05/06/2016, 12.14
VATICANO
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Papa: La pasión de Cristo es la respuesta de Dios al "grito de angustia, y a veces indignado" del hombre en el dolor y la muerte

En la misa de canonización de dos beatos, Estanislao de Jesús María Papczyński (1631-1701) y María Isabel Hesselblad (1870-1957), el Papa Francisco insiste en la "victoria de Dios sobre el sufrimiento y la muerte". "Dios, frente a nuestra la muerte (en todas sus formas); no dice: '¡Tenla, arréglate!', sino que dice: "Dámela" y "Jesús pide para sí nuestra muerte, para liberarnos y darnos la vida". Incluso para nosotros, pecadores, Jesús "dice a la Madre Iglesia: ‘Dame tus hijos’, que somos todos nosotros Él toma sobre sí nuestros pecados, los quita y nos restituye vivos a la Iglesia misma". El saludo a las delegaciones oficiales de Polonia y Suecia y la oración del Angelus.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "La pasión de Cristo es la respuesta de Dios al grito de angustia, y a veces indignado, que la experiencia del dolor y de la muerte suscita nosotros". Este tema del misterio pascual, la "victoria de Dios sobre el dolor y sobre la muerte”, de Jesús, revelador de Dios Padre, consuelo de los afligidos", es el tema central de la homilía que realizó el Papa Francisco hoy, durante una celebración de canonización en la plaza de San Pedro.

Los santos canonizados son los beatos Estanislao de Jesús María Papczynski (1631-1701) y María Isabel Hesselblad (1870-1957). El primero, polaco, es el fundador de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, recordado por la oración y la ayuda a los enfermos y apestados, así como la predicación a los campesinos y a los sencillos. La segunda es una sueca, nacida en una familia luterana, luego convertida al catolicismo. Siendo emigrante en los Estados Unidos, trabajó como enfermera. Llegada a Roma en 1903, tomo el hábito de las brigidinas, y se dedicó a restaurar la orden Brigidina en todas partes del mundo. En los años de la Segunda Guerra Mundial, también trabajó para dar refugio a los judíos perseguidos. Ofreció su vida por la unidad de la Iglesia.

En su homilía, el Papa cita por dos veces los nuevos santos, recordando que ellos "permanecieron íntimamente unidos a la pasión de Jesús, y en ellos se manifestó el poder de su resurrección". Pero destaca, sobre todo, el poder del Dios misericordioso, comentando los milagros de los cuales habla la liturgia del día de hoy (X domingo del año, C).

El primer milagro es el obrado por el profeta Elías para el hijo de la viuda de Sarepta. " La viuda de Sarepta —una mujer no judía, que sin embargo había acogido en su casa al profeta Elías— está indignada con el profeta y con Dios porque, precisamente cuando Elías era su huésped, su hijo se enfermó y después murió en sus brazos. Entonces Elías dice a esa mujer: «Dame a tu hijo» «Dame a tu hijo» (1 R 17,19). Esta es una palabra clave: manifiesta la actitud de Dios ante nuestra muerte (en todas sus formas); no dice: «tenla contigo, arréglatelas», sino que dice: «Dámela». En efecto, el profeta toma al niño y lo lleva a la habitación de arriba, y allí, él solo, en la oración, «lucha con Dios», presentándole el sinsentido de esa muerte. Y el Señor escuchó la voz de Elías, porque en realidad era él, Dios, quien hablaba y el que obraba en el profeta. Era él que, por boca de Elías, había dicho a la mujer: «Dame a tu hijo». Y ahora era él quien lo restituía vivo a su madre”.

El segundo milagro, narrado en el Evangelio, es el de la resurrección del hijo de la viuda de Naim. “Hemos escuchado en el Evangelio (Lc 7,11-17), cómo él experimentó «mucha compasión» (v.13) por esa viuda de Naín, en Galilea, que estaba acompañando a la sepultura a su único hijo, aún adolescente. Pero Jesús se acerca, toca el ataúd, detiene el cortejo fúnebre, y seguramente habrá acariciado el rostro bañado de lágrimas de esa pobre madre. «No llores», le dice (Lc 7,13). Como si le pidiera: «Dame a tu hijo». Jesús pide para sí nuestra muerte, para librarnos de ella y darnos la vida. Y en efecto, ese joven se despertó como de un sueño profundo y comenzó a hablar. Y Jesús «lo devuelve a su madre» (v. 15). No es un mago. Es la ternura de Dios encarnada, en él obra la inmensa compasión del Padre”.

Francisco destaca que también hay resurrecciones interiores, como la del apóstol San Pablo: “Una especie de resurrección es también la del apóstol Pablo, que de enemigo y feroz perseguidor de los cristianos se convierte en testigo y heraldo del Evangelio (cf. Ga 1,13-17). Este cambio radical no fue obra suya, sino don de la misericordia de Dios, que lo «eligió» y lo «llamó con su gracia», y quiso revelar «en él» a su Hijo para que lo anunciase en medio de los gentiles (vv. 15-16). Pablo dice que Dios Padre tuvo a bien manifestar a su Hijo no sólo a él, sino en él, es decir, como imprimiendo en su persona, carne y espíritu, la muerte y la resurrección de Cristo. De este modo, el apóstol no será sólo un mensajero, sino sobre todo un testigo”.

“Y también con los pecadores -agregó- en cada uno de ellos, Jesús no cesa de hacer brillar la victoria de la gracia que da vida. Èl dice a la Madre Iglesia: «Dame a tus hijos», que somos todos nosotros. Él toma sobre sí todos nuestros pecados, los quita, y nos restituye, vivos, a la Iglesia misma. Y esto sucede de modo especial durante este Año Santo de la Misericordia”.

“La Iglesia nos muestra hoy – concluye - a dos hijos suyos que son testigos ejemplares de este misterio de resurrección. Ambos pueden cantar por toda la eternidad con las palabras del salmista: «Cambiaste mi luto en danzas, / Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre» (Sal 30,12). Y todos juntos nos unimos diciendo: «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (Respuesta al Salmo Responsorial)".

Antes de la conclusión de la misa, junto a cerca de 50.000 fieles reunidos en la plaza, el Papa recitó la oración del Ángelus. También agradeció a todos los participantes, especialmente a las delegaciones oficiales de Suecia y Polonia, tierras de origen de los nuevos santos. La delegación polaca estaba encabezada por su Presidente de la República.

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