Teherán reprime violentamente la nueva ola de descontento popular. Los manifestantes se oponen a la escalada de precios y a la drástica reducción de las subvenciones. Las manifestaciones fueron promovidas por jóvenes y ciudadanos, sin filiación ni pertenencia política. El ayatolá Jamenei y el presidente Raisi también están en el punto de mira.

Teherán (AsiaNews) - Protestas callejeras en varias ciudades y violenta represión por parte de las autoridades, con al menos cinco víctimas (sólo una reconocida oficialmente), heridos y decenas de detenciones. El recorte de las subvenciones decidido por el gobierno de Teherán ha desencadenado una nueva oleada de manifestaciones de descontento popular, en este caso también -como en el pasado- sofocadas por la policía y los agentes de seguridad con mano de hierro. Desde principios de mayo, los ciudadanos de la República Islámica han expresado su enfado en las redes sociales y en Internet contra las subidas de precios, que han afectado sobre todo al aceite de cocina, al pan y a los alimentos cotidianos. En algunos casos, el precio ha aumentado más del 300%.

En los últimos días también ha intervenido el presidente Ebrahim Raisi, quien, en una reunión con ministros, economistas y funcionarios, prometió que, en lugar de subsidios a los alimentos, se asignarán fondos directamente a las cuentas de las familias más necesitadas. El vicepresidente Mohammad Mokhber añadió que "en los próximos días" el coste del aceite, las aves de corral y los huevos "volverá a los niveles normales". En cuanto al pan y la harina, añadió, "no se tolerará la especulación" y si alguien ha manipulado los precios "responderá ante los tribunales". 

Sin embargo, las garantías ofrecidas por las autoridades sobre la contención de los precios no han contribuido a calmar los ánimos de una población que lucha contra una situación de crisis prolongada. En 2019, las protestas contra los elevados precios de los carburantes tuvieron un amplio eco, reprimidas con extrema violencia por el gobierno que entonces dirigía el moderado Hassan Rouhani. Y el año pasado, la República Islámica registró más de 2.300 manifestaciones (la mayoría de ellas relacionadas con los derechos de los trabajadores), a las que se sumó la detención de unos 1.700 activistas y opositores pro-derechos humanos.

Volviendo a las manifestaciones de los últimos días, una popular cuenta social mostró una marcha en Teherán con imágenes borrosas de los manifestantes para "proteger" su identidad. Los presentes denuncian en voz alta el colapso de los salarios o el impago de estos. En otras partes del país, los manifestantes se dirigieron incluso al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, con consignas y cánticos como "¡Muerte a Jamenei! Muerte a Raisi". También se lanzaron duras acusaciones contra el sistema institucional y judicial de la República Islámica.

En el pasado, al menos antes de esta última ola de descontento relacionada con el recorte de los subsidios, las protestas en Irán solían estar promovidas por un bando y organizadas por grupos específicos con aspiraciones políticas en la escena nacional. En este caso, las marchas por los subsidios parecen estar protagonizadas en su mayoría por jóvenes descontentos sin ninguna afiliación política, aunque no tienen una visión orgánica y organizada del futuro de la nación.

Analistas y expertos señalan que la continua represión violenta de las protestas pasará factura a Irán en el futuro. Hasta la fecha, no hay líderes políticos que poner bajo arresto ni demandas específicas en torno a las cuales negociar. Por ahora, la única estrategia es dispersar por la fuerza las manifestaciones públicas de descontento (que han recibido el apoyo del Departamento de Estado estadounidense), incluso a costa de muertos y heridos.

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