01/06/2023, 14.15
LINTERNAS ROJAS
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Aniversario de Tiananmen: el 4 de junio forzosamente silencioso de Hong Kong

de Gianni Criveller *

Ni vigilia en Victoria Park ni tampoco misas de sufragio por las víctimas de la represión de Beijing de hace 34 años. Las autoridades amenazan con aplicar un férreo control contra los "actos que pongan en peligro la seguridad nacional". Junto con la libertad política en Hong Kong, también se ha abolido la esperanza y la alegría del pueblo. El encuentro en la cárcel con Lee Cheuk-yan, que durante años fue el alma de las conmemoraciones: incluso tras las rejas sigue siendo un hombre libre y fuerte.

Milán (AsiaNews) - Cada año, desde 1990, el 4 de junio es una fecha fundamental para Hong Kong. La ciudad fue el único lugar del mundo donde la "Masacre de la Plaza de Tiananmen", que tuvo lugar en Beijing el 4 de junio de 1989 (con incidentes y víctimas también en otras ciudades de China), se conmemoró de forma organizada y con una fuerte participación. Cientos de miles de personas de todas las edades y condición social se reunían en el Victoria Park, y daban vida a un espectáculo de luz, vida, ciudadanía activa, canciones y emoción, de testimonio de las familias de las víctimas.

Era Hong Kong en su mejor versión: un pueblo numeroso y pacífico que sólo pedía libertad y democracia. Continuó incluso después de 1997, cuando Hong Kong volvió a formar parte de China, conservando un "alto grado de autonomía" y bajo el principio de "un país, dos sistemas". Tampoco decayó nunca la masiva participación popular. También asistían los jóvenes: era un gran signo de confianza y esperanza, para Hong Kong y para China.

El fundador y jefe de esta concentración fue, durante larguísimos años, el carismático líder Szeto Wah, muy querido por el pueblo. Cuando murió en 2011, fue sustituido por el sindicalista y parlamentario Lee Cheuk-yan, actualmente encarcelado por una "asamblea ilegal" y a la espera de juicio por cargos aún más graves.

Desde 2020, la vigilia en Victoria Park se considera ilegal: primero bajo la cómoda justificación de la pandemia; después debido a la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, que entró en vigor el 1 de julio de 2020. Una ley que acabó con el movimiento, los partidos y las organizaciones de base democrática. Para intentar disimular el vacío de este año, las asociaciones pro-Beijing obtuvieron permiso para organizar una feria entre el 3 y el 5 de junio en el Victoria Park, algo que califican de mera "coincidencia". Pero lo cierto es que, junto con la libertad política, se ha abolido la esperanza y la alegría del pueblo. 

La Iglesia católica, gracias a la Comisión Justicia y Paz, organizaba una oración ecuménica en Victoria Park una hora antes de la gran concentración. También se celebraban Santas Misas en sufragio y conmemoración de las víctimas. Estos actos eran muy sentidos y asistían muchos fieles, con el card. Joseph Zen como protagonista. Incluso en 2021, a pesar del dramático cambio en el clima político y de la Ley de Seguridad Nacional ya vigente, se habían celebrado Santas Misas conmemorativas en siete iglesias, contando con una gran participación del pueblo. Pero ya no, y este año menos que nunca.

La diócesis rezó por la Iglesia en China el 24 de mayo, durante la jornada de oración que instituyó Benedicto XVI. En su mensaje, mons. Stephen Chow, describiendo la comunidad apostólica, subrayó la importancia de la oración que la comunidad católica china dirige a María, Auxilio de los cristianos, para obtener la fuerza de afrontar lo que depara el futuro.

La diócesis, a través del p. Thomas Law, responsable de la vida litúrgica, invitó a los fieles a vivir interiormente el 4 de junio, que este año cae domingo, recordando aquello que deseen recordar. "Asistiré a la misa parroquial", me escribió un activista de Hong Kong, "este año la conmemoración será sólo en mi corazón". Mientras tanto, la valiente Comisión de Justicia y Paz sufrió una importante reducción en sus objetivos e incluso cambió de nombre. Quizá como medida de protección.

Las autoridades no quieren excepciones al silencio. El Secretario de Seguridad (es decir, Ministro del Interior), Chris Tang, amenazó perentoriamente con tomar severas medidas represivas contra quienes utilicen el 4 de junio para cometer "actos que pongan en peligro la seguridad nacional". Se refería específicamente a quienes piden la independencia de Hong Kong (una cuestión totalmente ajena al movimiento democrático) y a quienes actúan para subvertir el poder central. Se trata de una referencia explícita e intimidatoria a los delitos contemplados en la Ley de Seguridad Nacional. De hecho, llueve sobre mojado: en los últimos años, los activistas que habían intentado conmemorar la efeméride mediante concentraciones repentinas y pequeñas fueron detenidos o dispersados por la policía, y algunos de ellos condenados a severas penas.

En medio del Victoria Park, durante las 31 ediciones de la vigilia, se colocaba el "Pilar de la Vergüenza", una estatua de 8 metros de altura del escultor danés Jens Galschiot, que representa a los mártires de Tiananmen. La estatua, que normalmente se encontraba en la Universidad de Hong Kong, fue retirada definitivamente. En los últimos días, la policía también la habría incautado porque intentaron incluirla en una exposición subversiva en Yuan Long, una remota localidad de los Nuevos Territorios.

Lo hemos dicho y escrito otras veces, no nos queda más que repetirlo: en Hong Kong se ha acabado la libertad política, la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad académica y la libertad de asociación. El número de personas que abandonan la ciudad es considerable. Las numerosas hordas de ciudadanos, familias enteras con niños pequeños y muchos jóvenes que  se dirigían pacífica y esperanzadamente al Victoria Park la tarde del 4 de junio parecen un recuerdo de otro tiempo, de otra vida. Sin embargo, así fue hasta hace unos años, hasta 2019. 

El pasado 25 de marzo visité en la prisión de Stanley a Lee Cheuk-yan, el principal protagonista de las vigilias de Tiananmen antes mencionadas, uno de los líderes democráticos encarcelados y condenados más notorios. Su primera experiencia de encarcelamiento fue en 1989 en Beijing, adonde había ido para llevar la solidaridad del pueblo de Hong Kong a los estudiantes de Tiananmen. A su regreso a Hong Kong, Lee vivió su vida como ciudadano chino y como cristiano, sindicalista y parlamentario comprometido con la libertad, la democracia y la justicia. Ahora sus ideales quedaron derrotados en todos los ámbitos. Nuestro encuentro en la cárcel duró sólo 15 minutos y había un cristal entre nosotros. Al descolgar el teléfono, me pregunté qué palabras debía decirle para darle ánimos. No hizo falta. Fue él quien me infundió valor. Me encontré con un hombre libre y fuerte.

 

* Misionero del PIME y sinólogo

 

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