León XIV: 'Vengo como un hermano, en una Iglesia que ama y quiere unir al mundo'
Homilía de la Misa en la que el Papa Prevost inauguró solemnemente esta mañana su pontificado: "En un mundo herido por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres, queremos ser una pequeña levadura de comunión y fraternidad que dice: miren a Cristo y encontrarán la paz”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Una Iglesia signo de unidad, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”. Una Iglesia que dice al mundo “con humildad y con alegría”: “¡miren a Cristo y a su amor!” y allí encontrarán el camino hacia la paz en este mundo desgarrado. Este es el horizonte que ha señalado hoy el Papa León XIV en la Misa de inauguración de su pontificado. En la solemne liturgia que comenzó sobre la tumba de Pedro y continuó en el atrio de la basílica vaticana, el Papa Prevost recibió solemnemente el palio y el anillo del pescador, los signos de su ministerio como obispo de Roma y guía de la Iglesia católica.
En la homilía de la celebración - que todos esperaban como una síntesis programática para su pontificado - León XIV comenzó con una de las frases más célebres de san Agustín, el maestro que desde su juventud marcó toda su vocación: “Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, 1, 1.1).
A partir de esta verdad fundamental de la vida de cada persona el Papa Prevost invitó a leer las últimas semanas que hemos vivido. En primer lugar, la muerte del Papa Francisco: “Nos sentimos como aquellas multitudes de las que el Evangelio dice que estaban ‘como ovejas sin pastor’”, comentó, pero añadió que precisamente gracias al recuerdo de su última bendición en el día de Pascua “hemos afrontado este momento con la certeza de que el Señor nunca abandona a su pueblo”. Luego, la tarea encomendada a los cardenales - convocados a Roma para el cónclave “a través de historias y caminos diferentes”- de elegir “un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para ir al encuentro de las preguntas, las inquietudes y los desafíos de hoy”.
“He sido elegido sin ningún mérito - dijo de sí mismo - y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse servidor de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia. Amor y unidad - explicó - son las dos dimensiones de la misión confiada a Pedro por Jesús”.
El Papa Prevost se refirió luego al diálogo entre Jesús y Pedro después de la Resurrección - que se narra en el capítulo 21 del Evangelio de Juan - y recordó que el apóstol había experimentado “en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y de la negación”. Por eso a él se le confía “la tarea de ‘amar más’ y de dar su vida por el rebaño. El ministerio de Pedro – continuó León XIV - está marcado precisamente por ese amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata nunca de sujetar a otros con la opresión, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y únicamente de amar como lo hizo Jesús”.
Pedro - continuó León XIV - no debe ceder nunca a la “tentación de ser un líder solitario o un jefe puesto por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas; por el contrario, se le pide que esté al servicio de la fe de los hermanos, caminando junto con ellos”. Porque - dijo citando de nuevo a su maestro Agustín - “la Iglesia consta de todos aquellos que están en concordia con los hermanos y que aman al prójimo” (Discurso 359, 9).
“Quisiera - afirmó el pontífice- que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y de comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado. En nuestro tiempo, vemos todavía demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión, de fraternidad”.
“Nosotros queremos decir al mundo, con humildad y con alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! ¡Escuchen su propuesta de amor para convertirse en su única familia! En el único Cristo somos uno - explicó citando su lema episcopal -. Y este es el camino que debemos recorrer juntos, entre nosotros pero también con las Iglesias cristianas hermanas, con aquellos que siguen otros caminos religiosos, con quien cultiva la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo en el que reine la paz”.
Este es, para el Papa León “el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer a todos el amor de Dios, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valoriza la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo”.
Retomó finalmente las palabras de León XIII en la Rerum Novarum, la primera gran encíclica social a cuya herencia ha querido expresamente conectarse con la elección de su nombre: “Si este criterio prevaleciera en el mundo, ¿no cesaría inmediatamente toda disensión y no volvería acaso la paz?” (Rerum Novarum, 21). “Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo – concluyó el Papa León - construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja inquietar por la historia, y que se convierte en levadura de concordia para la humanidad. Juntos, como un único pueblo, como hermanos todos, caminemos al encuentro de Dios y amémonos mutuamente entre nosotros”.
26/04/2019 10:51
17/12/2016 13:14