04/10/2025, 15.12
MUNDO RUSO
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La llamada universal de Rusia a las armas

de Stefano Caprio

Para el 31 de diciembre, otros 135 mil jóvenes rusos serán llamados al servicio militar obligatorio con métodos cada vez más estrictos para evitar excepciones. El primer objetivo no es aumentar las unidades del ejército, sino redefinir la vida misma de la sociedad, para que toda la población sienta que está en el frente, aunque después se envíe principalmente a los caucásicos y asiáticos a ser masacrados.

 

El 1 de octubre ha comenzado en Rusia la nueva convocatoria para el servicio militar, que según los cánones habituales se extiende hasta el 31 de diciembre para reunir a los jóvenes conscriptos, pero este año la citación ha asumido tonos y modalidades especialmente intensos y universales. Comenzando por Moscú y sucesivamente en las demás regiones, solo se enviarán avisos electrónicos, en reemplazo de la clásica tarjeta postal que muchos intentaban evitar ocultándose en otra parte, incluso en los bosques de los Urales o en la taiga siberiana. Pero ahora ya no habrá escapatoria. Se llamará a filas a 135 mil personas de entre 18 y 30 años, más que las 132 mil del año pasado, cuando muchos consiguieron que les perdieran el rastro.

Independientemente de la conscripción obligatoria, muchos jóvenes han sido enviados directamente al frente en Ucrania. Estos provienen del movimiento Junarmiya, el ejército juvenil que muchos llaman Putinjugend, en el cual seleccionaron 11 mil muchachos para enviar a la guerra. Por su parte la Duma ha aprobado una ley que elimina las limitaciones estacionales del alistamiento a partir del año que viene e introduce el "llamado a filas permanente" cualquier día del año, ampliando el control electrónico en función de las necesidades del ejército. Las normas son cada vez más estrictas, y hay muy pocas excepciones que permitan a los jóvenes evitar el servicio militar. Como afirma Sergej Krivenko, director del proyecto "Ciudadano y ejército", "los colaboradores de la policía deberán intensificar la búsqueda de los que han sido reclutados utilizando todos los instrumentos operativos a su disposición".

Formalmente todavía siguen vigentes las posibilidades de exención del servicio por motivos de salud debido a enfermedades de "categoría B", a las que apela cerca de un tercio de los potenciales conscriptos. De todos modos, muchos tratan de evitar que los encuentren, cambian su lugar de residencia y no se presentan en los cuarteles, pero ahora este intento de desaparecer resulta cada vez más difícil, dado que los distritos militares reciben la información directamente de los archivos informáticos y la policía local controla constantemente la residencia de los ciudadanos. La búsqueda de los fugitivos del servicio se equipara a la de los delincuentes de todo tipo, recurriendo al control de los teléfonos y las videocámaras colocadas en el metro y en las calles, con el resultado de que en las ciudades es casi imposible evitar ser detectado. Los controles electrónicos también impiden las fugas al extranjero, y el acceso al servicio civil alternativo, que la ley todavía permite, resulta cada vez más difícil debido a una serie de condiciones cada vez más restrictivas.

Una opción para evitar el servicio militar en los cuarteles es precisamente firmar un contrato para ir directamente al frente en Ucrania, dado que los nuevos reclutas deberían ser preservados de los combates, a menos que se creen situaciones como la invasión ucraniana en Kursk, que obligó a los jóvenes a acudir masivamente a la región en disputa. En la guerra pueden obtener mayor libertad después de cierto tiempo, en el caso de que vuelvan a casa sanos y salvos. A los que se presentan en el distrito se les propone inmediatamente firmar el acuerdo para ir al frente, prometiéndoles dinero e impunidad para el resto de la vida, y muchos aceptan por desesperación o dejándose atraer por ilusiones; los datos de los que firman el contrato son reservados, pero de todos modos se sabe que no son pocos. También hay casos que escapan al secreto militar, como en la ciudad de Chebarkul, en los Urales, donde el comandante de la división falseó los contratos de todos los reclutas, como confirmó después la fiscalía, aunque de todos modos los muchachos permanecieron en el frente.

La Junarmiya recibe cada vez más elogios en la propaganda por su contribución a la guerra, como confirma el comandante en jefe de la organización militar juvenil Vladislav Golovin, quien informó que ya hay 5 jóvenes miembros del movimiento que han obtenido el título de Héroes de Rusia, y más de 700 han sido condecorados con la medalla al valor por el coraje demostrado. Desde su fundación, nueve años atrás, se han inscripto en la Junarmiya casi dos millones de muchachos. Como explica el politólogo Boris Pastukhov, una asociación como la de los "jóvenes soldados" es particularmente importante en el clima de "llamada universal a las armas", a fin de imponer en toda la sociedad "estructuras que puedan controlar la conciencia de las personas".

