«Hagamos del mundo un lugar mejor»: el pequeño pakistaní Abish y los mártires del siglo XXI
En la celebración ecuménica en San Pablo Extramuros en honor a los 1624 cristianos de todas las confesiones que en los primeros 25 años de este siglo dieron su vida por el Evangelio, el papa León XIV citó las palabras de un niño de 10 años que murió entre las víctimas de la masacre de Youhanabad el 15 de marzo de 2015. «Aunque hayan sido asesinados en cuerpo, nadie podrá apagar su voz ni borrar el amor que han dado».
Roma (AsiaNews) - «Abish Masih, un niño pakistaní asesinado en un atentado contra la Iglesia católica, había escrito en su cuaderno: "Making the world a better place" ("Hacer del mundo un lugar mejor"). El sueño de este niño nos impulsa a dar testimonio con valentía de nuestra fe, para ser juntos levadura de una humanidad pacífica y fraterna».
Entre los 1624 rostros de los nuevos mártires del siglo XXI, censados por la Comisión para los nuevos mártires y testigos de la fe, creada con motivo del Jubileo, el papa León XIV, en la celebración dedicada a ellos que tuvo lugar el domingo 14 de septiembre en Roma, quiso citar expresamente el testimonio de uno de los más jóvenes, el pequeño Abish, una de las 15 víctimas de los terribles atentados del 15 de marzo de 2015, en los que los talibanes paquistaníes atacaron las dos iglesias —una católica y otra evangélica— de Youhanabad, el gran barrio cristiano de la ciudad de Lahore. Al concluir la homilía de la celebración ecuménica celebrada en la basílica de San Pablo Extramuros en el día de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el pontífice quiso retomar las palabras escritas por este niño, que asistía a la Escuela de la Paz promovida en Lahore por la Comunidad de San Egidio. El cuaderno al que se refirió el papa se conserva hoy entre las reliquias de la basílica de San Bartolomé en la isla Tiberina, la iglesia romana que desde hace algunos años se ha convertido en el santuario de los mártires de los siglos XX y XXI.
El 15 de marzo de 2015, Abish se encontraba en el jardín frente a la iglesia. «Quizás estaba jugando o esperando para entrar a misa. Poco después murió en el hospital, asesinado solo por ser cristiano», contaron entonces sus padres a los amigos de la Comunidad de San Egidio. En ese mismo atentado en Youhanabad murió también ese día Akash Bashir, el joven de 21 años, antiguo alumno de los salesianos, que decidió valientemente detener con su cuerpo al terrorista suicida para impedirle entrar en la iglesia de San Juan y causar aún más víctimas. Con su sacrificio salvó la vida a muchas personas y por eso la Iglesia católica pakistaní ha promovido la causa de beatificación por su martirio que, concluida la fase diocesana, se encuentra actualmente en examen por el dicasterio para las Causas de los Santos.
Al igual que ocurrió hace diez años en Youhanabad, también en muchas otras circunstancias, cristianos de diferentes confesiones han muerto juntos por su fidelidad al Evangelio en estos primeros 25 años del siglo XXI. Por eso, el Papa ha querido celebrarlos en Roma junto con los representantes de otras Iglesias y confesiones cristianas en una liturgia ecuménica centrada en el Crucifijo.
«Muchos hermanos y hermanas, también hoy, por su testimonio de fe en situaciones difíciles y contextos hostiles, llevan la misma cruz del Señor —recordó León XIV en la homilía de la celebración en San Pablo Extramuros—; como Él, son perseguidos, condenados, asesinados. Son mujeres y hombres, religiosas y religiosos, laicos y sacerdotes, que pagan con la vida su fidelidad al Evangelio, su compromiso con la justicia, su lucha por la libertad religiosa allí donde aún se viola, su solidaridad con los más pobres».
En el contexto del Año Santo, el papa invitó a celebrar «la esperanza de estos valientes testigos de la fe. Es una esperanza llena de inmortalidad —comentó— porque su martirio sigue difundiendo el Evangelio en un mundo marcado por el odio, la violencia y la guerra; es una esperanza llena de inmortalidad porque, aunque hayan sido asesinados en el cuerpo, nadie podrá apagar su voz ni borrar el amor que han dado; es una esperanza llena de inmortalidad, porque su testimonio permanece como profecía de la victoria del bien sobre el mal».
Por último, recordando la imagen del «ecumenismo de la sangre», mencionada en varias ocasiones por el papa Francisco y por el Sínodo, León XIV subrayó finalmente el profundo mensaje de unidad que transmiten estas figuras. «El testimonio de su martirio —concluyó— es más elocuente que cualquier palabra: la unidad proviene de la Cruz del Señor. Que la sangre de tantos testigos acerque el día bendito en el que beberemos del mismo cáliz de la salvación».
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