07/02/2017, 14.48
MYANMAR
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Myanmar, cardenal birmano: el alba de esperanza ofuscada por violencias étnicas y confesionales

de Card. Charles Maung Bo

En una carta a los fieles el arzobispo de Yangon recuerda que el país necesita curaciones, no nuevas heridas. Las violencias anti-Rohingyás en Rakhine, los ataques contra los civiles Kachin y Shan, el homicidio del abogado musulmán son “campanas de alarma”. El pedido al gobierno y a la comunidad internacional: trabajar juntos por la paz. 

Yangon (AsiaNews)- Los “cambios positivos” que ha experimentado Myanmar en estos últimos años, definidos como “un alba de esperanza”, podría convertirse en una “vana esperanza”; los “mercantes del odio” están en plena actividad, las violencias y los abusos contra exponentes de “otras razas y religiones se están intensificando” hasta tocar un “nivel alarmante”. Es cuánto afirma en una carta pastoral el cardenal birmano Charles Bo, arzobispo de Yangon, que condena los episodios de violencias que han llenado las crónicas de las últimas semanas en Myanmar.

De las violencias persistentes en el Estado occidental de Rakhine contra los musulmanes Rohingyás al arresto de dos cristianos Kachin en el norte, pasando por el asesinato de un abogado musulmán y consejero de Aung San Suu Kyi, son muchos casos que traen a la mente los decenios oscuros del pasado. De aquí el pedido al gobierno de Naypyidaw y a la comunidad internacional en mantener alta la vigilancia, porque “la violencia contra las personas no es aceptable”. “Continuamos la peregrinación en dirección de la paz-concluye el purpurado- y no volvemos atrás, a los tiempos de las guerras”.

A continuación, el mensaje del Card. Bo, enviado para su conocimiento a AsiaNews:

 Myanmar está atravesando uno de los más trágicos momentos de su historia. Con los brazos plegados apelamos a todos: piensen en curar y no en procurar nuevas heridas. Los habitantes de Myanmar están profundamente entristecidos por aquello que parece ser el triste retorno de los días más oscuros. El país necesita de la atención mundial para reforzar su frágil recorrido de democracia.

Tres eventos principales afligen a los ciudadanos de Myanmar. El informe publicado el 3 de febrero pasado por el Alto comisariado de las Naciones Unidas por los derechos humanos (UNHCHR) es angustiante y muy inquietador. Las Naciones Unidas señalan la brutalidad y otras graves violaciones de los derechos humanos realizados por las fuerzas de seguridad de Myanmar en un área al norte de Mungdaw, pequeña ciudad del Estado septentrional de Rakhine. El Alto comisariado Onu representa un escenario tan amplio de crueldad y barbarie, que parece difícil de leer y de creer.

En el curso de los últimos cinco años, Myanmar registró muchos cambios positivos y se convirtió en un país más abierto. Los hombres y las mujeres de mi país creen que sea un alba de esperanza. La apertura de la economía y de los medios, una democracia que funciona, una transferencia de poderes sucedido en total tranquilidad han hecho pensar en un nuevo Myanmar de esperanzas y sueños.

Rezamos ardientemente para que esta no se revele como un alba falso. Los mercaderes del odio están en plena actividad. El odio hacia las personas de etnias y religiones diversas alcanzó niveles realmente alarmantes. Lo que sucedió en el Estado de Rakhine debe ser detenido una vez por todas.

La situación en los Estados septentrionales de Kachin y Shan me preocupa en la misma medida, sobre todo después del arresto de dos pastores cristianos Kachin, Nawang Latt y Gam Seng sucedido en Mong Ko después del bombardeo de una iglesia católica. Rezo por su proceso de mañana, para que la justicia sea hecha y ellos sean liberados. Rezo también por los miles de evacuados, dispersos a causa de las recientes ofensivas militares en el norte del país.

El trágico asesinato de U Ko Ni, sucedido solo la semana pasada fue otra paso hacia atrás para Myanmar y un duro golpe para nuestras esperanzas de democracia y de paz. Envié mis condolencias y mis oraciones a su familia, a sus amigos y a todos aquellos con los cuales trabajó, que llevan adelante sus valientes esfuerzos para ir hacia una reforma constitucional del cual el país tanta necesidad tiene.

Recurro al gobierno para que ponga fin a la ofensiva contra los civiles en el Estado de Kakhine. La paz es posible sólo a través de la justicia y este es el modo de obtenerla.

Pido al gobierno de Myanmar para que este ponga fin a los ataques militares en los Estados de Kachin y Shan, en el norte.

Pido al gobierno de Myanmar para que permita el acceso, sin obstáculos a todas las partes en los Estados Rakhine, Kachin y Shan, para las agencias humanitarias internacionales, los medios y los observadores de los derechos humanos.

Pido al gobierno de Myanmar para que colabore con la comunidad internacional y realice investigaciones sobre los crímenes señalados por las Naciones Unidas, en un modo independiente y que se traduzca en justicia y castigo de los culpables.

Pido a la comunidad internacional de ser vigilante. Habéis acogido con favor los cambios positivos. Los ciudadanos de Myanmar buscan cambios pacíficos y positivos. Los mercaderes del odio, que viven incitando a la violencia, poniendo los unos contra los otros, están nuevamente activos. El país necesita de la comunidad mundial y de su apoyo al actual gobierno democrático, con la clara comprensión que la violencia contra cualquier pueblo es inaceptable.

Ofrezco mis oraciones y mi solidaridad a cada habitante de Myanmar-sobre todo en los Estados Rakhine, Kachin y Shan- a cuantos están de luto, vulnerables, aterrorizados, sin una casa, hambrientos, enfermos y a todos los huérfanos, las viudas y a las víctimas de abusos sexuales y torturas.

Dejen que el devastador informe de las Naciones Unidas reserva a todos nosotros como campana de alarma.

Trabajemos juntos para frenar la violencia y el terror en nuestro país, para construir un Myanmar en el cual cada hombre, mujer y niño de toda etnia o religión nacido en esta tierra sea reconocido ya sea como nuestro ciudadano, como nuestro hermano o hermana. Construyamos juntos un Myanmar donde la esperanza no sea una ilusión, donde sea posible unir las manos en paz y solidaridad, sin mirar a la etnia o a la religión. Prometo renovar mis esfuerzos en esta lucha y causa, y tiendo mi mano a todo hermano o hermana de cualquier etnia o religión que quiera unirse a mí. La paz junto a la justicia son posibles. Este año 2017 fue declarado como un año de paz en la Iglesia católica.

Continuemos la peregrinación hacia la paz, no hacia la guerra.

 

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