16/06/2022, 11.21
RUSIA
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Moscú vuelve a la época soviética

de Vladimir Rozanskij

El parlamento ruso adopta normas estrictas sobre la libertad de expresión: con ellas se busca golpear a los "agentes extranjeros". Sería una vuelta a los tiempos de Stalin y Brezhnev. En la Unión Soviética de Gorbachov había más libertad que en la Rusia actual.

Moscú (AsiaNews) - La Duma de Estado aprobó un nuevo proyecto de ley que retrotrae la libertad de expresión al concepto de "libertad de manifestación" de la época soviética. Un grupo de diputados y senadores, Andrej Klimov, Vasilij Piskarev, Andrei Lugovoj, Maria Butina, Rosa Čemeris y Andrej Alševskikh, considerados "la crème del Parlamento", ha propuesto "perfeccionar la regulación del estatus de agente extranjero".

El proyecto prevé prohibir a los "inoagenty" realizar cualquier tipo de actividad educativa o formativa, publicar contenidos dirigidos al público infantil, trabajar en instituciones educativas estatales y regionales, y otra serie de prohibiciones. Y sobre todo, para evitar cualquier forma de contaminación, la prohibición absoluta de cualquier forma de manifestación pública.

Las personas que figuran en la "lista negra" -en la que ahora van a parar todos los que critican al gobierno, al ejército y la política estatal- tendrán prohibido organizar reuniones públicas, manifestaciones callejeras, marchas y concentraciones en estaciones y paradas de autobús, aeropuertos, edificios y territorios relacionados con instituciones educativas, sanitarias y de asistencia social, lugares de culto y cualquier organización religiosa. Y como guinda del pastel, estará prohibido reunirse en los edificios de los organismos de la administración pública y en los territorios colindantes: básicamente en todas partes.

Por tanto, se impedirá a los ciudadanos manifestar cualquier forma de disidencia frente a los palacios del poder, el parlamento y el gobierno. En definitiva, en todos aquellos lugares, donde se toman las decisiones que a menudo provocan el descontento de la población. Exactamente donde ésta querría manifestar su desacuerdo, que ahora solo podrá expresarse en lo más profundo del bosque. Y pensar que el Tribunal Constitucional ruso había dictaminado en 2019 que "no se pueden levantar barreras infranqueables para satisfacer el derecho de los ciudadanos a la libertad de asamblea pacífica en los organismos de la administración pública", en una sentencia relativa a la república de Komi, en el norte de la Rusia europea.

El mismo Tribunal también se pronunció en 2020, recordando que incomodar a los ciudadanos que no desean participar en estas manifestaciones "no puede constituir una objeción para negar el derecho a acciones pacíficas de expresión de la voluntad". Según la Consulta, los órganos de poder "están obligados a adoptar todas las medidas que se les encomienden para garantizar la posibilidad de organizar manifestaciones en los lugares acordados, sin tratar de encontrar en cada ocasión causas que justifiquen la imposibilidad de realizar el derecho a organizar reuniones públicas en los formatos previstos por la ley".

Todo esto trae a la memoria el procedimiento soviético para la organización de manifestaciones públicas. La Constitución estalinista de 1936, y la Constitución de Brezhnev de 1977, proclamaban la "libertad de organizar marchas callejeras y otras manifestaciones". La carta estalinista explicaba que esta libertad debía "corresponder a los intereses de los trabajadores y a los objetivos de fortalecimiento del sistema socialista", y para ello se garantizaba a las asociaciones de trabajadores "edificios y espacios sociales". En los años setenta aparecieron condiciones similares, limitadas a los "intereses del pueblo".

Los disidentes soviéticos solían reunirse -sin permiso- junto a las estatuas de los poetas, de Pushkin y Majakovsky, para leer nuevos poemas del pensamiento libre pero acababan en los campos de concentración y asilos psiquiátricos de la época de Brézhnev.

El régimen permitió la libertad de asambleas por primera vez durante la Perestroika de Gorbachev. En 1987, el líder soviético promovió la transparencia de la glasnost, que fue afirmada por una resolución del gobierno local de Leningrado, adoptada posteriormente también en Riga y Moscú. Un año más tarde, el presidium del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética aprobó una norma "sobre la libertad de asambleas, de manifestación, de marchas callejeras y de manifestaciones" en toda la URSS, a la que sería bueno volver 34 años después.

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