06/05/2016, 14.01
PAKISTAN-VATICANO
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Periodista perseguido: El dolor de deber abandonar el propio país para salvar su vida

de Qaiser Felix

Qaiser Felix era un colaborador de AsiaNews. Ayer presentó su testimonio durante la Vigilia de oración para “enjugar las lágrimas”. En Pakistán narraba las historias de la minoría cristiana, perseguida por su fe. Debió escapar cuando los extremistas islámicos han amenazado de matar a su familia. Gracias a la ayuda de AsiaNews y de los padres jesuitas, hoy vive y trabaja en Venecia.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Terminó. Abandona el trabajo y la ciudad. Pon a salvo a la familia y escapa los más rápido posible”. Es el consejo del director de AsiaNews y otras organizaciones dieron a Qaiser Felix, periodista paquistaní perseguido por su fe cristiana. En ocasión de la Vigilia de oración para “enjugar las lágrimas”, que se realizó ayer en San Pedro, el hombre narró la historia de su familia y reportó las dramáticas condiciones de la minoría cristiana en Pakistán.

Felix era un colaborador de AsiaNews y documentaba la situación social de su país y de los cristianos perseguidos. Pero cuando los extremistas islámicos iniciaron a amenazar de muerte a las esposa y a los niños, fue obligado a escapar de su Estado. Llegó a Roma, gracias a AsiaNews y al Centro Astalli y logró poner a salvo también a su familia y a “reinventarse una nueva vida”.

A continuación su discurso, que se concluye con un pedido de “no dejar solos” a tantos hermanos que arriesgan su propia vida para testimoniar al Evangelio.

Santo Padre, me llamo Qaiser Felix. En Pakistán fui periodista por muchos años. Pertenezco a la minoría católica y justamente mi fe estuvo siempre en el centro de todo mi trabajo. Viajé por todas las regiones de mi país para contar la difícil vida a la cual son obligados los cristianos en Pakistán, discriminados por la ley contra la blasfemia y a menudo víctimas de violencias brutales, hasta el asesinato.

Me gustaba mucho mi trabajo. Para mí era más que un simple trabajo para dar de comer a mi familia: era mi batalla. Quería dar voz a los sufrimientos de la minoría cristiana perseguida. Y es por esto que me sentí tan orgulloso cuando en el año 2007 recibí un premio internacional de la Asociación de periodistas católicos y me convertí en secretario nacional para el Sur de Asia por la misma asociación.

Pero mis artículos y mi notoriedad creciente atrajeron sobre mí la atención de algunos grupos terroristas que consideraban mis palabras un ataque abierto al país y al islam.

Las primeras intimidaciones y las amenazas a mi esposa y a mis niños me obligaron a pedir ayuda al director de la agencia y a diversas asociaciones. De parte de todos he recibido la misma respuesta, lapidaria e inapelable: “Se terminó. Abandona el trabajo y la ciudad. Pon a salvo a tu familia y escapa los más rápido posible”.

Fue el mismo director de la agencia de prensa quien organizó mi partida para Roma. Así que me encontré improvisamente catapultado en un país extranjero, lejos de las personas para mí más queridas. En Italia no puedo ejercitar mi profesión de periodista, porque obtener el reconocimiento de la licenciatura y la habilitación es demasiado difícil.

Pero, jamás me rendí. Al inicio fue muy duro. Mi esposa y mis dos hijos se habían quedado en Pakistán, no fue posible traerlos conmigo. Tenía una necesidad desesperada de enviar a ellos dinero.

Aquí en Italia tuve que reinventar mi vida y en espera de poder escribir nuevamente, acepté trabajos saltuarios en Roma. Inicié cursos de formación y con el Centro Astalli iba a las escuelas contando mi historia de refugiado a los jóvenes de la escuela superior.

Luego en el año 2011, después de más de dos años muy difíciles, logré obtener que llegase mi esposa y mis dos niños. Cuando nos abrazamos entendí que lo peor ya había pasado, que juntos lograríamos todo. Y así fue

Hoy gracias a los padres jesuitas, mi esposa y yo trabajamos en un pensionado universitario en Venecia. Los niños, que ya son adolescentes, van a la escuela y son muy buenos. Aprendieron rápido y bien italiano y hoy su futuro está aquí.

Conocer la persecución y el miedo de morir es una experiencia terrible, sobre todo pensando en mis hijos. La fe en los momentos obscuros fue mi ancla de salvación. Los colegas de AsiaNews y los amigos del Centro Astalli fueron la providencia de Dios para mí. En este momento tan importante, permítanme de recordar a quien tuvo que quedarse en mi país: tantos hermanos perseguidos, los hombres y las mujeres que cada día arriesgan la vida a causa de las violaciones de los derechos humanos y de las persecuciones. No los dejemos solos, necesitan de nuestras oraciones y de nuestra ayuda.

También por ellos estoy aquí, para testimoniar la vida y la grandeza de Dios misericordioso. ¡Gracias, Santo padre!

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