El verdadero objetivo de esta convocatoria masiva, en efecto, no es prioritariamente completar o ampliar las unidades del ejército, sino redefinir la vida normal de la sociedad e imponer categorías que crean una sensación de guerra a todos los niveles para que toda la población sienta que está en el frente, aunque después se envíe principalmente a los caucásicos y asiáticos a ser masacrados. Siempre debe haber "alguien que te controla, una corporación a la que debes responder y someterte, a la que debes pertenecer", afirma Pastukhov, recuperando esa sensación de "participación total" que había en los tiempos de la URSS. Convertirse en miembro del partido era "una preparación de los cuadros sociales para entrar en el luminoso futuro", lo que permitía ejercer presión sobre todos aquellos que no corresponden a las directivas, y la convocatoria a las armas de hoy tiene la función de proyectar a la sociedad rusa hacia la dimensión de un futuro "multipolar y de defensa de las tradiciones", más que a la conquista de nuevas ciudades de Ucrania, un resultado bastante decepcionante en el último mes, a pesar de los continuos bombardeos.

El "servicio militar" es la verdadera identidad de la ciudadanía en la Rusia putiniana, que se debe inculcar, sobre todo en las generaciones más jóvenes, reviviendo las tradiciones de los pioneros y del Komsomol de los buenos tiempos soviéticos, y viviendo la guerra como el contenido principal de la propia identidad personal, social y religiosa. Que esto luego se traduzca nuevamente en tragedia, invasión y destrucción como en Ucrania, en última instancia es secundario, aunque no faltan planes de reunificación para muchos otros ex países soviéticos en Europa, en el Cáucaso y en Asia Central. Es un tipo de educación y formación interior, el homo putinianus, como una nueva variante del homo sovieticus, una ideología y una visión del mundo universal y apocalíptica, dado que la felicidad futura no tiene connotaciones reales, ni las del socialismo revolucionario, ni las del consumismo degradante de los "nuevos rusos" que en los años noventa gastaban todo el dinero que habían ahorrado en los lugares divertidos de Europa o Estados Unidos.

El discurso de Putin del 2 de octubre en el Club Valdái, en el que también asoció idealmente a Suecia y Finlandia con Rusia, ha confirmado la nueva revelación de la visión del mundo basada en la guerra permanente e interior, la única respuesta de Rusia a todas las posibles negociaciones de paz y de acuerdos internacionales. Esto hace que la figura del presidente sea cada vez más sagrada y superior a todas las perspectivas políticas, económicas y militares. A Putin no le hace falta ganar las batallas sobre el terreno, sino solo la gran batalla del espíritu, imponiendo a los súbditos, y por extensión al mundo entero, un sentido de sacrificio total y de disponibilidad a renunciar a sí mismos para fundar un mundo nuevo. Esta es la vía para la definitiva afirmación del culto a la personalidad del nuevo zar, que no se basa en la hipnosis de la retórica, como hacían Mussolini y Hitler, sino en el anonimato de la identificación que se comparte con las masas de los que están dispuestos a morir por la patria, como el ejemplo de Stalin, que ganó la guerra mundial encerrado en su búnker moscovita.

La convocatoria de Putin a la guerra recuerda el trágico ejemplo del último zar de la dinastía de los Romanov, Nicolás II, que se mostraba cerca del frente sin percatarse de la revolución que se estaba produciendo en su país, y después sacrificó su propia vida junto con la de toda su familia y sus sirvientes, y quedó como el símbolo de una fe ciega en la redención del pueblo contra todas las tragedias del mundo. Sus restos nunca han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia ortodoxa, a pesar de que los huesos que fueron recuperados se encuentran en la capilla imperial de la catedral de los Santos Pedro y Pablo en San Petersburgo, para contrariedad de los devotos tsarebozhniki, los "divinizadores del zar", que desde los tiempos de la emigración de los pro-zaristas en el período soviético estaban convencidos de que el cuerpo del zar había sido elevado al cielo, y los restos que encontraron los soviéticos en los años setenta eran un engaño de los que querían apoderarse de ellos para su propio beneficio.

Los tsarebozhniki expresaban una rebelión contra el poder establecido, primero de los soviéticos y luego de los liberales de Yeltsin, e incluso contra la "democracia iliberal" de Putin. Durante la pandemia de Covid se produjo la clamorosa protesta del igumen Sergei Romanov, quien desde su monasterio en los Urales rechazó las vacunas y cualquier otra imposición estatal en nombre de la memoria del santo zar, y ahora está encerrado en un campo de prisioneros junto con muchos de sus seguidores. La guerra en Ucrania le permite a Putin usar en su favor esta devoción al ideal del "zar redentor", que se sacrifica a sí mismo y a todo el País por una causa superior, llamando a todo el pueblo a la vocación de la guerra contra los enemigos de todos los rincones del mundo, y especialmente contra aquellos que surgen dentro del propio corazón.

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