26/05/2016, 13.50
CHINA-VATICANO
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Evangelizar China para el bien de la sociedad, pidiendo que finalicen las persecuciones

de Bernardo Cervellera

Cristianos oficiales e ilegales han festejado la Jornada mundial de oración por la Iglesia en china, deseada por Benedicto XVI. En la China marcada por el individualismo y la corrupción, académicos y estudiosos aconsejan dar más libertad a la economía, y libertad religiosa a las comunidades. Las religiones, miradas con sospecha por la dirigencia, son en realidad uno de los pocos alivios para una sociedad solidaria y creativa. El extraño silencio de algunos publicistas sobre las persecuciones. La prioridad es formar al clero, a las religiosas y a los fieles. Ahora es el momento favorable para la evangelización de China.

Roma (AsiaNews)- Varios miles de fieles de Shanghai y de la provincia han participado el pasado 24 de mayo en la peregrinación al santuario de la Virgen de Shenshan, en el día en el cual toda la Iglesia celebra la Jornada mundial de oración por la Iglesia en China. La idea de la Jornada de oración fue lanzada por Benedicto XVI con su Carta a los católicos chinos de 2007 para reforzar la unidad de ellos, junto al sucesor de Pedro; para amar y rezar por los perseguidores; para recibir de la Iglesias de todo el mundo “fraterna solidaridad y solicitud”, junto a la “perseverancia” en su testimonio.

Desde 2008 en adelante, en el temor de ver reunidas a  muchas personas unidas por la misma fe, el gobierno prohibió en todas las diócesis chinas, menos en la de Shanghai, realizar la peregrinación el 24 de mayo, día de la fiesta de María, venerada como “Ayuda de los cristianos”.

El año pasado estaba en Sheshan, justamente el día de la fiesta y con conmoción vi a los miles de fieles subir de rodillas (como por una Escalera Santa) los peldaños que llevan al santuario, para asistir a la misa en la iglesia colmada hasta lo increíble, sin ningún espacio para moverse en el interior, en una atmósfera de adoración y de alegre fraternidad. Y no hay ninguna diferencia entre católicos “oficiales” e “ilegales”, una división que fue realizada sobre todo por el gobierno, que por esto recibió críticas de la ONU.

Justamente estos testimonios de fe y de amor son aquellos que la policía china controla, frena, sofoca y a menudo arresta y mata, como al p. Wei, encontrado “suicidado” en Taiyuan en noviembre pasado. La peregrinación de la diócesis de Shanghai en Sheshan, el pasado 11 de mayo, hizo recordar que la diócesis no tiene un obispo: las ceremonias fueron celebradas por diversos sacerdotes, pero por ningún pastor. El único obispo presente en la diócesis, después de la muerte de mons. Aloysius Jin Luxian (oficial) y de mons. Giuseppe Zhongliang (ilegal), es el joven mons. Taddeo Ma Diqin, pero que está con arresto domiciliar desde 2012, desde el día de su ordenación episcopal, sólo porque había decidido y anunciado públicamente querer dimitir de la Asociación patriótica, para usar todo su tiempo en evangelizar y en acudir a su pueblo.

El Papa Francisco-si bien no citó la persecución- en el Ángelus del 22 de mayo pasado, recordando la Jornada de oración, dijo que los cristianos, junto a los miembros de otros credos, pueden “convertirse en signo concreto de caridad y de reconciliación”, promoviendo “una auténtica cultura del encuentro y la armonía de la sociedad entera”.

El punto es que el gobierno chino aún ve al cristianismo (y a todas las religiones) como algo negativo, que hay que controlar, y no se da cuenta de que la dimensión religiosa es una parte de la experiencia humana y es más, gracias a ella se puede construir una moralidad en la sociedad, que la ideología no logra garantizar. Desde hace años, estudiosos de la Academia de Ciencias Sociales subrayan la importancia de las religiones como unificador social en una China que se vuelve individualista y corrupta. Entre éstos, figura el académico Liu Peng, que en una serie de intervenciones publicadas por AsiaNews demuestra la total fragilidad en que se encuentra el Estado chino, cuya ideología marxista no es compartida por la mayoría de la población. Según Liu Peng, para evitar el colapso del país, los gobernantes deben poner atención en los credos y en las religiones de sus súbditos.

Estudiosos de este gran país sugieren al gobierno dejar más creatividad a los individuos, para permitir que la sociedad y la economía crezcan, si no se quiere sofocar el desarrollo conquistado en estos decenios. David Shambaugh, gran observador de China desde hace cuarenta años y amigo personal de diversos líderes del Partido comunista, en su libro publicado en marzo pasado: “China´s future” (el futuro de China), sugiere que para mantener el nivel actual de desarrollo en el país, es necesario que la dirigencia se abra más a las libertades individuales y también a la libertad religiosa. Sin este paso, China corre el riesgo de deslizarse hacia un totalitarismo asfixiante que mina los resultados económicos y acrecienta las tensiones sociales hasta hacerlas estallar.

Justamente la situación de materialismo dominante, el ser tratados como un objeto de control, lleva a los chinos a abrazar una fe, sobre todo la fe  cristiana. Y los cristianos en China obran justamente como pide el Papa Francisco, siendo “signo concreto de caridad y de reconciliación” y promoviendo “una auténtica cultura del encuentro y la armonía de la sociedad entera”. En muchas diócesis los cristianos son conocidos porque ayudan a los pobres inmigrantes internos, porque no viven sólo para las ganancias, porque se ocupan de los ancianos olvidados. Ellos podrían ser más eficaces aún si existieran menos controles y menos arrestos.

Pedir que terminen con la persecución y que haya mayores garantías de libertad religiosa es para el bien -también económico- de China, para hacer más sólida y solidaria a la sociedad china.

Lamentablemente, entre diversos publicistas nuestros ya no tiene validez la costumbre de callar sobre las persecuciones, como un modo para favorecer el desarrollo de China y las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Pero sí es comprensible que un Papa y su Secretario de Estado callen sobre las persecuciones, para dejar abierto un canal de comunicación con el gobierno chino; no los es por los muchos corifeos que han decidido tocar “el violín sobre los tejados”, escondiendo los dramas de la casa de abajo. Y no hablemos luego, del hecho de que la tarea nuestra, de los cristianos, no es “trabajar para las relaciones entre China y el Vaticano”: éste es un trabajo de los diplomáticos; el nuestro es evangelizar China. Un sacerdote de Beijing me decía hace algunos días: “Ayúdennos a evangelizar China; ayúdennos a formar sacerdotes, religiosos y laicos: esta es nuestra prioridad”.

Como dijo mons. Stephen Lee, nuevo obispo de Macao: “Ahora es el momento oportuno de la evangelización de China”. Y esta tarea corresponde a los chinos y a todos los cristianos.

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