06/11/2025, 10.33
PAKISTÁN
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Nazeeran y Amir, de esclavos del trabajo forzado a testigos de esperanza

de Shafique Khokhar

Durante años, una madre con problemas de salud y su hijo vivieron en condiciones de esclavitud en una fábrica de ladrillos en Pakistán. Una deuda contraída con el propietario tras la muerte de su esposo resultó ser una trampa. Recuperaron la libertad gracias a la intervención de un activista cristiano. Ahora se enfrentan al reto de reconstruir sus vidas desde cero, sin casa, sin ahorros y sin una fuente de ingresos estable.

Lahore (AsiaNews) - Durante años, Nazeeran Bibi, una viuda cristiana de 62 años que padece parálisis parcial y un tumor cerebral, y su hijo Amir Masih, de 20 años, han vivido bajo el peso aplastante del trabajo forzoso en una fábrica de ladrillos. Una forma moderna de esclavitud denunciada en repetidas ocasiones en el pasado por AsiaNews, que sin embargo sigue atrapando a miles de familias pobres en todo Pakistán. Su historia, como la de otras familias, está marcada por un profundo sufrimiento, pero también por la fe, el coraje y una esperanza finalmente recuperada. Tras la muerte de su esposo, Nazeeran luchó con todas sus fuerzas para mantener a su hijo pequeño. Con oportunidades limitadas y sin ninguna red de seguridad social, la mujer pidió prestada una pequeña suma al propietario de una fábrica de ladrillos para cubrir las necesidades básicas. Sin embargo, esa deuda pronto se convirtió en una trampa.

«El propietario me dijo que nunca podría irme hasta que pagara el préstamo», recuerda con lágrimas en los ojos. «Pero cada vez que trabajábamos, aumentaban la deuda. Éramos como prisioneros», se lamenta. Día tras día, madre e hijo trabajaban bajo un calor abrasador, produciendo y transportando ladrillos desde el amanecer hasta el anochecer. Sus escasos ingresos apenas cubrían la comida y estaban constantemente vigilados para impedir que huyeran. Su odisea terminó cuando sus gritos llegaron a oídos de Rojar Randhawa, un activista social cristiano que también dirige Love Your Neighbor - Mission Love Movement, quien intervino para garantizar su liberación.

El rescate se llevó a cabo de forma segura y tanto Nazeeran como Amir fueron trasladados a un lugar oculto donde recibieron comida, atención médica y apoyo psicológico y emocional por los traumas sufridos. «Fue un milagro», afirma Amir Masih. «Rezamos todos los días por la libertad. Dios escuchó nuestras oraciones». Sin embargo, la libertad es solo el comienzo de un nuevo capítulo. Después de pasar años en esclavitud, madre e hijo se enfrentan al reto de reconstruir sus vidas desde cero. No tienen casa, ni ahorros, ni una fuente de ingresos estable.

Para garantizar una transición fácil y digna, Rojar Randhawa y sus amigos que comparten su misma visión han puesto en marcha un plan de rehabilitación y reasentamiento para la familia. Este incluye: un pequeño carrito de frutas y verduras para proporcionar unos ingresos sostenibles a Amir; ayuda para el alquiler durante tres meses para garantizar un alojamiento seguro; asesoramiento continuo y apoyo de la comunidad para ayudarles a adaptarse a su nueva libertad.

Estos pasos modestos pero fundamentales ayudarán a la familia a vivir de forma segura e independiente, rompiendo el ciclo de pobreza y explotación. La historia de Nazeeran y Amir es un poderoso recordatorio del llamado de Cristo a «proclamar la libertad a los cautivos» (Lucas 4:18). Desafía a la Iglesia a ponerse del lado de los oprimidos y a ofrecer amor concreto a quienes han sufrido injusticias. Como dice Nazeeran: «Doy gracias a Dios y a quienes nos han ayudado. Ahora solo quiero vivir en paz y ver a mi hijo construir una nueva vida».

Sus palabras son fuente de esperanza para innumerables personas más que viven en esclavitud y desean denunciar y luchar contra su condición, además de simbolizar la misión que el Cuerpo de Cristo sigue llevando a cabo. En declaraciones a AsiaNews, Rojar Randhawa explica: «Fue desgarrador ver las condiciones en las que se encontraba Nazeeran Bibi, una viuda de 62 años que pasó años atrapada en el trabajo forzoso, sufriendo un doloroso tumor en la frente y una parálisis parcial. Nadie merece vivir en tal miseria y desesperación. Cuando me enteré de su situación, supe que no podíamos quedarnos de brazos cruzados».

«Con la ayuda de mis amigos cristianos y de personas de buena voluntad, logramos movilizar los recursos necesarios para pagar su deuda y conseguir su liberación. Ha sido realmente inspirador ver la compasión y la generosidad de personas que se han ofrecido a ayudar a una mujer a la que nunca habían conocido. Este rescate —continúa el activista— nos recuerda que cuando nos unimos podemos romper las cadenas de la opresión y devolver la dignidad a aquellos que han sido olvidados». La libertad de Nazeeran «no es solo una victoria personal, sino una victoria para la humanidad, la fe y la esperanza. Rezo —concluye Rojar Randhaw— para que su historia anime a otros a tender la mano y ayudar a quienes aún viven en la esclavitud».

 

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