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LÍBANO - VATICANO
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Canonización de Ignacio Maloyán: memoria y vitalidad espiritual de las Iglesias de Oriente

de Fady Noun

Mañana se celebrará en San Pedro la ceremonia de canonización del arzobispo armenio católico, mártir del genocidio de 1915. Estarán presentes el presidente libanés Joseph Aoun, el primer ministro armenio Nikol Pashinyán y el patriarca Minassián, junto con cientos de fieles de la diáspora. Para muchos armenios, “este día histórico es también un día de justicia”.

 

Beirut (AsiaNews) - Mañana, domingo 19 de octubre, los armenios católicos vivirán en Roma un día de gloria, con la canonización en la Plaza de San Pedro de Mons. Ignacio Maloyán, arzobispo armenio-católico de Mardin - hoy Turquía - martirizado durante el genocidio perpetrado por los Jóvenes Turcos en 1915. Presidida por el Papa León XIV, la ceremonia se celebrará en presencia de numerosas autoridades, entre ellas el presidente libanés Joseph Aoun, el primer ministro armenio Nikol Pashinyán y el patriarca armenio Raphaël Bedros XXI Minassián. También se espera la participación de varios centenares de armenios católicos procedentes del Líbano, Armenia y la diáspora, entre ellos sobrinos y primos de tercera generación del obispo mártir. El monasterio patriarcal de Bzommar, en el Líbano, donde se encuentra un museo dedicado al prelado, estará en el centro del evento.

Cientos de fieles han sido invitados a la ceremonia de canonización y no se excluye que el pontífice pueda dirigirles unas palabras de saludo al concluir la misa. El reconocimiento de la santidad de Ignacio Maloyán marca un momento importante no solo para la Iglesia católica armenia, sino también para el Líbano, principal país de acogida de los armenios que huyeron de la persecución otomana y que muchos armenios consideran su “segunda patria”. Este país sigue siendo hasta la actualidad un centro fundamental de la memoria cristiana armenia para todo Oriente Medio.

Formación en el monasterio de Bzommar

Nacido en 1869 en Mardin, Choukrallah Maloyán, que tomará el nombre religioso de Ignacio en honor a San Ignacio de Antioquía, ingresó muy joven en el seminario del monasterio patriarcal armenio católico de Bzommar (Kesrouán), en el corazón de las montañas libanesas. Allí pasó cerca de quince años de intensa formación intelectual y religiosa, en un contexto espiritual caracterizado tanto por la tradición oriental como por la fidelidad a Roma. Ordenado sacerdote en 1896, el futuro arzobispo ejerció su ministerio en Egipto antes de ser nombrado arzobispo de Mardin, en la Alta Mesopotamia, en 1911. Al frente de una diócesis armenia floreciente pero amenazada, muy pronto el prelado se distinguió por su devoción al Sagrado Corazón y su defensa de los más pobres.

Nube sobrenatural

En 1915, durante las deportaciones y masacres perpetradas contra los armenios en el Imperio Otomano, Mons. Maloyán fue arrestado junto con cientos de fieles. Se negó a convertirse al Islam y fue torturado - le arrancaron las uñas - y martirizado el 11 de junio junto con varios centenares de deportados, en el camino a Diarbakir, a varios días de marcha de Mardin. Según relatos coincidentes reportados por los soldados que acompañaban las columnas de deportados, una “nube sobrenatural” cubrió a la comunidad de los mártires durante la ceremonia de la fracción del pan que Mons. Maloyán había celebrado antes de la ejecución. La nube, considerada milagrosa, los mantuvo ocultos a la vista de sus verdugos.

El obispo mártir fue beatificado por Juan Pablo II, que reconoció su martirio in odium fidei (por odio a la fe) el 7 de octubre de 2001. El decreto de canonización fue firmado por el papa Francisco, sin necesidad de un milagro, en virtud de su heroico testimonio. La canonización de Mons. Maloyán se inscribe en el contexto más amplio del reconocimiento eclesial de los mártires armenios. Con ocasión del centenario de estas masacres (2015) la Iglesia, a través del pontífice argentino, utilizó por primera vez el término “genocidio” para definir esta masacre. Durante la solemne liturgia en la Plaza de San Pedro, el Papa fallecido en abril pasado se refirió al “primer genocidio del siglo XX”. En junio de 2022 dos frailes capuchinos, Thomas Saleh y Leonardo Melki, también víctimas del genocidio, fueron declarados beatos durante una misa celebrada en el convento de la Cruz, cerca de Beirut. Mons. Machdots Zahterián, obispo libanés y rector del seminario de los Santos Arcángeles, cerca de Ereván, afirmó que “este momento histórico es también un momento de justicia”.

Líbano, memoria y baluarte de fe

El Líbano, donde Mons. Maloyán recibió su formación, ocupa un lugar central en la historia de la Iglesia católica armenia y de todas las demás minorías cristianas deportadas de Turquía. El monasterio de Bzommar, sede del Patriarcado armenio católico, sigue siendo hoy el corazón espiritual de esta Iglesia oriental de derecho propio (sui iuris) unida a Roma.

En el pasado, en el País de los Cedros residía una importante comunidad armenia, compuesta principalmente por los supervivientes del genocidio. La guerra y la creación de Armenia tras el colapso de la Unión Soviética llevaron a emigrar a una parte no despreciable de esta comunidad, representada en el Parlamento por seis diputados: un armenio católico y cinco armenios ortodoxos pertenecientes a la Iglesia apostólica armenia, que es la Iglesia mayoritaria en el Líbano.

Estos parlamentarios representan al Catolicosado de la Gran Casa de Cilicia, que tiene jurisdicción sobre los armenios de Siria, Líbano y Chipre, y cuya sede se encuentra en Antelias, localidad al norte de Beirut. Esta sede autocéfala permanece no obstante en comunión con el Catolicosado central de Etchmiadzine, cerca de Ereván, la capital de Armenia. Entre los libaneses que asistirán a la ceremonia se encuentran los diputados Jean Talousián y Paula Yacoubián. “Estaré allí para que se produzca un milagro, la salvación del Líbano” afirmó la joven diputada independiente, cuya energía y locuacidad a menudo caracterizan las sesiones parlamentarias.

Raíz santa

En este siglo caracterizado, según palabras del Papa Francisco, “por el ecumenismo de los mártires”, la figura de san Ignacio Maloyán debería interpelar a los fieles de un Oriente atormentado y a veces diezmado por factores profundamente críticos: el fundamentalismo procedente de Oriente, el aventurismo procedente de Occidente, el ficticio Estado Islámico en busca de un territorio y un califato, y la invasión de Irak por parte del presidente George W. Bush con una vergonzosa mentira planetaria.

Según L’Œuvre d’Orient, de más de 10 millones de armenios dispersos por el mundo hay cerca de 600 mil armenios católicos, de los cuales 450 mil viven en Armenia y en los países de la ex Unión Soviética. En el Líbano, desangrado por una hemorragia humana que no da señales de disminuir, se estima que la población armenia supera las 150 mil personas, pertenecientes a todas las confesiones armenias. La canonización del santo obispo no es solo un acto de memoria, sino una afirmación de la vitalidad espiritual de las Iglesias de Oriente. Sin duda reducidas en muchos países de Oriente Medio a un “resto” o a un “cepa”, estas Iglesias proclaman una vez más, con Tertuliano y santos como Ignacio Maloyán, que “la cepa es santa” y que “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

 

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