05/07/2016, 14.40
BANGLADESH - ISLAM
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La masacre de Dacca y la lección de Ratisbona entendida a medias

de Bernardo Cervellera

Los autores de la masacre eran “jóvenes fuera de sí” que después de vivir durante años en un confort y un bienestar, se convirtieron al islam radical. El islam moderado debe condenar al islam fundamentalista. Los musulmanes acusan a los imanes sin cultura que siembran el odio y el deprecio. Volver a comprender el discurso de Benedicto XVI para llevar a cabo un examen de conciencia de Occidente, que ha marginado a la religión por considerarla “irracional”. El Islam fundamentalista y un Occidente sin Dios se reclaman recíprocamente. 

Roma (AsiaNews)- En Bangladesh y en Italia todavía hay consternación e incredulidad por la masacre llevada a cabo en Dacca el 1ero de julio pasado en el Holey Artisan café, situado en el barrio exclusivo de Gulshan, donde fueron asesinados (y antes, también torturados) nueve italianos (10, si se piensa que la señora Simona Monti estaba embarazada), siete japoneses, una estadounidense, una india y cuatro bangladesíes.

La consternación viene del hecho de que de repente el islam bengalí, tan amistoso y dialógico, como siempre lo hemos conocido, mostró un rostro cruel, cínico y fundamentalista.

La incredulidad surge del descubrimiento de que al menos tres de los asaltantes eran jóvenes de unos veintidós años, provenientes de buenas familias, educados en colegios internacionales, que salen del cuadro normal del musulmán oprimido por la miseria y la pobreza, adoctrinados en las madrasas integristas. Al parecer, -según las sobrias indicaciones de la policía de Dacca- sólo uno de los asaltantes, Khairul Islam, responde a este identikit. Los otros - Rohan Imtiaz, hijo de un político de la Awami League, el partido (laico) en el poder; Nibras Islam y Andaleeb, con estudios en una universidad australiana en Kuala Lumpur; Meer Saameh Mubassheer y Rayian Minhaj, estudiantes en las mejores escuelas de la capital-  forman parte del grupo de los “jóvenes fuera de control”, como fueron definidos por los policías antes del operativo. Varios de ellos, después de años de facilidades, diversiones, selfies, amores -como lo demuestran sus perfiles en Facebook y Twitter- escaparon de sus familias y desaparecieron.

Según un general responsable de la seguridad que se encuentra retirado, Sakhawat Hossain, son al menos ciento cincuenta (quizás doscientos) los jóvenes bangladesíes desaparecidos y se piensa que pueden haber ido a Siria o Irak para combatir junto a Daesh.

Si de la consternación y de la incredulidad se pasa a la acción, la primera cuestión que ha de ser afrontada es el vínculo entre el islam moderado y el islam fundamentalista. La Premier de Banglesdesh, Sheikh Hasina, denunciando la masacre -realizada en uno de los mayores días de fiesta del Ramadán, el último viernes del mes del ayuno- dijo inmediatamente: “Esto no es el islam”. Y lo hizo porque en la oposición tiene un partido que se inspira justamente en el islam integrista: criticar ese tipo de islam implica el riesgo de producir más adhesiones a sus enemigos políticos.

Lo mismo sucede entre nosotros en Italia y en Europa, donde hay un silencio de la parte musulmana ante esta masacre y donde- por otras masacres- las asociaciones musulmanas se lavan las manos mientras ellos también dicen: “Esto no es el islam”. Sin embargo estos jóvenes “fuera de control”, antes de matar, pidieron que sean recitados algunos versículos del Corán, al estilo de Daesh (el Estado islámico). Hay una interpretación del islam que lleva a la violencia y los jóvenes, deseosos de soluciones sumarias e impacientes, fueron fascinados y embrujados; hay imanes y predicadores que instilan deprecio hacia las otras religiones, hacia Occidente, hacia los heréticos (chiíes o ahmadi) y que para purificar la tierra del islam están dispuestos a destruir a todos, incluso a ellos mismos. ¿No es ya tiempo de que en el mundo islámico se denuncie esta interpretación violenta del Corán? ¿De qué se condene y denuncie a aquellos imanes que alientan a tener desprecio y odio por las otras religiones? ¿Qué se inicie o se retome un relectura de la fe musulmana que sea equiparable a la modernidad, a los derechos del hombre, de la mujer?

