25/04/2022, 14.07
PAPÚA NUEVA GUINEA-GRAN BRETAÑA
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¿Solicitantes de asilo 'trasladados' a Ruanda? La Isla de Manus enseña cuál será el resultado

de Giorgio Licini*

El secretario general de la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea habla sobre el acuerdo para redirigir a los solicitantes de asilo que Londres y Kigali firmaron la semana pasada: “Una práctica despiadada que en Oceanía ya hemos visto cómo aplicó Australia en 2013. Se convertirá en un infierno para las personas que intentan escapar de Irán, Irak o Afganistán, como ya ha ocurrido aquí”.

Port Moresby (AsiaNews)- El acuerdo sobre los solicitantes de asilo que firmaron la semana pasada el Reino Unido y Ruanda en Kigali está destinado fundamentalmente a varones menores de cuarenta años que llegan a Gran Bretaña por mar desde Europa continental. Es una réplica perfecta del que firmó Australia el 19 de julio de 2013 con la vecina Papúa Nueva Guinea, en la isla de Manus. El mismo propósito. El mismo esquema. Por lo tanto, es fácil prever su evolución y resultados.

Siempre comienza con la búsqueda frenética de un territorio o un país donde un determinado gobierno occidental pueda crear una poderosa estructura disuasoria contra las personas que llegan a su territorio. La mayoría de los gobiernos extranjeros que se contacta rechazan la tentadora oportunidad. Un puñado muestra interés. Por supuesto se ha previsto un buen incentivo financiero, generalmente en forma de proyectos de desarrollo e infraestructuras, y sin duda también en forma de retribuciones personales y sobornos. Queda claro que el generoso país de acogida tiene la posibilidad de reasentar a miles de refugiados gracias a sus vastos e inexplotados recursos y disponibilidad de tierras. Esta práctica de intercambiar personas por beneficios económicos es, en sí misma, un ejemplo flagrante de trata de personas.

Cuando abran los campos, las personas que lleguen no serán descritas como "detenidos", como cabría esperar, sino como "refugiados". Se les entregará un documento de identidad con el número del barco en el cual llegaron y se los identificará por ese número, no por su nombre. Se los mantendrá en aislamiento y los atiborrarán con información errónea sobre la gente que vive fuera del campo. Los refugiados Manus tardaron un tiempo en darse cuenta de que los pueblos vecinos no estaban habitados por "caníbales", como les habían dicho los guardias blancos, y los lugareños en comprender que los "prófugos" no eran terroristas.

La externalización de las solicitudes de asilo lleva a los migrantes a una tierra a la que nunca habían tenido la intención de ir y que tal vez ni siquiera sabían que existiera. La esperanza de una solución rápida para su situación se desvanece rápidamente cuando comprenden que su futuro no es una preocupación real para su otrora añorado país de destino. A Gran Bretaña, como Australia, no le preocupa la mala publicidad de su comportamiento con los solicitantes de asilo. Por el contrario, esto ayudará a convencer a otras personas que no intenten ingresar al país y terminar después en condiciones desesperadas en cualquier otra parte del mundo. La lucha contra los traficantes de personas y la prevención de muertes en el mar son los argumentos que se utilizan de forma rutinaria para acreditar la supuesta bondad de esta práctica despiadada.

Con la sensación de estar indefinidamente atrapados en un lugar remoto e inhóspito, los jóvenes, en su mayoría veinteañeros, difícilmente podrán controlar la rabia y la frustración. Esto conducirá con facilidad a que se desaten rebeliones y revueltas. Pero el personal de seguridad bien entrenado y fuertemente armado reprimirá rápidamente cualquier intento y después aplicará castigos físicos y psicológicos. Cuando queda claro que cualquier acción o súplica no tendrá efecto, los muchachos volverán su ira hacia ellos mismos. Las autoridades y los defensores de derechos humanos tienen en sus manos innumerables pruebas de casos e imágenes escalofriantes de autolesiones que ocurrieron durante los años de Manus (2013-19). Lo mismo ocurrirá en los campos de Ruanda, cuando hacerse cortes en la piel, golpear la cabeza contra las paredes, ingerir hojas de afeitar u otros objetos afilados e incluso quemarse vivos, se conviertan al mismo tiempo en una forma de protesta, una reacción desesperada y el último y angustioso intento de ser evacuados por razones médicas.

