09/05/2024, 20.26
VATICANO
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La Puerta Santa en la cárcel y las cunas vacías: los desafíos del Jubileo de la esperanza

En la solemnidad de la Ascensión, el Papa Francisco ha publicado esta tarde la bula "Spes non confundit" que anuncia el Año Santo 2025, y la ha entregado a las Iglesias de todo el mundo. El pontífice relanza el compromiso de silenciar las armas y perdonar la deuda de los países pobres: "Es una cuestión de justicia". Expresa la esperanza de que la coincidencia con el 1700° aniversario del Concilio de Nicea sea una invitación a dar pasos visibles en el camino ecuménico, comenzando por la fecha de la Pascua.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza". Esta es la característica fundamental que el Papa Francisco propone para el Jubileo del año 2025 en su Bula de Convocación Spes non confundit (“La esperanza no defrauda” Rm 5,5), que se dio a conocer esta tarde en Roma durante las segundas vísperas de la solemnidad de la Ascensión. En una celebración presidida en el atrio de la Basílica de San Pedro, Francisco - frente a la Puerta Santa aún cerrada - proclamó oficialmente el Jubileo ordinario que la Iglesia celebra cada 25 años y que comenzará precisamente con la apertura de esa puerta la noche de Navidad de 2024. Y lo hizo entregando simbólicamente el documento que contiene todo lo que la Iglesia quiere poner en el centro de este evento a algunos prelados y cardenales representantes de las Iglesias en todo el mundo: por los obispos de Asia lo recibió el Card. Luis Antonio Tagle, filipino, pro-prefecto del dicasterio para la Evangelización.

La bula fija las fechas fundamentales de la celebración del Jubileo, que - como ya se ha hecho en los últimos Años Santos de la Iglesia Católica - también puede ser celebrado en cada diócesis por los peregrinos que no pueden viajar a Roma. En las catedrales de todo el mundo comenzará el domingo 29 de diciembre de 2024 y finalizará el domingo 28 de diciembre de 2025, unos días antes de la conclusión solemne en Roma, que tendrá lugar el 6 de enero de 2026, en la solemnidad de la Epifanía. Pero el documento explica sobre todo que en este Jubileo el tema de la esperanza que ha elegido Francisco como guía no debe ser una inspiración etérea, sino que debe plasmarse en signos concretos.

El Papa Francisco ya anuncia uno en particular en las páginas de Spes non confundit: este Año Santo también habrá una Puerta Santa en una cárcel y el propio pontífice la abrirá solemnemente, a fin de que también para los presos sea "un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y un renovado compromiso con la vida". Pero ese signo también debe asociarse a "iniciativas que devuelven la esperanza" a los que están en prisión. Como ya había hecho Juan Pablo II en 2000, el Papa Francisco vuelve a pedir "actos de clemencia" en forma de "amnistía o remisión de la pena", pero también un fuerte compromiso de los creyentes para pedir "con una sola voz" y "con valentía condiciones dignas para los reclusos, respeto de los derechos humanos y sobre todo la abolición de la pena de muerte, recurso que para la fe cristiana es inadmisible y aniquila toda esperanza de perdón y de renovación".

Junto con la cárcel hay por supuesto muchos otros "signos de los tiempos" que en la bula Spes non confundit el Papa Francisco invita a asumir como ámbitos concretos con los cuales confrontarnos para ayudar al mundo a "no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia". El primero sólo puede ser la paz en un mundo tan inmerso en la tragedia de la guerra. El Pontífice recuerda con dolor "los numerosos pueblos oprimidos por la brutalidad de la violencia" y pregunta con amargura: "¿Qué más les queda a estos pueblos que no hayan sufrido ya?". Por eso el Jubileo de la esperanza debe ser una oportunidad para recordar a todos que "los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios".

Pero el Papa Francisco considera que hay otro ámbito en el mundo de hoy que está marcado muy fuertemente por la falta de esperanza y es esa "pérdida del deseo de transmitir la vida" que asume el rostro del invierno demográfico causado por el descenso de la natalidad. El pontífice recuerda la urgencia del compromiso legislativo de los Estados para promover modelos sociales abiertos a la generatividad. Pero es también tarea de la comunidad de creyentes testimoniar que "el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda la sociedad y es un motivo de esperanza". En este sentido, pide "una alianza social para la esperanza", frente a la tentación de "sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales".

Pide también signos de esperanza para los enfermos, para los jóvenes, para los ancianos solos, en la acogida a los inmigrantes, en escuchar el grito de los pobres que "escandalosamente son la mayoría, miles de millones de personas". Para ellos reclama que en el Año Jubilar las naciones más ricas tengan el coraje de “condonar las deudas de los países que nunca podrían pagarlas”. “Antes que tratarse de magnanimidad – afirma Francisco – es una cuestión de justicia”.

En la Bula de convocatoria el pontífice recuerda asimismo que la fecha del próximo Jubileo coincide con los 1.700 años de la celebración del primer gran Concilio ecuménico en Nicea, el que definió el "Credo" que todavía profesamos. Este "hito en la historia de la Iglesia" - espera el Pontífice - se convertirá en "una invitación a todas las Iglesias y comunidades eclesiales a proseguir el camino hacia la unidad visible", comenzando por establecer una fecha común para la celebración de la Pascua, que providencialmente en 2025 coincide en los calendarios gregoriano y juliano.

En todo esto - escribe Francisco - que el Año Santo sea un tiempo para "anclarse" en la razón de nuestra esperanza: "la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no corre hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que están orientadas hacia el encuentro con el Señor”. El Jubileo - explica el Papa - es un tiempo para volver a plantearnos también la pregunta sobre la muerte, ante la cual "no es aceptable ninguna retórica", sino sólo el redescubrimiento de "el don de esa vida nueva recibida en el Bautismo, capaz de transfigurar su dramaticidad". Y a este respecto el pontífice cita el testimonio de los mártires - "presentes en todas las épocas y que son numerosos, quizás más que nunca en nuestros días" - como "confesores de la vida que no tiene fin".

Porque el fin último de la vida es "una felicidad que se realice definitivamente en aquello que nos plenifica, es decir, en el amor". Y este es también el significado más profundo de la indulgencia jubilar: “Perdonar – explica el Papa Francisco – no cambia el pasado, no puede modificar lo que ya sucedió; y, sin embargo, el perdón puede permitir que cambie el futuro y se viva de una manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza”.

Será “un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios - concluye el pontífice -. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación". Para que "el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2 P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor".

 

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