23/12/2021, 11.15
RUSIA-TAYIKISTÁN
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Una joven tayika huye de un matrimonio forzado

de Vladimir Rozanskij

Maniza ahora vive en un refugio de San Petersburgo. Cuando llegó a Rusia, su padre le impidió estudiar. Es una víctima de las arcaicas tradiciones familiares y culturales de su pueblo. Escapó gracias a la ayuda de sus amigos y de una campaña de recaudación de fondos en la web.

Moscú (AsiaNews) - En un refugio de San Petersburgo vive Maniza. La joven tiene 18 años y es originaria de Tayikistán pero tiene la ciudadanía rusa. Una periodista de Sever.Realii, Tatiana Volskaja, consiguió entrevistarla para que contara su historia de rebeldía contra las tradiciones familiares y culturales de su pueblo.

Maniža llegó a Rusia hace 11 años junto a su familia, tras completar el primer grado en Dusambé, la capital de Tayikistán. En su nueva patria, no le permitieron asistir a ninguna escuela y vivió en la región de Pskov sometida a sus padres; sus cuatro hermanos mayores (dos niños y dos niñas) corrieron la misma suerte. Ella cuenta que su familia, aunque ya había establecido su residencia en Rusia, nunca se adaptó a la cultura local, y consideró que la escolarización de sus hijos no era necesaria.

La madre trabajaba en una zapatería, y así mantenía a su familia. El padre trabajaba ocasionalmente, pero se reservaba el derecho de administrar los bienes de todos. Más tarde, los niños y su madre se ocuparon de un gran huerto, que les permitió llevar frutas y verduras a los mercados. Su padre les esperaba en el sofá de casa, dispuesto a regañar a todos, incluso recurriendo a la violencia, con fustas y palos.

Cuando estaba próxima a la mayoría de edad, Maniža fue prometida a un hombre tayiko de 21 años al que sólo había visto un par de veces. La muchacha expresó su decepción, pero su hermana mayor le explicó que sólo había dos respuestas posibles: "Si te niegas, tienes que decir 'me mataré si me dejas casarme con ese hombre'. Si, por el contrario, dices 'padre, todo está en tus manos, haz lo que creas conveniente', entonces das tu consentimiento". Como Maniza es una joven alegre, siempre sonriente y disponible para los deberes familiares, consideraron el consentimiento como algo automático.

Los intentos de conversar con su padre fueron en vano, a pesar del apoyo de su madre y del más joven de sus hermanos. La boda ya estaba fijada para el otoño y si no se realizaba, "la familia se cubriría de vergüenza". Así que Maniža se dio cuenta de que la única salida era huir: "Me encantan los niños, pero no voy a empezar a tenerlos a los 18 años, uno tras otro, me parece una locura. Sobre todo porque si la mujer no tiene un bebé en los dos primeros años, pueden deshacerse de ella con un divorcio y tomar a otra mujer”. Y refiriéndose a la mujer casada en primera nupcias dice: “Pasa a ser un descarte para su gente”.

Maniža se dio cuenta de que quería tener una vida propia, trabajar y mantenerse sola, conseguir protagonismo en las redes sociales, aunque no tuviera educación, dibujar y hacer vídeos, dedicarse al maquillarse y al cuidado personal. "No quería colocarme el hiyab, no me interesa esta forma de vivir la religión, y tampoco me interesa casarme". Así que abrió una cuenta en TikTok, y contó su problema. Sus amigos la ayudaron a conseguir una tarjeta de crédito para poder recaudar fondos en la red social y en Instagram, donde obtuvo mucha ayuda.

Para demostrar que decía la verdad, la chica publicó un vídeo de una discusión familiar. Su hermano mayor exigió que le quitaran el teléfono, pero su madre dijo: "dejemos que ella decida quién será su próximo marido". A medida que se acercaba su decimoctavo cumpleaños, la familia mantenía a Maniža bajo un control cada vez más estricto, y no la dejaba salir de casa sola. Ella cosía en sus botas el dinero que obtenía para esconderlo, y se comportaba con extrema tranquilidad. Jamás discutía.

El día señalado, Maniža salió a pagar unas facturas en la oficina de correos. No se había llevado nada de su casa, y sus amigos -que la esperaban- llamaron a la policía para que no la buscaran si alguien denunciaba su desaparición. A última hora de la tarde, llegó a San Petersburgo, fue directamente a la comisaría para confirmar que estaba bien y un policía la ayudó a redactar el informe, ya que era analfabeta. Así comenzó una nueva vida. Finalmente, Maniža ahora puede estudiar.

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