27/12/2025, 15.14
MUNDO RUSO
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La Iglesia ortodoxa rusa contra Papá Noel

de Stefano Caprio

A pesar de las diferencias en el calendario, que los hace celebrar la Navidad el 7 de enero, desde la época soviética los rusos celebran en Año Nuevo la llegada del Ded Moroz, el “Abuelo Hielo” que baja de las orillas heladas del norte para alegrar con regalos a los niños. Esta narración — de raíces antiguas en la cultura local, pero demasiado similar a la tradición de Occidente — hoy es cada vez más criticada por los predicadores ortodoxos, que advierten que no se debe "confundir" a los pequeños.

 

La Iglesia ortodoxa rusa festeja el Nacimiento de Cristo el 7 de enero, que en el antiguo calendario “juliano” introducido por el emperador Julio César en el 46 A.C., corresponde al 25 de diciembre. Este calendario fue corregido por el Papa Gregorio XIII en 1582, y el rechazo de los rusos a aceptar la reforma está relacionado con la institución del patriarcado de Moscú en 1589, que pretendió demostrar su fidelidad a las tradiciones negando las “innovaciones” de los latinos, y convirtió esa fecha en uno de los elementos más simbólicos de la contraposición entre Oriente y Occidente en las prácticas religiosas. Posteriormente muchas Iglesias ortodoxas aceptaron el calendario “papal”, y desde el año pasado Ucrania también ha proclamado oficialmente la fecha gregoriana para la celebración de la fiesta navideña en todo el país, irritando aún más a los rusos, que denuncian que el odiado enemigo vendido a los occidentales “persigue a sus fieles”.

Una consecuencia de celebrar la Navidad en enero ha sido la exaltación popular en Rusia del Año Nuevo, que se vive con toda la típica euforia de la Navidad occidental, a la que los rusos llaman despectivamente el Krizmas (Christmas), el triunfo del consumismo y de la relajación de las costumbres. Sin embargo, evocando antiguos ritos paganos, el 31 de diciembre también se festeja en Rusia la llegada de Papá Noel, no aquel vestido con un traje rojo brillante que viaja en su  trineo tirado por renos, sino el Ded Moroz, el “Abuelo Hielo”, grato incluso al régimen soviético, que viste ropas viejas de color verde oscuro y baja de las orillas heladas del Ártico junto con Sneguročka (Doncella de la Nieve) para alegrar con regalos a los niños que viven en el vasto territorio euroasiático. A él corresponde también la Baba Yaga, la Befana rusa, que no queda relegada a una fecha específica sino que llega después del día de año nuevo para dar comienzo a los Svjatki, los “días santos”, dos semanas durante las cuales se usan máscaras: el carnaval popular ruso.

En los años noventa, libre de las limitaciones impuestas por el ateísmo de Estado soviético, Rusia redescubrió la religión y las antiguas tradiciones, y al mismo tiempo fue “invadida” por los usos y costumbres occidentales, incluyendo los excesos del Christmas y sus propagandas publicitarias. Con el advenimiento del soberanismo de Putin se comenzó a criticar cada vez más las fiestas navideñas “gregorianas”, y las minorías católicas y protestantes debieron vivir sus celebraciones en días laborables, cuando el presidente, el gobierno y la Iglesia ortodoxa organizan todo tipo de compromisos y eventos que distraigan la atención de lo que ocurre en el resto del mundo. Y aparentemente este año el Ded Moroz ruso también ha provocado reacciones de rechazo, como la condena de la “ola de pasiones de Año Nuevo” que hizo uno de los párrocos más prestigiosos de Moscú, el protoierej Feodor Borodin de la iglesia de los santos Cosme y Damián, una iglesia en el centro de la capital donde hasta hace poco se reunían los fieles más ecuménicos de la ortodoxia rusa, herederos del gran “padre espiritual de la disidencia”, el sacerdote Aleksandr Men, asesinado en 1990 en circunstancias que nunca fueron totalmente esclarecidas.

El padre Feodor definió como “inaceptable para un cristiano” la creencia en la llegada de Papá Noel, que en realidad es “un engaño incompatible con la fe en Jesucristo”. Su intervención recibió el apoyo inmediato de muchos altos representantes del clero patriarcal, como el padre Vjacheslav Klyuev, presidente del Comité panruso de padres ortodoxos, según el cual “hablarles a los hijos de Papá Noel es un pecado grave y un engaño deliberado”, porque de esa manera “el padre crea un mundo imaginario, un mundo de fantasía, que tarde o temprano se desvanecerá”. La historia de Ded Moroz es una “cuasi-religión” que el sistema ateo alimentaba deliberadamente en los tiempos soviéticos para borrar cualquier rastro del cristianismo e inculcar “la fe en la inexistencia de Dios”. Otro sacerdote de la eparquía de Ivanovo, en Rusia central, el hieromonje Makarij (Markish), invitó a “distinguir claramente en la mente de los niños a este abuelo con barba de san Nicolás el Taumaturgo”, el amado patrono de Rusia que dio origen a las leyendas navideñas.

