01/01/2014, 00.00
VATICANO
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Papa: En María, Madre de Dios se realiza el deseo para un año nuevo

En la misa de la Octava de Navidad y conmemoración de la 47 Jornada Mundial de la Paz ("Fraternidad, fundamento y camino para la paz") el Papa Francisco subraya que la fe de la Iglesia está modelada sobre aquella de María, que bajo la cruz de Jesús se convirtió en Madre de todos, "buenos y malos". María ha caminado "en las mismas calles frecuentadas por nosotros, a veces difíciles y obscuras". "A Ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia, de paz y de Dios". La invitación a rezarle como los fieles del Concilio de Éfeso: "Madre de Dios". El verdadero augurio lleno de fuerza "no una esperanza ilusoria basada en frágiles promesas humanas".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- "El deseo" para un año lleno de la bendición de Dios, "se ha realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura".

Es una homilía enteramente dedicada a María, la Madre de Dios y la fe del pueblo cristiano en ella la proclamada por el Papa Francisco en la misa celebrada esta mañana en la Basílica de San Pedro, con ocasión de la 47 ª Jornada Mundial de la Paz sobre el tema: Fraternidad, fundación y  camino a la paz, que coincide con la octava de Navidad, cuando la Iglesia celebra la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios.

Para el Papa, en María, Madre de Dios se ha realizado la  primera bendición de Aarón mencionada en la primera lectura de la Misa de hoy: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).

"Son palabras - ha dicho - de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.".

Y continuó: "Madre de Dios. Este es el titulo principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial".

El pontífice recordó el Concilio de Éfeso, donde fue proclamado este título para María: " Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad". Para el Papa esta es "la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura", y "es un testimonio del "sensus fidei del Pueblo santo de Dios que en su unidad, nunca se equivoca". Y recuerda también que la basílica de Santa María la Mayor - donde ha ido varias veces desde el comienzo de su pontificado - fue construido poco después del Concilio de Éfeso, en honor de la Madre de Dios (Theotokos).

"Nuestro itinerario de fe - dice - es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros". El Papa Francisco cita la encíclica Redemptoris Mater del Papa Juan Pablo II y el documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, que afirma que María camina "en las mismos caminos frecuentados por nosotros, a veces difíciles y oscuros".

"Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: «He ahí́ a tu madre» (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió́ a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así́ en fuente de esperanza y de verdadera alegría".

"La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será́ fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz".

"Os invito - concluyo - para invocarla por tres veces, como los hermanos de Éfeso y digamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! Amén"

 

 

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