Siria. La guerra infinita al sur de Damasco. Hna. Mona: 'Solo queremos vivir con dignidad'
En las zonas donde en los últimos días se produjeron los principales enfrentamientos entre milicias drusas y grupos islamistas, la situación todavía no se ha estabilizado. Viaje a la aldea cristiana de Khabab, no involucrada en forma directa, pero igualmente afectada por la situación precaria provocada por la sequía y las privaciones económicas. "Los problemas no han terminado sólo porque el régimen haya sido derrocado. Esperamos en Dios más que en los hombres", dice a AsiaNews la Hna. Mona Dhem, de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret.
Khabab (AsiaNews) - "La guerra no ha terminado", nos dice apenas llegamos la Hna. Mona Dhem, de 60 años, religiosa de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret que vive en Khabab, una aldea cristiana a unos 60 kilómetros al sur de la capital, Damasco. Aunque los enfrentamientos entre las milicias drusas y los grupos armados que apoyan al nuevo gobierno sirio liderado por Ahmed al-Sharaa no han llegado hasta aquí, la religiosa admite que la tensión ha ido en aumento debido a las incursiones aéreas israelíes, justificadas con la intención de "proteger" a la minoría religiosa. "No, todavía no ha terminado", repite la Hna. Mona a AsiaNews. "No ha terminado sólo porque el régimen haya sido derrocado. En diciembre, los aviones israelíes bombardearon toda nuestra región durante dos o tres días para destruir depósitos de armas. Ahora, a veces escuchamos aviones durante la noche, e incluso de día. No sabemos qué nos depara el futuro. Conservamos la esperanza, pero está puesta en el Señor, no en los hombres".
Las facciones que se enfrentaron la semana pasada en la provincia de Suweida y dejaron cerca de 100 personas muertas - a las que se han unido algunos grupos de beduinos que apoyan a los fanáticos islamistas - han intentado en los últimos días aplicar los acuerdos de pacificación que firmaron los líderes religiosos drusos y el gobierno local; pero estas treguas - apoyadas, entre otros, por el líder druso libanés Walid Jumblatt, que en los últimos días se reunió con Sharaa - hasta ahora han sido precarias. Las carreteras a la ciudad de Jaramana, donde estalló la violencia entre el 28 y el 30 de abril, por ejemplo, fueron reabiertas, pero solo pueden circular los autobuses que llevan estudiantes a la escuela y unos pocos automóviles de residentes locales, aunque se teme que la situación se complique de nuevo de un momento a otro, como confiaron a AsiaNews algunas fuentes locales.
La archieparquía de Bosra, en la gobernación de Daraa y dentro de la región más amplia de Hauran, que se extiende hasta Jordania, incluye la aldea de Khabab, conocida por las características construcciones negras de basalto - algunas de las cuales se remontan a tiempos muy antiguos -. Se trata de una amplia zona agrícola donde familias cristianas y beduinas cultivan la tierra para la producción de cereales, pero este año no hubo lluvias y el acceso al agua está cada vez más amenazado por la presencia del ejército israelí cerca de importantes cuencas hidrográficas. En los últimos dos días los soldados de Tel Aviv han triplicado su presencia en las alturas del Golán y establecieron nueve nuevas posiciones dentro del territorio sirio. "No pudimos sembrar este año, debido a la sequía", cuenta la religiosa, que creció precisamente en Khabab. "El riego depende de los pozos y, por lo tanto, de las precipitaciones. La cosecha debería ser en junio-julio". ¿Pero qué harán si no han sembrado? "Solo Dios lo sabe", responde la Hna. Mona, que junto con otras dos religiosas - las Hermanas de la Caridad llegaron por primera vez a Khabab en 1958 - hoy se ocupa principalmente de la catequesis.
El clima imprevisible se suma a una situación económica ya extremadamente precaria. En poco tiempo los precios de los alimentos y de los alquileres (también debido a que en las últimas semanas han vuelto muchos sirios que estaban fuera del país) sufrieron un aumento repentino que ha afectado gravemente a muchas familias: "El precio del pan pasó de 400 a 4.000 liras", comenta la religiosa. "Para criar a un solo niño hace falta un millón de liras, equivalentes a unos 100 dólares por mes. Pero un padre de familia gana cerca de 20 dólares. ¿Cómo hace? No es fácil, estas son las consecuencias de más de una década de guerra". Además, para evitar que siga aumentando la inflación, las nuevas autoridades han impuesto un límite máximo de 50 dólares semanales para retirar del banco, lo que restringe aún más el consumo.
Por lo menos en Khabab las relaciones entre las minorías locales siguen siendo buenas: "De vez en cuando hay altercados con los beduinos: robos y pequeños enfrentamientos por la posesión de las tierras agrícolas. Pero en general, tenemos una buena relación con los musulmanes, porque antes de la guerra las jóvenes instruidas de nuestra aldea iban a trabajar como maestras en las aldeas musulmanas. Eran muy respetadas, a decir verdad, y muy felices". Aunque las cosas son diferentes en otras regiones o ciudades. "En algunas zonas más al sur, los cristianos han abandonado las aldeas donde también vivían musulmanes porque tenían miedo, pero no ha pasado nada, por lo menos hasta ahora". Después de los enfrentamientos entre las milicias que apoyaron la reconquista de Siria por parte de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) primero contra los alauitas y después contra los drusos, muchos se preguntan cuál será el próximo grupo étnico o religioso que atacarán los fanáticos islamistas.
De hecho, muchos sirios han abandonado el país durante la guerra (Khabab ha pasado de tener 7.500 habitantes a unos 3.000 en la actualidad). Para la Hna. Mona, que durante dos años trabajó en una escuela primaria, también son años muy dolorosos de recordar. Debido al conflicto, cientos de estudiantes fueron trasladados de Jaramana a las instalaciones del Patriarcado Greco-Católico de Damasco: "Una vez, las bombas impactaron en una institución cerca de la nuestra, perteneciente a la Iglesia Armenia. Varios niños murieron. Fuimos inmediatamente a la otra escuela para apoyar a las familias, al personal y tratar de estar con ellos. Estábamos realmente muy unidos. La guerra es terrible. Es terrible. Después fuimos al hospital a visitar a los niños hospitalizados, para ver si necesitaban donaciones de sangre. Aunque teníamos miedo, no nos importaba. Si había bombas sobre nuestras cabezas, no nos importaba. No pensábamos en nosotras mismas, vivíamos para los niños, para la gente".
"Hoy - sigue diciendo la Hna. Mona - sólo queremos vivir. Sólo eso. Queremos vivir con dignidad. No importa quién esté en el gobierno. Nos da lo mismo. Mientras estemos vivos, para nosotros es suficiente en este momento".
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