La atención médica en los confinamientos no es buena. La comida tampoco. Las empresas y el personal contratado para los campos siguen las instrucciones del gobierno. Sólo la supervivencia está garantizada. Una vida en buenas condiciones podría enviar el mensaje "equivocado" y alentar la llegada de más gente. El primer objetivo de una operación de tratamiento a los que abandonan su tierra es garantizar que muy pocos se establezcan donde habían deseado, ninguno de ellos si es posible. En el caso del acuerdo con Ruanda, se dice que el país de acogida reubicará de forma adecuada y segura a todos los verdaderos refugiados que sean reconocidos como tales según los estándares internacionales. Eso es un farol. Nadie aceptará quedarse.

Es verdad que se dice que Ruanda es un país ordenado y en vías de desarrollo, aunque tiene un gobierno autocrático. Eso puede ayudar a los solicitantes de asilo que de alguna manera se adapten a circunstancias diferentes. Pero depende mucho de sus antecedentes. Los refugiados asiáticos y africanos sufren mucho, pero se adaptan con mayor facilidad a países donde el entorno natural, el clima, la comida, las actitudes de las personas y el color de la piel se asemejan más a aquellos con los que crecieron y ahora han dejado atrás. Para las personas de Oriente Medio, la reclusión en un entorno tropical es una pesadilla, otra tortura más. Un buen número de ellos perdió la cabeza en la isla de Manus. Media docena murieron por accidentes y suicidios. Ruanda será un infierno para los kurdos de Irán e Irak, los hazaras de Afganistán, los ahwazis del sur de Irán; solo por nombrar algunas de las minorías más vulnerables.

Es difícil imaginar qué nivel de transparencia y publicidad tendrán los campos de Ruanda. Dependerá del acceso que puedan tener las Naciones Unidas, la Cruz Roja, las ONG, las organizaciones religiosas, los defensores de los derechos humanos y los medios de comunicación. Eso también determinará el número de vidas que quedarán parcial o permanentemente arruinadas en nombre de la disuasión. Los gobiernos de derecha y ciertos sectores de la sociedad, incluidas algunas iglesias y comunidades religiosas, no se preocupan ni hablan de eso. Pero para aquellos que ven una persona en cada ser humano, todo esto es sencillamente desconcertante y desgarrador.

Los costos financieros del mantenimiento tercerizado de los solicitantes de asilo son increíblemente altos, mucho más de lo que costaría alojar de forma permanente a un número mucho mayor de refugiados reales sobre el terreno. Sin embargo, este invento australiano del siglo XXI que ahora adoptan y aplican otros gobiernos despiadados, ofrece beneficios a los partidos políticos, contratistas y empresas privadas que se apropian descaradamente del dinero de los contribuyentes. Es cierto que las llegadas desordenadas y descoordinadas a las costas de cualquier país plantean graves problemas y riesgos. Pero limitarse a mantener a raya a personas vulnerables, como es la gran mayoría de los solicitantes de asilo, o despacharlos en avión hacia destinos remotos, no es lo que deberían hacer los líderes con inteligencia y buena voluntad para hacer frente a una emergencia humanitaria de este tipo.

La experiencia de Manus ha enseñado que más de la mitad de los que llegan por mar son verdaderos refugiados según los estándares internacionales. Un buen número de los que no cumplen los requisitos para la condición de refugiado no pueden ser repatriados a países como Afganistán e Irán, o incluso Pakistán o Bangladés debido a las políticas del gobierno con las personas que han abandonado el país o los peligros a los que se enfrentan. Los cientos de personas que Papúa Nueva Guinea podría haber reasentado en 2013, como lo anunció públicamente el entonces primer ministro Peter O'Neill, se había reducido a la mísera cifra de dos individuos en mayo de 2021, según datos oficiales de la agencia gubernamental para la inmigración del país. Todavía no existe una legislación nacional para implementar el proceso y tampoco hay voluntad política para hacerlo. ¿Por qué debería ser diferente en Ruanda?

Gran Bretaña superará a Australia. El plan británico es que las personas que sean llevadas a Ruanda nunca vuelvan a ver otro lugar, mientras que solo el 7% (alrededor de 220) de los que llevaron de Australia a Papúa Nueva Guinea y Nauru en 2013 todavía se encuentran allí, y se espera que al menos la mitad de ellos sean reasentados en un tercer país este año o el próximo. Es de esperar que los responsables en la materia trabajen para que la opción de Ruanda fracase mucho antes de que despegue el primer vuelo.

* Secretario general de la Conferencia Episcopal Católica de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón

 

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