Manila: Con la vuelta a clases, comienza la nueva reforma escolar
Se ha hecho una revisión del sistema "K to 12" para permitir que, en los dos últimos años, el estudiante pueda optar entre dos caminos diferenciados: uno para los que aspiran a la universidad y otro de educación técnico-profesional para acceder al mundo laboral. Sin embargo, los críticos señalan graves carencias en las infraestructuras y el hecho de que el gasto en educación se mantiene en el 3,6% del PIB, un punto por debajo de lo que recomienda la Unesco.
Manila (AsiaNews/Agencias) - Ayer comenzó en Filipinas el nuevo año escolar e inauguró una nueva reforma del sistema educativo que se propone corregir algunas deficiencias del sistema anterior, implementado entre 2012 y 2013. Hasta 2011 el ciclo escolar filipino era uno de los más cortos del mundo, el "K to 10", duraba sólo 10 años y no se consideraba acorde con los estándares internacionales. En 2012 se reformó el sistema y fue reemplazado por el K to 12.
El nuevo modelo incluye un año de jardín de infantes (Kindergarten - K), seguido de 12 años de nivel primario, secundario y superior (K to 12). Dos años adicionales de escolarización representan un costo significativo para las familias y el gobierno, pero el gasto se había justificado con la posibilidad de acceder directamente al mundo laboral al terminar los estudios. Sin embargo, la finalización del ciclo no estaba cumpliendo esa promesa para los que comenzaron en 2012. Por eso en 2023, impulsado por la entonces secretaria de Educación Sara Duterte, comenzó un proceso de reforma que debería resolver las contradicciones de aquel sistema. Al mismo tiempo, un informe del Banco Mundial de 2022 también señaló la crisis del sistema educativo del país, donde aproximadamente el 91% de los niños son incapaces de leer y comprender un texto apropiado para su edad. Eso también convirtió la educación en una prioridad política.
El proceso de reforma que comenzó en 2023 se centró inicialmente en la escuela primaria y secundaria, mientras que el de este año se refiere a los dos últimos años, lo que se denomina Senior High School Curriculum (Shs). El objetivo es hacer el programa menos rígido y adaptarlo mejor a las necesidades de los estudiantes, a fin de prepararlos directamente para el mundo laboral. Con la reforma, el plan de estudios ofrece ahora en el undécimo año dos opciones: la académica y la técnico-profesional. Estos dos caminos se componen de cinco o seis materias fundamentales, mientras que antes había 5 opciones y 15 materias obligatorias. La simplificación busca reducir la superposición de contenidos y que el aprendizaje sea menos vago y superficial, disminuyendo la carga de contenidos tanto para los alumnos como para los docentes. A diferencia del modelo anterior, ahora los estudiantes pueden tomar algunos cursos que no pertenecen a su plan, según la oferta de su escuela. De esa manera, los jóvenes participan activamente en la construcción de su propio plan de estudios y tienen una mayor posibilidad de elección, y al mismo tiempo se alivia la institución, porque ya no está obligada a garantizar todas las asignaturas.
Sin embargo, no faltan las sombras. Por ejemplo, la reforma de 2023 reemplazó el curso de lengua materna por uno más genérico de lengua. El nuevo curso se centra en las habilidades comunicativas generales y se imparte en el idioma que habla la mayoría de los alumnos de la zona, mientras que en el anterior se daba prioridad a la lengua madre y no a la de la mayoría. Esta simplificación penaliza las lenguas minoritarias para favorecer un modelo mucho más sencillo de implementar.
El objetivo declarado del K12 y su revisión es formar estudiantes que puedan acceder directamente a un empleo. Sin embargo, otros piensan que, en función de la sociedad, es más importante dar prioridad a la formación del pensamiento crítico que a la formación de trabajadores para el mercado, incluso considerando el alto desempleo juvenil. Paralelamente, en marzo se implementó otra reforma que permite a los graduados de nivel secundario (décimo año) y preparatorio (duodécimo año) ocupar directamente puestos en la administración pública que antes requerían dos años de estudios universitarios.
No obstante, los críticos consideran que la reforma por sí sola no puede resolver una crisis de la educación que se debe principalmente a la falta de infraestructura escolar y de docentes cualificados. En efecto, el porcentaje del PIB que Filipinas destina a la educación ronda el 3.6%, significativamente inferior al 4.6% recomendado por la Unesco. Por lo tanto, las grandes ambiciones del nuevo modelo no han ido realmente acompañadas por inversiones adecuadas. Los docentes, por ejemplo, afirman que no reciben una compensación justa y reclaman que deben asumir la carga de la reforma del currículo sin que se haya previsto una capacitación que los prepare adecuadamente para implementarla.
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