28/10/2018, 11.50
VATICANO
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Sínodo: en el Documento final las respuestas de la Iglesia a los desafíos de los jóvenes

Tres partes, 12 capítulos, 167 parágrafos, 60 páginas: así se presenta el Documento final de la asamblea que tuvo como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
 

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Diálogo, acogida y atención a una realidad, la juvenil, rica de aspectos positivos y de entusiasmos, capaz también de mostrar el camino, pero también marcada por cuestiones dramáticas, desde la formación hasta las migraciones, de los abusos a la identidad sexual. En gran aproximación fueron los grandes temas de los cuales los obispos han discutido desde el 3 de octubre hasta ayer, en la XV asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre los jóvenes y que se reflejan en el documento final.

Tre partes, 12 capítulos, 167 parágrafos, 60 páginas: así se presenta el Documento final de la asamblea que tuvo como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. El texto fue entregado al Papa que autorizó la publicación.

El Documento mira al contenido en el cual viven los jóvenes, evidenciando algunos puntos de fuerza y desafíos, en la convicción que los jóvenes, quieren ser “escuchados, reconocidos, acompañados” y desean que su voz sea “considerada interesante y útil en campo social y eclesial”. mientras no siempre la Iglesia tuvo esta actitud.

Es en tal perspectiva que son enfrentados los temas de las familias, del trabajo, de la tecnología, de la defensa del embrión y del migrante. Y desde el sector educativo, en el cual es insustituible el rol desarrollado por escuelas y universidades donde los jóvenes trascurren mucho tiempo. Las instituciones educativas católicas en particular son llamadas a enfrentar la relación entre la fe y las preguntas del mundo contemporáneo.

El documento se detiene, luego, sobre el tema de los migrantes, “paradigma de nuestro tiempo” en cuanto fenómeno estructural y no emergencia transitoria. La preocupación de la Iglesia mira hacia una auténtica promoción humana que pase a través de la acogida de los refugiados y los prófugos y sea punto de referencia para los muchos jóvenes separados de sus familias de origen. Y si los migrantes son una oportunidad de enriquecimiento para las comunidades y las sociedades a las cuales llegan, es necesario también un compromiso en el garantizar a quien no quisiera emigrar el derecho efectivo de permanecer en su propio país.

Sobre el tema de los “diversos tipos de abuso” (de poder, económicos, de conciencia, sexuales) realizados por algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos: en las víctimas, se lee en el texto, ellos provocan sufrimientos que “pueden durar toda la vida y al cual ningún arrepentimiento puede poner remedio”.

De aquí, el pedido del Sínodo al “firme compromiso para la adopción de rigurosas medidas de prevención que impidan el repetirse, a partir de la selección y de la formación de aquellos a los cuales les serán confiadas tareas de responsabilidad y educativas”. Luego, el Sínodo, se dice agradecido a todos aquellos que “tienen el coraje de denunciar el mal sufrido”, porque ayudan a la Iglesia a “tomar conciencia de cuánto sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión”. “La misericordia, de hecho, exige la justicia”.

Portadora de una sana inquietud que la hace dinámica, se lee en la segunda parte del Documento, la juventud puedes “estar delante de los pastores” y por esto va escuchada, respetada, acompañada. Gracias a esta, de hecho, la Iglesia puede renovarse, sacándose de encima “pesadez y lentitud”. De aquí el reclamo del Sínodo al modelo de “Jesús joven entre los jóvenes” y al testimonio de los santos, entre los cuales se cuentan a tantos jóvenes, profetas de cambio.

Otra “brújula segura” para la juventud es la misión, don de sí que lleva a una felicidad auténtica y duradera: de hecho, Jesús, no quita la libertad, sino que la libera, porque la verdadera libertad es sólo posible en relación con la verdad y la caridad. Estrechamente hablando, ligada al contexto de misión, está el de la vocación: cada vida es vocación y cada vocación bautismal es una llamada para todos a la santidad. Por esto, cada uno debe vivir la propia vocación específica en cada ámbito: la profesión, la familia, la vida consagrada, el ministerio ordenado y el diaconado permanente, que representa “un recurso” que hay que desarrollar aún plenamente.