Entre mis amigos de Facebook he encontrado un “examen de conciencia” de un musulmán que acusa de “hipocresía” la posición de tantos correligionarios que apoyan la sharía, y al mismo tiempo, dicen que “Daesh no nos representa”. “O nos reunimos y nos aliamos a Daesh, y así cesamos en la comedia, o bien reformamos nuestra visión del islam y la desempolvemos de toda vejez, o sea de la sharía, y de la jurisprudencia inventada por los ulemas (los doctores coránicos)”. Y otro comentario afirma: “Los imanes, gran parte de los cuales no tiene ninguna cultura general, jamás se ocuparon de enseñar la tolerancia a los fieles” Y citando luego “a los teóricos del islamismo”, que usan libros y canales televisivos, los acusa de “enseñar el odio, el desprecio y el rechazo del otro”. Esperemos realmente que esta lucidez se difunda entre nuestros amigos musulmanes y que también nuestros gobiernos sean cautelosos en su liberalismo, que deja predicar a cualquiera y permite que los países fundamentalistas financien este tipo de imán que condenáramos anteriormente.

Al tratar de ir al inicio del binomio islam-violencia nos viene a la mente la magistral lección del Papa Benedicto XVI en Ratisbona, cuando sugería al mundo musulmán que la violencia no es digna de Dios, que es razón. En los últimos días, muchos comentaristas oficiales y no oficiales han citado ese discurso, aunque tal vez entendiéndolo sólo a medias. De hecho, muchos citan al Papa Ratzinger sólo por esa página en la cual se hace referencia al islam (con la docta cita de Manuel II, el Paleólogo), pero se olvidan de las otras (al menos doce) dedicadas a Occidente y a su desprecio por la religión por considerarla “irracional”.

En efecto, si se necesita un examen de conciencia en el mundo islámico, también es necesario otro examen de conciencia en el mundo occidental. El hecho de que jóvenes bangladeshíes bien educados y expuestos a la modernidad globalizada decidan sacrificarse por el islam, no hace sino poner en crisis nuestro modelo, el cual ve su ideal en la capacidad, en el suceso, en el bienestar sin ninguna referencia a Dios. Los jóvenes “fuera de control” de Dacca son muy similares a los jóvenes que atacaron en París, Bruselas, Londres. Y son similares a esos muchachos occidentales que después de una adolescencia vivida en la abundancia, deciden ir a combatir a Siria o Irak en las filas de Daesh. Una francesa musulmana, estudiosa de este fenómeno, Dunia Bouzard, narrando cuan similar es el trasfondo familiar de los jóvenes fugitivos, muestra con claridad, quizás casi sin quererlo, cúan secularizadas estaban estas familias, sin ninguna referencia religiosa explícita y convincente. Así, cuando la pregunta por el sentido de su vida se vuelve urgente, ellos caen en manos del primer predicador online que aparece, no teniendo ningún criterio para distinguir lo verdadero de lo falso en el discurso religioso, y no habiendo tenido jamás la oportunidad de encontrar testigos de fe.

No estamos hablando de las pobres víctimas de Dacca. Es más, algunos de ellos se destacaban por su fe y por su caridad. Hablamos de un Occidente que en sus sociedades y en sus Estados desprecia la religión, que la considera "irracional" y por lo tanto indigna del hombre, y que por ende, ha de ser marginada, privatizada y quizás hasta sofocada, para que no produzca daños a la sociedad, que funcionaría tanto mejor sin ella. Según algunos estudiosos, el fundamentalismo violento de algunas religiones es la contraparte, la otra cara de la moneda de un Occidente sin Dios, que se burla de la religión.

Si queremos releer de manera completa el discurso de Ratisbona, es importante que los musulmanes se separen de la violencia, pero también que Occidente vuelva a una idea de razón que abrace la dimensión religiosa. Sin esto- como lo advirtió Benedicto XVI-  Occidente (tal como ocurre con el islam fundamentalista) no logrará entender a las demás culturas y provocará la violencia, que nos parecerá cada vez irracional. Y, en cambio, no lo es.

 

 

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