Al crear una masa creciente de deudas denominadas en renminbi en todo el mundo, China genera demanda de su propia moneda, ya que los países deudores necesitan comerciar con Beijing para obtener renminbi con el cual reembolsar los préstamos.

Esta estrategia no está exenta de costos para los deudores. Cuando se pide prestado en moneda extranjera, el riesgo derivado de las fluctuaciones del tipo de cambio recae sobre el país que recibe la financiación. Aproximadamente el 80% de los préstamos chinos se destina a países en desarrollo, muchos de los cuales son financieramente frágiles. La decisión de estos gobiernos de endeudarse en renminbi en vez de dólares refleja un cálculo táctico que prioriza la reducción de los costos inmediatos respecto de la gestión de los riesgos a largo plazo.

La expansión del sistema financiero chino en el Sur global también se está verificando a través de la Belt & Road Initiative, lo que se denomina “nueva ruta de la seda”. Las inversiones de las empresas chinas en los países miembros alcanzaron niveles récord en la primera mitad de 2025. La estrategia diplomática de Beijing se centra en el Sudeste Asiático, área clave para fortalecer la integración económica y sortear las barreras comerciales impuestas por Washington.

Ambiciones nacionales, no revolución global

A pesar de la retórica sobre la construcción de un orden multipolar, la estrategia china sigue siendo fundamentalmente nacional. En la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro, en julio de 2025, no se lograron avances concretos hacia la creación de una moneda común o una estrategia coordinada de desdolarización. Beijing está convencida de que el renminbi se encamina a convertirse gradualmente en una moneda internacional y no ve ninguna razón para participar en la creación de una nueva moneda compartida con Rusia, India, Brasil y Sudáfrica.

Esta decisión refleja, entre otras cosas, limitaciones estructurales que Beijing no tiene intención de eliminar. Para que el renminbi se convierta en una moneda verdaderamente global, China tendría que liberalizar los mercados financieros y renunciar al control sobre los flujos de capital, una opción que el régimen considera incompatible con la estabilidad interna. En efecto, estos controles sirven para contener la exportación ilícita de riquezas y disciplinar a los miembros de la clase dirigente que intentan transferir capitales ilegalmente al extranjero. Antes de que se endurecieran las medidas en 2016, las fugas de capital ascendían a cientos de miles de millones de dólares al año, y renunciar a ellos significaría perder una palanca política decisiva.

La paradoja de la estrategia china reside precisamente en esta contradicción. Beijing quiere construir una alternativa creíble al dólar sin adoptar las reformas que históricamente han acompañado el surgimiento de las grandes monedas internacionales. Los números muestran los límites de este enfoque. La moneda china hoy sólo representa el 4% de los pagos internacionales, frente al 50% del dólar. Las reservas de divisas de los bancos centrales mundiales denominadas en renminbi se mantienen en el 2%, mientras que las denominadas en dólares alcanzan el 58%. Incluso considerando que una parte de las transacciones en renminbi se realiza a través de canales no controlados por los sistemas de monitoreo occidentales, la brecha sigue siendo enorme.

En Beijing prevalece la convicción de que el caos político estadounidense y el uso agresivo de sanciones financieras erosionarán gradualmente la confianza en el dólar, lo que le permitirá reducir la dependencia de la moneda estadounidense sin liberalizar completamente sus mercados. Mientras tanto, Xi Jinping acepta el costo económico a corto plazo como el precio para consolidar la fortaleza estratégica del país, al tiempo que la economía china debe hacer frente a múltiples factores de crisis interna que en su conjunto han minado la confianza de los consumidores y han puesto en dificultades a los gobiernos locales.

Esta paciencia estratégica refleja un cálculo a largo plazo. Los líderes de Beijing creen que el sistema chino posee una estabilidad de la que carecen las democracias occidentales, más expuestas a las tensiones internas, y están convencidos de que, con el tiempo, esto terminará favoreciendo a China. Pero en los hechos concretos el ascenso del renminbi ha sido limitado y se traduce sobre todo en su consolidación como moneda de reserva regional en Asia y en el Sur global, contribuyendo a la formación de un espacio económico solo parcialmente autónomo de la arquitectura financiera occidental. En este contexto, la acción de los BRICS resulta más limitada de lo que sugiere la retórica y se concentra sobre todo en la regulación de una parte del comercio en monedas locales, reduciendo los costos pero sin construir una verdadera alternativa al dólar, mientras el orden monetario global tiende lentamente a fragmentarse en distintos bloques.

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