07/05/2022, 11.21
MUNDO RUSO
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El ruscismo, la ideología del tercer milenio

de Stefano Caprio

El ruscismo es el nuevo ideal de conquista del mundo posglobal en el cual, en vez de la homologación de todos los pueblos, cada uno trata de ganar una guerra total. Vuelve a imponer la actualidad de las armas que parecía haber quedado superada hace casi un siglo. Como a fines de la Belle Époque decimonónica, cuando la invención de la iluminación eléctrica, la radio y el automóvil parecían haber sacado definitivamente a la humanidad de las cavernas.

 

Hay muchas maneras de intentar explicar la ideología del 'mundo ruso', el Russkij Mir, que Putin quiere consolidar y para lo cual ha elegido el camino de la guerra contra el mundo entero que declaró con la invasión de Ucrania. Se evoca la misión medieval de la "Tercera Roma", encarnada por el patriarca Kirill que truena desde las iglesias vistiendo el klobuk , la mitra de los jerarcas bizantinos. La figura de Putin se compara con los diversos zares del pasado, desde Iván el Grande "reunificador de las tierras" hasta Nicolás I "gendarme de Europa", quien definía su poder como narodnost, el "popularismo", por oposición al populismo de los revolucionarios. Por supuesto, está la sugerencia estalinista del "comunismo universal en un solo país", la corrección al internacionalismo marxista en clave eslavófila. El filósofo Dugin, uno de los actuales asesores del Kremlin, habla del "eurasismo" como una "cuarta ideología" después del liberalismo, el fascismo y el comunismo, basada en la tradición ortodoxa y autocrática de las sucesivas Rusias del pasado.

Precisamente la tesis de Dugin parece resumir las principales características de esta nueva síntesis, que parte del "fascismo-comunismo" del cual el propio filósofo fue protagonista activo en los años 90, adhiriendo al partido roji-marrón de otro visionario, Eduard Limonov. Esta se basa en la proclamación del "fin del liberalismo" y de la democracia de tipo occidental, que se considera un engaño de los que realmente detentan el poder para embaucar al pueblo, convencido de ser la fuente del poder constituido. Es una visión que recuerda la expresión divertida de Pedro el Grande, quien en 1698 observó como espectador una reunión del primer parlamento de la historia, la Cámara de los Lores de Guillermo III, en Londres: "es gracioso ver al pueblo mostrándole la verdad al soberano”, cuando en realidad la verdad es siempre y sólo la que decide el soberano.

El Mundo Ruso es un mundo autoritario y decisorio, discriminatorio y agresivo: una nueva forma de totalitarismo que entre el "poder del pueblo" y la "dictadura del proletariado" pretende afirmar la "superioridad moral" de una parte sobre la otra, de una nación sobre las demás, de una persona sobre cualquier sistema. Es un nuevo fascismo y racismo al mismo tiempo, no eugenésico, sino “espiritual” y teocrático. Los ucranianos, jugando con los sonidos de las palabras, han acuñado un nuevo término para esta ideología, rašizm, “ruscism”, racismo y fascismo al mismo tiempo, que en italiano es recogido por algunos como “rascismo”, o como “ruscismo ”.

Obviamente, a partir del término fašizm, fascismo en eslavo, los ucranianos juegan con la fonética inglesa, de manera que “Rusia” se pronuncia “Rascia”, de ahí “rascizm”, el nuevo fascismo ruso, similar a "rasizm", racismo. En italiano, la pronunciación inglesa no suena tan semejante, y "ruscismo" traduce mejor la crasis entre rusismo y fascismo, aunque se pierde un poco la connotación 'racista', componente no secundario del "complejo de superioridad" de los rusos putinianos. El ruscismo es el nuevo ideal de conquista del mundo posglobal, en el cual, en vez de la homologación de todos los pueblos, cada uno trata de ganar una guerra total. No solo el soberanismo chauvinista de “los nuestros primero”, sino que hay que defenderse de las “invasiones” (de los inmigrantes, de las pandemias, de la inmoralidad, de Oriente y de Occidente) siendo los primeros en atacar.

En una conferencia de prensa del mes de abril desde una estación de metro de Kiev, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky afirmó que "en los futuros manuales de historia y en las páginas de Wikipedia se hablará de rašizm, comparándolo con el nazismo". Fue la respuesta a la acusación rusa de "nazificación" de Ucrania, entendida como la invasión de los valores e intereses de Occidente en el mundo ruso más que como la definición de un régimen autoritario, lo que en sí mismo sin duda no resulta escandaloso para Moscú. Varios políticos ucranianos han recogido la definición de Zelensky: el ex viceprimer ministro Aleksandr Syč invitó a la comunidad internacional a condenar "la ideología y la práctica del Z-rascismo ruso", mientras que el ex diputado de la Rada Borislav Bereza insiste desde hace tiempo en que debería usarse el término rašizm, incluso antes que lo dijera el presidente, y el 11 de marzo, dos semanas después de que comenzara la invasión, el secretario del Consejo de Seguridad, Alexei Danilov, propuso el término a los periodistas de la prensa internacional, pero hasta ahora no lo han utilizado mucho porque resulta poco comprensible para los no eslavos.