Estas declaraciones fueron luego confirmadas por un representante oficial de las estructuras patriarcales, el vicepresidente del departamento para las relaciones entre la Iglesia y la sociedad Vakhtang Kipshidze, quien propuso “internar en un manicomio a los que hablan con Papá Noel”, comprometiéndose a “desmitificar” el relato del año nuevo, eliminando todas las “metáforas, las falsas imágenes y los símbolos inapropiados”. De esta manera se ha impuesto una racionalización de la fe, para “no regresar a la situación del hombre primitivo”. Hace tiempo, el entonces vice patriarca y metropolita Ilarion (Alfeev), ahora exiliado en las termas de la República Checa, había propuesto encontrar formas de compensación para hacer “aceptable a nivel eclesial” la figura de Papá Noel, afirmando que era “una figura celebrada en la época soviética como Ded Moroz, pero que tiene su origen en la historia de san Nicolás de Myra”. A principios de la década del 2000, el poderoso alcalde de Moscú Jurij Luzhkov había identificado la pequeña ciudad de Velikij Ustjug, ubicada en el extremo norte del país, como lugar de residencia del Papá Noel ruso, y el arzobispo ortodoxo de Vologda, Maksimilian (Lazarenko), incluso había propuesto bautizar simbólicamente al héroe de las cuentos populares invernales, lo que resultó imposible llevar a cabo debido a que fue rápidamente removido de la cátedra episcopal después de sus declaraciones.

El odio ortodoxo a Papá Noel está provocando reacciones bastante confusas en el público de Rusia, donde se insiste obsesivamente en la importancia de los “valores tradicionales”, excluyendo de ellos a una figura tan querida como el Ded Moroz y toda la mitología asociada con él, aunque en Rusia también desciende de narraciones muy antiguas. Aleksandr Soldatov, corresponsal de Novaja Gazeta, se plantea incluso que esto podría llevar a catalogar a los “creyentes en Papá Noel” como miembros de una “organización terrorista”, como ya ocurrió con la secta satanista.

En las crónicas y el folclore ruso no hay ningún indicio claro de que exista una conexión entre el ciclo de festividades en torno al solsticio de invierno y el Abuelo Hielo o Snegurochka. Ritos de Año Nuevo similares a los actuales recién comenzaron a afirmarse con Pedro el Grande, cuando se trasladó el Año Nuevo al 1 de enero de 1699, "siguiendo el ejemplo de las naciones cristianas". Un decreto real prescribía también decorar las casas con ramas de pino para Navidad, pero esta costumbre tardó en afirmarse a gran escala. Recién a mediados del siglo XIX cobraron forma los símbolos del Año Nuevo ruso. Gracias a los esfuerzos del recopilador de cuentos populares ruso Aleksandr Afanasev y del poeta Nikolaj Nekrasov, el espíritu maligno Morozko fue transformado en el buen Moroz. Los estudiosos del folclore moderno identifican paralelismos entre el Morozko eslavo oriental (también conocido como Morok, Studenets o Zyuzya) y la divinidad de los hunos Yerlu, que bajaba a la tierra la noche de Año Nuevo. Morozko-Morok traía fuertes heladas que destruían las cosechas invernales, y por eso tenía que ser aplacado con dulces y tortas.

Otro prototipo folclórico del Ded Moroz es un personaje bastante siniestro: el Ded es un antepasado que vuelve a casa en forma de espíritu o fantasma durante los Svjatki. Este Abuelo necesitaba comida ritual y, si le gustaba, protegía la casa; de lo contrario, enviaba desastres. Probablemente la primera interpretación positiva de esta imagen la ofreció en los años cuarenta del siglo XIX el escritor Vladimir Odoevskij, en su cuento para niños "Abuelo Hielo". Los niños acudían a su cabaña en el bosque para pedir la llegada de la primavera. En la época soviética, durante los años estalinistas, hubo un intento de apropiación de estas fábulas como resultado de un artículo de 1935 de Pavel Postyshev, entonces vicesecretario del Comité Central del PCUS, en el que se invitaba a “organizar para el año nuevo una hermosa fiesta para nuestros niños”. En los árboles de Navidad comenzó a aparecer entonces la imagen del “Abuelo Lenin”, y el culto a la personalidad de Stalin también se relacionó con el buen Ded que trae regalos, en un ritual soviético que se celebraba incluso en la Casa de los Soviets, en el Kremlin, poniendo en el centro una solemne figura de Papá Noel muy similar al dictador georgiano.

Ahora el Ded Moroz tan denostado por los ortodoxos ya no tiene nada que ver con las celebraciones presidenciales de Putin, que se negó a adoptar las simbologías folclóricas para evitar excesivas confusiones. El Abuelo ha regresado a las tierras del gran norte, asumiendo dimensiones trascendentales que ponen furioso al patriarca Kirill y a sus colaboradores, quienes, cuando llega la verdadera Navidad ortodoxa, se sienten cada vez más eclipsados por culpa del maldito calendario del emperador romano.

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