María Magdalena, primera discípula misionera, curada de sus heridas, testigo de la Resurrección es el ícono de una Iglesia joven. Fatigas y fragilidad en los jóvenes “nos ayudan a ser mejores, sus preguntas nos desafían, las críticas nos son necesarias porque raramente a través de ellas la voz del señor nos pide conversión y renovación”. Todos los jóvenes, también aquellos que tienen una visión diversa de la vida, ninguno excluido, están en el corazón de Dios.

El Documento enfrenta el tema de la misión también en el ambiente digital: parte integrante de la realidad cotidiana de los jóvenes. La web presenta luces y sombras. De hecho, si de una parte, permite el acceso a la información, activa la participación sociopolítica y la ciudadanía activa, por la otra presenta un lado oscuro- el así llamado dark web. en el cual encontramos soledad, manipulación, explotación, violencias, cyber agresiones, pornografía. De aquí, la invitación del Sínodo a vivir en el mundo digital, promoviendo la potencialidad comunicativa en vista del anuncio cristiano y a “impregnar” de Evangelio sus culturas y dinámicas. Se auspicia la creación de Oficinas y organismos para la cultura y la evangelización digital ue, más allá de “favorecer el intercambio y la difusión de las buenas prácticas, puedan gestionar sistemas de certificación de los sitios católicos, para contrastar la difusión de falsas noticias en lo que se refiere a la Iglesia”, emblema de una cultura que “perdió el sentido de la verdad”, alentando la promoción de “políticas e instrumentos para las protección de los menores en la web”.

El documento evidencia también la necesidad de un mayor reconocimiento y valorización de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia. Se auspician “una presencia femenina en los órganos eclesiales en todos los niveles, también en funciones de responsabilidad” y una “participación femenina en los procesos decisionales eclesiales en el respeto del rol del ministerio ordenado”.

Sobre el tema del cuerpo, de la afectividad, de la sexualidad, el Sínodo recuerda a las familias cristianas la importancia de hacer descubrir a los jóvenes que la sexualidad es un don. Los obispos reconocen la fatiga de la Iglesia en el trasmitir en el actual contexto cultural “la belleza de la visión cristiana de la corporeidad y de la sexualidad”: es urgente buscar “modalidades más adecuadas, que se traducen concretamente en la elaboración de caminos formativos renovados”. Luego, el documento, “reafirma la determinante relevancia antropológica de la diferencia y reciprocidad hombre-mujer y considera reductivo definir la identidad de las personas a partir únicamente de la propia orientación sexual”. Al mismo tiempo se recomienda “favorecer” los “recorridos de acompañamiento en la fe, ya existente en muchas comunidades cristianas”, “de personas homosexuales”. En estos caminos las personas son ayudadas a leer la propia historia; a adherir con libertad y responsabilidad a la propia llamada bautismal; a reconocer el deseo de pertenecer y contribuir a la vida de la comunidad; a discernir las mejores formas para realizarlo. De este modo se ayuda a cada joven, ninguno excluido, a integrar siempre más la dimensión sexual en la propia personalidad, creciendo en la calidad de las relaciones y caminando hacia el don de sí”

“Las diversidades vocacionales – es la conclusión del Documento- se encuentran en la única y universal llamada a la santidad. Lamentablemente el mundo está indignado por los abusos de algunas personas de la Iglesia más que revivido por la santidad de sus miembros”, por esto la Iglesia está llamada a “un cambio de perspectiva”: a través de la santidad de tantos jóvenes dispuestos a renunciar a la vida en medio de las persecuciones con tal de mantenerse fieles al Evangelio, puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico.

 

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