La 'libertad de conciencia' según los ortodoxos rusos
En el Comité de Expertos de la Duma para las asociaciones religiosas y sociales, la hegúmena Ksenia – principal jurista del patriarcado de Moscú – pidió que se ascienda a puestos de mando en el Ejército a los oficiales superiores y generales más fervientes en la adhesión a las religiones tradicionales. También pidió que se prohíba explícitamente el "ateísmo", al que considera "indigno e inmoral", invirtiendo diametralmente los principios de la censura soviética contra la religión.
Moscú (AsiaNews) - Hace unos días se reunió en Moscú el Comité de Expertos de la Duma Estatal para el desarrollo de la sociedad civil y los asuntos de las asociaciones religiosas y sociales, para tratar el tema del “Desarrollo de la sociedad civil para 2026-2030: desafíos, recursos y oportunidades”, bajo la presidencia de la diputada Jana Lantratova. La orientación de la discusión provocó perplejidad en algunos de los presentes, que tuvieron la impresión de que se está verificando una "censura clerical" cada vez más fuerte por parte de los miembros del Patriarcado de Moscú contra las diversas expresiones de la sociedad rusa.
Al encuentro asistieron varios diputados de la Duma, representantes de asociaciones religiosas, académicos, psicólogos, miembros de movimientos extraparlamentarios, defensores regionales de derechos humanos, miembros de la Cámara Social y más de 70 diputados de las regiones federales. Entre los temas tratados los más importantes estuvieron referidos a la libertad de conciencia y las asociaciones religiosas, la lucha contra las ideologías destructivas en los jóvenes y el fortalecimiento de los valores morales y espirituales tradicionales.
La delegación ortodoxa estaba encabezada por la hegúmena Ksenia (Chernega), directora de la administración jurídica del patriarcado de Moscú, que ocupó el asiento central de la primera fila - como en los tiempos del Politburó soviético - para poner en evidencia la superioridad de la "religión tradicional" por excelencia de Rusia. Sus preocupaciones se centraron principalmente en el desarrollo religioso de las Fuerzas Armadas, y en particular en la necesidad de ascender a los puestos de mando a los oficiales superiores y generales más fervientes en la adhesión a las religiones tradicionales, capaces de apoyar los intereses eclesiásticos dentro del Ejército.
En la discusión se hizo evidente que la "libertad de conciencia" no se interpreta como libertad de pensamiento en todos los niveles, sino como libertad de confesión religiosa en sentido estricto, confiando su cuidado a las asociaciones religiosas y sobre todo al patriarcado de Moscú, con el que la cúpula militar debe mantener una relación cada vez más fuerte. La relación entre la Iglesia y el Ejército, por otra parte, es uno de los temas más sensibles para los ortodoxos, y la libertad religiosa en este campo "no se entiende como la satisfacción de las necesidades religiosas de los soldados, sino ante todo como el compromiso de proporcionarles una formación moral, espiritual y patriótica específica", como observó uno de los presentes, Serguei Ivaneev, presidente de la asociación "Ciudadanos del siglo XXI por el secularismo y el humanismo".
Chernega decidió entonces intervenir para ilustrar su idea de "perfeccionamiento de la legislación sobre la libertad de conciencia", que supone aumentar la representación de los miembros de las principales instituciones religiosas en los órganos competentes para "mejorar las propuestas legislativas", lo que según Ivaneev no es otra cosa que "una expresión de la censura eclesiástica". La hegúmena y principal jurista del Patriarcado también insistió en la urgencia de definir el estatus de los capellanes, que deben estar incluidos en todos los niveles de las estructuras del Estado, no solo en el Ejército.
Otros representantes de la Iglesia ortodoxa reiteraron las críticas a la "secularización de la sociedad rusa" y pidieron que se elimine la prohibición impuesta por la Corte Suprema de usar vestimenta religiosa explícita en las escuelas nacionales y municipales y en otros contextos públicos. De la "libertad de conciencia" también se pretende excluir explícitamente el "ateísmo", calificado como "indigno e inmoral", ya que la escasa observancia de los principios morales sólo sería una "consecuencia de la falta de fe en Dios", invirtiendo diametralmente los principios de la censura atea soviética contra la religión, que se consideraba un freno para el desarrollo de la sociedad y el progreso civil. La literatura atea está prohibida para la venta al público, y en general las editoriales y librerías "ejercen la autocensura por temor a las consecuencias", explica el humanista Ivaneev, según el cual "hoy para la gente común es cada vez más difícil conocer no solo la cultura atea, sino incluso qué es el racionalismo, la visión científica del mundo, el pensamiento crítico y la libertad de expresión".
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