20/11/2025, 17.19
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Guerras cada vez más letales para los niños: casi 50 mil víctimas en los últimos cinco años

Un nuevo informe de Save the Children muestra que las armas explosivas se han convertido en la principal causa de muerte y mutilación infantil en los conflictos contemporáneos. Las nuevas tecnologías amplifican los riesgos (en vez de ser más precisas), mientras que las minas y los artefactos sin detonar siguen causando estragos sobre todo a Afganistán y Myanmar. La organización considera que es urgente reducir el uso de explosivos en las áreas habitadas y financiar seriamente la limpieza de los territorios y la rehabilitación y protección de los niños.

 

Milán (AsiaNews) - El uso de armas explosivas se ha convertido en una de las principales amenazas para la supervivencia y el futuro de los niños en los países en guerra. Así lo indica un nuevo informe de Save the Children titulado “Children and Blast Injuries: The devastating impact of explosive weapons on children 2020–2025”, que describe un mundo de infancias destruidas a causa de los artefactos explosivos que se emplean en los conflictos contemporáneos.

Según datos recopilados por las Naciones Unidas y analizados en el informe, solo en 2024 casi 12 mil niños murieron o resultaron heridos en guerra, el número más alto jamás registrado. El contexto más letal está vinculado al conflicto en la Franja de Gaza (2.917), seguido por Sudán (1.739), Myanmar (1.261), Ucrania (671) y Siria (670). En Gaza también hay cerca de 21 mil niños con discapacidades permanentes, el número más alto de amputaciones infantiles jamás registrado en un solo conflicto documentado.

Entre 2020 y 2024 las víctimas de guerra menores de edad rozan la cuota de 50 mil, el equivalente a cerca de 200 aviones llenos de niños, explica Save the Children. En más del 60% de los casos la causa de muerte o de amputación son las armas explosivas: bombardeos aéreos, artillería, artefactos improvisados o sin explotar que siguen amenazando la vida de los civiles incluso muchos años después de que han terminado las hostilidades.

Las últimas tecnologías han agravado la situación y han aumentado de modo dramático los riesgos para los niños. Los conflictos contemporáneos, además, se libran cada vez más en áreas urbanas densamente pobladas, con armas diseñadas para tener efectos devastadores a gran escala. Esto ha multiplicado la exposición de los niños y la gravedad de sus lesiones, además de haber normalizado la muerte de civiles.

Estas tecnologías incluyen, por ejemplo, los drones first-person view, pequeñas aeronaves pilotadas a distancia, modificadas para transportar cargas explosivas y guiados con visión en tiempo real; o las loitering munitions, también llamadas “drones suicidas”, que pueden sobrevolar una zona durante mucho tiempo antes de autodetonarse. Se presentan como “armas de precisión”, pero cuando se usan en zonas urbanas resulta prácticamente imposible controlar las explosiones secundarias.

A todo esto se añade la creciente difusión de las cluster munition (en 2024, todas las víctimas registradas de municiones de racimo fueron civiles, y el 42% de las víctimas de los residuos eran niños) y el uso de la inteligencia artificial en los sistemas de armas, lo que permite seleccionar objetivos y tomar decisiones “de vida o de muerte” con una rapidez incompatible con un adecuado control humano.

Todos estos avances, combinados con la creciente tendencia a bombardear áreas densamente pobladas, tienen efectos que el informe califica como “matemáticamente previsibles”: cuando se utilizan armas explosivas en ciudades, el 95% de los afectados son civiles, y en el 97% de esos episodios involucran niños. En otras palabras, la tecnología bélica moderna no ha reducido los daños colaterales, sino que los ha hecho más precisos, más frecuentes y más inevitables.

El informe insiste en un punto: los niños no son adultos en miniatura. Su cuerpo es más pequeño, los huesos están en crecimiento, los órganos son más frágiles. Todo esto los hace más vulnerables a los efectos de la onda de choque y de las esquirlas. Los estudios resumidos por Save the Children y por el Centre for Paediatric Blast Injury Studies muestran que los menores tienen mayores probabilidades de morir por heridas de explosión.

