11/05/2024, 14.59
MUNDO RUSO
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El reino eterno del zar victorioso

de Stefano Caprio

Putin había declarado varias veces que no tenía intención de permanecer en el poder de por vida, pero hace tiempo que ese tema quedó superado. Y con motivo de la inauguración de un nuevo mandato presidencial, el patriarca Kirill invocó sobre él "la bendición de Dios hasta el fin de vuestra existencia y hasta el fin de los tiempos, como solemos decir".

 

El patriarca de Moscú Kirill (Gundjaev) dirigió un saludo al presidente Vladimir Putin con motivo de la inauguración-coronación de un nuevo mandato presidencial y el aniversario de la Victoria sobre todos los enemigos, deseándole que permanezca en el poder do skonchanija veka, una expresión tomada de la liturgia, similar a la latina in saecula saeculorum. Quizás el patriarca simplemente pretendía referirse a un "mandato vitalicio" para el zar-presidente, que nunca como este año había exaltado la solemnidad de la autocracia con las alfombras y fanfarrias del Kremlin, pero el exceso de celo fue tan evidente que la sala de prensa del Patriarcado cortó la frase del comunicado que reproducía el texto del patriarca.

La imperecedera bendición resonó la tarde del 7 de mayo en el Kremlin, en la Catedral de la Anunciación, la capilla privada de los zares frente a cuyo altar se encuentra la espléndida serie de imágenes sagradas de los más grandes iconógrafos de la historia rusa, Teófanes el Griego y Andrej Rublev, donde el presidente asistió al Moleben, la letanía augural del patriarca. La oración de Kirill ha invocado a todas las huestes celestiales y "que la bendición de Dios y la protección de la Reina del cielo estén con vos hasta el fin de vuestra existencia y hasta el fin de los tiempos, como solemos decir. Y me atrevo a decir que, si Dios quiere, el fin de los siglos signifique también el fin de vuestra permanencia en el poder, porque vos tenéis todo lo que se requiere para desempeñar con éxito y durante mucho tiempo vuestro servicio a la Patria". En el texto que difundió la sala de prensa la frase fue reducida al "fin de la existencia" del presidente, y la profecía escatológico-presidencial también quedó eliminada del vídeo del Moleben en YouTube.

En cualquier caso, Kirill se dirigió al presidente con el título de vashe prevoskhoditelstvo, "su eminencia", como era habitual con los miembros de la familia real, y añadió que "por la gran misericordia de Dios, nuestro tiempo se ha visto gratificado porque al frente del Estado ruso hay una persona de fe ortodoxa que no se avergüenza de su fe". Según el patriarca, muchos rusos ven en Putin "una persona muy buena, inteligente y de buen corazón", aunque lo exhortó a "no ser sólo bueno, sino también estricto, porque el jefe del Estado a veces tiene que tomar decisiones fatídicas y groznye” - que puede traducirse como “contundentes” o más bien “amenazantes”, reiterando la analogía entre Putin e Ivan Groznyj, el “terrible”, o precisamente el “amenazante”. Añadió luego que "si no se toman estas decisiones dramáticas, las consecuencias podrían ser extremadamente peligrosas para el pueblo y para el Estado, y muchas veces se trata de decisiones que también implican víctimas". Además de la referencia al primer zar del siglo XVI, el discurso patriarcal recordó las hazañas heroicas del príncipe Aleksandr Nevsky, que "no tuvo miedo de sus enemigos y fue glorificado como santo", sin hacer referencias directas a la guerra en Ucrania.

En este momento, según las nuevas normas constitucionales aprobadas de manera decididamente "poco ortodoxa" en 2020, Putin podría dirigir Rusia hasta 2036 - cuando cumplirá 84 años - en caso de una nueva reelección en 2030. La mayoría de los soberanos de la historia rusa, príncipes, zares o secretarios de partido, permanecieron en el poder hasta el final de su existencia, a excepción del último emperador mártir Nicolás II y el secretario Nikita Khrushchev, derrocado por Brezhnev y sus compañeros para restaurar el orden estalinista. Tras la caída de la URSS, siguieron los infelices gobiernos de Mijail Gorbachev (1985-1991) y Boris Yeltsin (1992-1999), por no hablar de la presidencia "de transición" de Dmitrij Medvedev entre 2008 y 2012, donde en realidad gobernó Putin como primer ministro, imitando también en esto al zar Iván el Terrible, que "designaba" a otras figuras cuando se retiraba a sus posesiones en los alrededores de Moscú. En el pasado, Putin había declarado varias veces que no tenía intención de permanecer en el poder de por vida, pero hace tiempo que ese tema quedó superado.

