15/12/2022, 12.56
RUSIA
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La solidaridad de los pueblos del Volga

de Vladimir Rozanskij

Con el patrocinio de la República de Tartaristán se publicó un manual para aprender el idioma udmurto. Están surgiendo pequeños signos de independencia en la periferia de Moscú. La creciente centralidad de los tártaros. Con la crisis de Ucrania, retornan las ideas de un estado tártaro-bashkir entre los Urales y el Volga.

Moscú (AsiaNews)- Gran asombro e interés despertó esta semana la publicación de un manual para aprender la lengua udmurta, “Mon Ačim” (Yo mismo), escrito por un eminente filólogo especializado en las lenguas minoritarias del Volga, Aleksej Arzamazov. Resulta sorprendente tanto la publicación en sí misma -ya que los libros sobre las lenguas de las etnias con "tendencia separatista" son muy raros en la Rusia actual- como por el hecho de que no fue promovida por una institución de la propia Udmurtia sino de la vecina república de Tartaristán.

El manual se publica incluso con el apoyo del presidente de la República Tártara, Rustam Minnikhanov, a pesar de que la cúpula política de Kazán se ha alineado rígidamente con las políticas del Kremlin desde la década de 1990, lo que ciertamente no favorece la autoconciencia de los los pueblos euroasiáticos. Sin embargo, incluso en este contexto parece estar aflorando lo que varios comentaristas locales llaman el "Estado profundo" (Glubinnoe Gosudarstvo), que consigue romper las barreras de la censura oficial.

Por esta expresión se entienden las decisiones políticas, aunque sea marginales, que denotan un cierto espíritu de independencia respecto de Moscú y en favor de sus propios pueblos. Esto también ocurría en tiempos de la URSS, donde las "repúblicas soviéticas" y las "regiones autónomas" se consideraban poco más que marionetas en el teatro del folclore imperial, pero cada tanto algún funcionario se movía de alguna manera fuera de la partitura oficial.

Tartaristán es sin duda la más importante de estas repúblicas que en la Federación Rusa recuerdan el sometimiento de las periferias al centro, tanto por su centralidad y amplitud geográfica como por el poder evocador de su etnia, que dominó Eurasia durante más de dos siglos y también fue muy significativa en los sucesivos reinos e imperios de Rusia. Es por eso que que los tártaros también asumen las reivindicaciones de otros pueblos del Volga como los udmurtos, que se formaron en la antigüedad por la unión de diversos grupos finougrios que bajaban del norte en busca de costas menos heladas y hoy son cerca de medio millón de personas.

Recientemente también se han organizado en Tartaristán seminarios de estudio de la lengua chuvasia en beneficio de una minoría aún más significativa, los herederos de los búlgaros del Volga -que actualmente superan el millón y medio de personas-, reuniendo estudiantes en la provincia vecina de Buynsk con profesores invitados directamente de Chuvasia. En Tartaristán hay numerosas escuelas privadas para udmurtos, chuvasios, maristas, mordovianos, bashkires e incluso judíos, a pesar de las nada favorables directivas del Ministerio de Educación de Moscú y de Kazán. En estas se utilizan manuales de estudio antiguos que ocasionalmente ahora se reemplazan por textos más modernos.

Incluso hace pocos meses desató un intenso debate la publicación de un manual en la lengua de los "krjašeny", los tártaros que recibieron el bautismo ortodoxo (kreščenje). Los rusos los consideraban una etnia aparte, de la que hoy queda una minoría de 30 mil personas aproximadamente dentro de la república de Tartaristán. En este caso la “pseudo etnia” rusificada desarrolló una lengua mixta propia, poniendo de manifiesto las contradicciones del colonialismo y el independentismo fusionados en un mismo pueblo.

La actitud paternalista de los tártaros hacia los demás pueblos del Volga refleja antiguos instintos autonomistas y expansionistas al mismo tiempo, fortalecidos por la contingencia de la guerra ruso-ucraniana que somete a grandes tensiones a estas poblaciones, sacrificadas por Moscú como "carne de cañón" en los enfrentamientos más duros. Vuelve a aflorar así la representación "profunda" del "Estado Idel-Ural", nombre que se remonta a los tiempos de la revolución bolchevique, cuando se intentó formar un nuevo estado tártaro-bashkir entre los Urales y el Volga (llamado Idel en lengua túrquica). El apoyo a los vecinos indica la voluntad de superar las hostilidades arraigadas entre los pueblos de estas tierras e imaginar un nuevo futuro común en las regiones fronterizas entre Europa y Asia.

 

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