La mayor parte de los niños heridos por explosiones, en cambio, presentan lesiones múltiples que requieren intervenciones complejas y largos procesos de rehabilitación. Como el cuerpo sigue creciendo, las amputaciones y las fracturas mal consolidadas pueden implicar decenas de cirugías a lo largo de la vida, reemplazos frecuentes de prótesis, dolor crónico y aislamiento social. Y las lesiones físicas suelen ir acompañadas de consecuencias psicológicas.

No obstante, las políticas de protección infantil siguen tratando a los niños como “civiles comunes”. En las doctrinas militares casi no se hace referencia a su vulnerabilidad específica y los fondos para la asistencia también son limitados. En 2023 sólo el 6% de la financiación mundial para la acción contra minas y artefactos explosivos sin detonar se destinó a la asistencia a las víctimas, y apenas el 1% a la educación sobre los riesgos.

En los países asiáticos involucrados en conflictos modernos el problema principal es causado por las minas. Desde que comenzó la guerra civil en 2021, muchas regiones de Myanmar se han vuelto prácticamente impracticables para los niños, que representan casi un tercio de todas las víctimas de minas y explosivos sin detonar; muchos de ellos saltan por los aires cuando están yendo a la escuela, ayudando en el campo o jugando en el campo. Los datos UNICEF muestran un crecimiento constante de las víctimas menores de edad: 74 en 2021, 133 en 2022, 226 en 2023, hasta 314 en 2024. En los primeros tres meses de 2025 ya hay 58 nuevos casos, lo que indica que la tendencia no muestra señales de desaceleración. La guerra birmana es cada vez más violenta, en parte debido al aumento de bombardeos: el número de ataques aéreos ha pasado de 640 en todo 2024 a 1.134 en los primeros cinco meses de 2025 solamente.

En Afganistán, a pesar de que la guerra terminó en 2021 cuando los talibanes reconquistaron el país, cada mes mueren o quedan mutiladas más de 50 personas, y la mayoría son menores. Cerca de 6,4 millones de afganos viven rodeados de minas y artefactos sin explotar.

Entre agosto de 2021 y mayo de 2023 la misión ONU en Afganistán (UNAMA) ha documentado 3.774 víctimas civiles. En 2024 los artefactos sin explotar se han convertido en la primera causa de muerte y lesiones entre los niños. La creciente pobreza y la necesidad de que los niños trabajen explican en parte estos datos dramáticos: la mayoría de los niños, en efecto, encuentran artefactos sin explotar cuando pastorean el ganado, trabajan en los campos o recogen chatarra para vender. Ocho de cada diez víctimas son varones, porque están más presentes en los espacios externos que las niñas. Las organizaciones humanitarias estiman que 4,4 millones de personas necesitarán servicios de “mine action” (desminado, educación sobre el riesgo, asistencia a las víctimas), un aumento del 5% respecto al año pasado. Para un niño afgano que ha sobrevivido a una explosión el camino no termina cuando sale del hospital. Comienza una larga travesía en un país donde las calles, los campos y hasta los patios de las escuelas pueden esconder nuevos artefactos explosivos.

Afganistán y Myanmar son dos casos emblemáticos de una crisis más amplia. El informe recuerda que los niños constituyen el 43% de las víctimas de minas y residuos explosivos a nivel global, porque estas armas permanecen activas durante decenios en campos, calles, escuelas y casas.

Save the Children considera que se requieren al menos tres acciones inmediatas para revertir esta tendencia: reducir drásticamente el uso de armas explosivas en las zonas pobladas; financiar de manera sustancial el desminado, la asistencia a las víctimas y el apoyo psicosocial adaptado a los niños; y reconocer, en las decisiones políticas y militares, que los menores no son un “daño colateral inevitable”, sino los que pagan el precio más alto de las guerras de hoy y de mañana.

 

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