De hecho, muchas páginas de Wikipedia han comenzado a proponerlo en varios idiomas, entre ellos en inglés, español, turco y árabe - no en italiano y, obviamente, tampoco en ruso - reproduciendo el original ucraniano. En realidad ya había aparecido en 2014 después de la anexión de Crimea, pero no se había vuelto a usar hasta la actual "operación militar especial" de Putin. Según algunos, el término había sido acuñado incluso antes, como mínimo en 2008 durante la guerra de Rusia en Georgia por las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, anticipo de la futura guerra en Ucrania. Un periodista ucraniano, Ostap Kryvdyk, reivindica la primogenitura del uso de rašizm en un artículo suyo de 2010, para definir "la ideología y la práctica del régimen vigente en la Federación Rusa", lo que dio origen a la página de Wikipedia, el tribunal universal de las definiciones oficiales en el mundo de hoy..

Yendo aún más atrás, algunos recuerdan el uso de la palabra "rusismo" en 1995 por parte del líder separatista checheno Džokhar Dudaev, quien la definía como una "enfermedad rusa muy grave, crónica y peligrosa". El terrorista checheno Šamil Basaev, que perpetraba atentados por toda Rusia, escribió en 2001 una carta a Putin (quien asumió como presidente en 2000 para "matar a los terroristas") en la que acusaba "a la gran ilusión rusa, que usted sueña mientras está con barro hasta el cuello y nos hundirá a todos en el mismo barro, y esto es el rusismo”. Otro líder checheno, Aslan Maskhadov, afirmaba en 2004 que "el rusismo existe desde hace 200 años, mucho antes que el fascismo ítalo-alemán, pero ahora debe morir, después de haber hecho sufrir tanto a la tierra chechena, y nosotros les haremos bajar la cabeza". En realidad, precisamente a partir de Chechenia Putin construyó su "vertical de poder", sofocando todas las aspiraciones de autonomía local no solo en el Cáucaso sino en toda la Federación, y precisamente el heredero de los líderes chechenos, Ramzan Kadyrov, hoy es uno de los más fanáticos partidarios del ruscismo.

La primera década del tercer milenio se centró precisamente en la lucha contra el terrorismo a nivel internacional, en la que Rusia parecía unida con todo Occidente y hasta con los estadounidenses que querían "exportar la democracia" por todo el mundo, ese plan que hoy se denuncia como "imperialismo estadounidense" al que se opone Putin. A partir de 2010 quedó claro que el verdadero problema no era el terrorismo islámico, una amenaza ciertamente grave pero limitada a grupos de personas que finalmente se logró exterminar. El problema es interno a los propios Estados, democráticos o no, de la comunidad internacional actual: los derechos humanos y las prerrogativas sociales ya no se sostienen, los pueblos se rebelan, las desigualdades y las nuevas formas de comunicación, tan vulnerables e incontrolables, nos colocan frente a un futuro incierto. Como decía Berdjaev, realmente estamos en la nueva Edad Media.

El ruscismo tiene varias características que habrá que tener en cuenta incluso despúes que termine la guerra de Ucrania. La "misión especial civilizadora" de los rusos recuerda también las aspiraciones de otros pueblos y culturas, desde los chinos, los turcos, los indios y los brasileños, hasta los mismos estadounidenses y europeos, para tratar de definir el significado de "pueblos hermanos", asignando los roles de hermanos mayores y menores. La dificultad para integrar elementos de las culturas de otros pueblos, de los inmigrantes y de la vorágine digital, y el uso de la religión y de las doctrinas místicas incluso contra la ciencia y la medicina, como se ha visto durante la pandemia, demuestran la inconsistencia de la “civilización global”. También vuelve a estar de moda la geopolítica, que fue un clásico de la época de Hitler y Mussolini, Stalin y Churchill: las noticias y los programas de entrevistas de todo el mundo ya no pueden prescindir de los mapas geográficos que muestran las zonas ocupadas por Ucrania y todos los estados involucrados y resumen las dimensiones de los imperios de Asia, de Europa y del mundo entero, tal como los globos terráqueos giratorios de los soberanos de las cortes del Renacimiento que soñaban con el descubrimiento de las Indias y la conquista del mundo.

Y, sobre todo, el ruscismo vuelve a imponer la actualidad de las armas, de la guerra y de la violencia, que parecían superadas desde hace casi un siglo. Como al final de la Belle Époque decimonónica, cuando la invención de la iluminación eléctrica, la radio y el automóvil parecían haber sacado definitivamente a la humanidad de las cavernas para vivir en un mundo perfecto y resplandeciente, nos hicimos la ilusión de que la conexión a Internet, las computadoras y el omnipresente teléfono inteligente habían resuelto todos los problemas y misterios de la vida. Después de dos años de Covid y más de dos meses de guerra en Europa, estamos en cambio al borde de una tercera guerra mundial, o mejor dicho, estamos metidos hasta el cuello en la "tercera guerra mundial en pedazos" de la que habla desde hace años el Papa Francisco, el profeta no escuchado de nuestro tiempo.

Todos somos ruscistas, cavernícolas del siglo XXI, y no podemos encontrar la salida, la luz de la fe o la razón. Como ha ocurrido muchas veces en la historia, la ruina de Rusia es una advertencia para toda la humanidad, para no terminar destruyendo también nosotros todo lo que hemos construido. 

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