En cambio la asunción a la dimensión eterna ha llevado al presidente ruso a sentirse completamente dueño de la historia, hasta el punto de que el primer ukaz que firmó después de la coronación fue precisamente "Sobre la correcta comprensión y transmisión de la historia", donde se reduce toda expresión de la ciencia histórica a pura propaganda. En todas las escuelas del país, comenzando por las guarderías, o más bien desde los cuentos que leen los padres para dormir a los niños pequeños, se deben inculcar las imágenes de los santos, príncipes y zares ortodoxos, sin descuidar el "heroísmo soviético" tan a menudo denostado por los bárbaros occidentales, que no quieren reconocer a Stalin y al mariscal Zhukov todo el mérito de haber liberado al mundo del nazismo de Hitler. Ésta es, de hecho, la gran motivación del Día de la Victoria del 9 de mayo, que recuerda a los ejércitos que entraron en Berlín al día siguiente de la firma del armisticio entre los alemanes y los aliados sin esperar el triunfo de los rusos; por eso en el resto de Europa se recuerda el 8 de mayo, excepto la "liberación" italiana del 25 de abril.

En el resto de Europa y del mundo ésta no es, sin duda, ocasión para desfiles militares en las calles, sino más bien para encender una vela en memoria de los millones de caídos, como hicieron este año incluso los súbditos "fidelísimos" de Asia central, cuyos presidentes acompañaron a Putin y sus generales en la contemplación de los tanques, mientras en sus capitales se habían cancelado los grotescos desfiles. Muy inquietantes, en el palco que ocultaba el mausoleo de Lenin, junto o detrás de los asiáticos, resultaban los rostros de algunos de los protagonistas más monstruosos de los ataques en Ucrania, como el general Vladislav Volodin, que flanqueaba a Putin junto con el joven presidente-hijo de Turkmenistán, Serdar Berdymukhamedov, “invitado de honor” en su primera visita a la Plaza Roja. Volodin fue el comandante que atacó Mariúpol en marzo de 2022 y conquistó el récord del mayor número de víctimas civiles; y detrás de él se situaba triunfante el comandante checheno Ramil Ibdatullin, que incitaba a sus soldados a celebrar la victoria violando a las mujeres y dio el ejemplo violando personalmente a una joven embarazada, que luego perdió a su hijo.

Al día siguiente del desfile de los horrores, el líder supremo hizo en cambio un gesto que demuestra la "superioridad democrática" de Rusia con respecto al mundo entero: propuso a la Duma la candidatura del primer ministro, que es el mismo Mikhail Mishustin que ya ocupa el cargo desde enero de 2020, el año de la nueva Constitución escatológica que confió a los diputados la aprobación del gobierno. Antes era directamente la presidencia la que tomaba las decisiones, hoy el soberano se dirige a los "representantes del pueblo", porque así es precisamente como funciona la "democracia ortodoxa": todos para uno y uno para todos, en una comunión mística que defiende al pueblo de las desviaciones de las minorías, que arrastrarían a la Santa Rusia a la dependencia de los poderes oscuros, como ocurre en el degradado Occidente.

El nuevo-viejo gobierno tendrá que ocuparse primero de la implementación de los majskye ukazi, los "decretos de mayo" promulgados por el presidente, empezando por la difusión capilar de la versión correcta de la historia. Según la tradición, estas proclamas del día más solemne indican “los objetivos nacionales para el desarrollo de la Federación de Rusia”, en este caso “para el período hasta 2030 y, en una perspectiva más amplia, hasta 2036”. El padrino del Kremlin prometió a los rusos aumentar el salario mínimo, llevándolo de 20.000 rublos a 35.000 (unos 350 euros), asegurando que en 2030 Rusia ascenderá al menos al cuarto puesto mundial en términos de volumen de producto interno bruto. También anunció que los rusos no sólo se harán cada vez más ricos, sino que vivirán más tiempo, elevando la esperanza de vida a 78 años en 2026 y a 81 años en 2036. Por tanto, los jóvenes deberían estar agradecidos por el brillante futuro que les espera y demostrarlo "participando cada vez más activamente en iniciativas sociales y de voluntariado", naturalmente aderezándolo todo con una salsa patriótica cada vez más espesa distribuida en las mil iniciativas de apoyo a la Madre Patria. Al fin y al cabo, todos serán recompensados ​​también con más metros cuadrados de vivienda, 33 por persona en 2030 y 38 metros cuadrados en 2036, una promesa que Putin repite desde 2007 sin que se haya añadido ni un solo centímetro.

La retórica vacía de los majskye ukazi se hace eco de la de los grandilocuentes planes quinquenales de soviética memoria, con 7 objetivos principales y 84 proyectos a realizar, más 6 grandes indicadores confiados al nuevo gobierno, entre ellos la inclusión de Rusia "entre los 25 países más avanzados del mundo en la robotización y en el uso correcto de la inteligencia artificial", elogiando su "liderazgo tecnológico" y la abolición definitiva de la pobreza. En el fondo, ni siquiera hace falta establecer las fechas de realización de estos planes providenciales, ya que ahora han sido confiados al reino de la eternidad.

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