Jóvenes misioneros para los jóvenes: desde Penang hacia Seúl
El reciente congreso que celebraron las Iglesias de Asia en Malasia fue también una oportunidad para que muchos jóvenes del continente intercambiaran sus propias experiencias. Algunos han descubierto a Jesús hace poco, otros han crecido en una familia cristiana pero hoy están llamados a dar razón de su fe, y también están los jóvenes migrantes cristianos. Desde Taiwán hasta la India, representantes de la generación que espera la JMJ en Asia para 2027.
Penang (AsiaNews) - Entre los delegados de las Iglesias de toda Asia que del 27 al 30 de noviembre pasado dieron vida en Penang a la “Gran Peregrinación de la Esperanza”, el congreso misionero de las Iglesias de Asia, los laicos eran una clara mayoría. Y también era muy significativa la presencia de los jóvenes. Encontrarse con personas provenientes de contextos muy diferentes fue un anticipo de lo que significará para este continente la JMJ de Seúl, que en 2027 convocará de nuevo en Asia el gran encuentro de los jóvenes católicos de todo el mundo con el Papa, más de treinta años después del único precedente en Manila, en 1995. Esa fue una de las razones por las cuales uno de los momentos más interesantes de la cita de los últimos días en Malasia fue escuchar las historias de estas chicas y muchachos.
Por ejemplo de Malin, una joven camboyana, hoy casada y madre de un niño, que creció en una familia budista. «Estudiaba en un colegio salesiano - cuenta - y allí empecé a conocer a los cristianos. Poco a poco comencé a asistir a las actividades de la iglesia hasta que, al terminar la universidad, decidí que quería recibir el bautismo. Al principio mis padres no querían, me decían: “Somos una familia budista”. Pero cuando les expliqué lo que vivía en la iglesia, lo comprendieron. Y empezaron a decir: “En el fondo, son como nosotros…”».
Jeremiah, en cambio, es de Arunachal Pradesh, un estado del noreste de la India. «Pertenezco a la tribu Mishmi, una de las más radicales en mantener el animismo y rechazar el cristianismo - explica -. Algunos de mis antepasados mataron a dos misioneros en 1850… Estudié en Bangalore y allí empecé a construir mi carrera: ir a la oficina, ganar dinero, pasar tiempo con los amigos, ir de compras, esa era mi vida». Hasta que un sufrimiento físico lo cambió todo. Buscando por todos los medios superar sus dolores punzantes de alguna manera, una amiga la llevó a una casa de retiro en Kerala. «Allí recibí algo mucho más grande que la curación: descubrí a Jesucristo y me sentí liberada al conocer la verdad», recuerda. Jeremiah también pidió entonces recibir el bautismo: ella, que es mujer, eligió llevar el nombre de ese profeta, pensando en su gente. «Respondí al llamado de Dios. Dejé Bangalore y volví a Arunachal Pradesh para cumplir lo que Él quería que hiciera - comenta -. Regresé a la vida rural para dedicarme a un apostolado a tiempo completo, para orar por los sufren como yo y ayudarlos. Jesús le dio un sentido a mi vida».
Chang, en cambio, creció en una familia católica de Taiwán, pero vivió la dificultad de ser cristiano en una sociedad donde muchos ni siquiera saben de qué se trata su religión. «Ya no iba a la iglesia, prefería salir con mis amigos - cuenta -. Fue mi hermana quien me invitó con insistencia a participar con ella en la adoración. Le dije que sí, pensando que iría una sola vez, porque no me interesaba. Pero esa noche, mientras orábamos y cantábamos juntos, sentí que Jesús me estaba llamando. Sentí la necesidad de estar delante de la Eucaristía. Y así fue como volví a participar en el grupo juvenil».
La oración comunitaria ante la Eucaristía también es fundamental en la experiencia de Loc Nguyen, un joven vietnamita. «En mi país, los católicos somos más de 7 millones y la Iglesia tiene una larga historia. Pero también entre nosotros hay muchos jóvenes que miran para otro lado. Dicen que tienen demasiadas cosas que hacer o que no les interesa. Volver a involucrarlos es una responsabilidad que se nos ha confiado. ¿Cómo? En primer lugar, con la alegría, que es el primer regalo que tenemos para ofrecer. Pero también la experiencia del silencio: es allí donde miras de verdad dentro de tu vida y puedes descubrir qué quiere Dios de ti».
Sadhana es filipina, pero desde hace diez años vive en Japón con su familia. En el Congreso de Penang presentó la historia de la fe de los jóvenes migrantes, que son muchos en un continente como Asia. Y muchas veces encuentran en la Iglesia un punto de apoyo para volver a empezar en un contexto nuevo y en muchos aspectos lleno de dificultades. Hoy reflexiona sobre otros jóvenes que encuentra en Japón: «Muchos construyen su identidad sobre la base de lo que es tendencia en las redes sociales y se miran a sí mismos como la única medida del éxito. Pero la Iglesia puede ayudarnos a descubrir que hay algo más profundo». Jóvenes misioneros para los jóvenes, en el Asia de hoy.
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