08/05/2025, 13.25
LINTERNAS ROJAS
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Ciudades más pequeñas que metrópolis: la inversión del consumo en China

de Lisa Bongiovanni

En la era de los aranceles, es vital para Pekín estimular la demanda interna. Pero el consumo crece lentamente y ya no son las megaciudades las que lo impulsan, sino las ciudades pequeñas, donde aumentan los salarios y la confianza en la economía. Y estos son cambios que también podrían provocar cambios sociales.

Milán (AsiaNews/Agencias) - El gasto de los consumidores en China sigue creciendo tímidamente. Pero hay una tendencia interesante que empieza a manifestarse: ya no son las inmensas megalópolis las que lo impulsan, sino las pequeñas ciudades.

La reactivación del consumo es ahora una prioridad para Pekín: los aranceles y la guerra comercial no dejan alternativa a la «fábrica del mundo», que se ve obligada a reducir su dependencia de las exportaciones. Las autoridades intentan estimular la demanda interna aumentando el poder adquisitivo y reduciendo las cargas financieras. Entre otras medidas, se ha decidido aumentar el déficit presupuestario del 3% al 4% del PIB para 2025, una desviación de la prudencia fiscal tradicional que ha sorprendido a los observadores. Baste recordar que la República Popular había fijado el déficit en el 3% incluso durante la pandemia.

En 2024, el consumo aumentó, pero no lo suficiente. Las estadísticas oficiales hablan de un aumento medio del 5%. Pero se trata de un reto complejo, porque las políticas económicas por sí solas no bastan si no afectan a la confianza y los hábitos de los consumidores. Por tanto, más que la cifra en sí -que puede resultar efímera- es necesario comprender cómo están cambiando estos comportamientos. Y lo que llama la atención de los analistas es -precisamente- la distribución geográfica del consumo que está surgiendo.

Las ciudades chinas se clasifican en varios niveles según su población y tamaño económico. Las megaciudades están en el primer nivel, las capitales de provincia en el segundo y todas las ciudades más pequeñas en los niveles inferiores. Históricamente, siempre han sido las ciudades de primer nivel, como Shanghái y Pekín, las que han liderado el aumento del consumo; en 2024, sin embargo, cedieron el protagonismo a las ciudades de tercer y cuarto nivel. Shanghái se ralentizó, registrando sólo un +0,4%. En cambio, Binzhou -ciudad de cuarto nivel en la provincia de Shandong, que cuenta con «sólo» 4 millones de habitantes en su distrito (relativamente pocos para el contexto chino)- alcanzó el +7,8%, según datos de una encuesta de The Paper.

Confirmando la nueva geografía del consumo, se está despoblando en las redes sociales la figura de las «nobles provincianas», una poderosa clase de consumidoras que viven lejos de las megaciudades. Se trata de mujeres acomodadas que están reconfigurando el mercado del lujo y siguen un estilo de vida más moderno y consciente. Estas cifras explican la apertura de tiendas de diferentes marcas de lujo en pequeñas ciudades, una opción que hace años sólo atañía a cadenas como McDonalds. El gasto en lujo en 2024 en las ciudades de segundo y tercer nivel aumentó un 22% y un 9% respectivamente.

Según datos oficiales, recogidos por Sixth Tone, los hogares gastan más en las ciudades pequeñas. En Shanghai, los hogares gastan el 60% de su renta disponible, mientras que en Yongzhou, ciudad de cuarto nivel de la provincia de Hunan, gastan el 80% de media.

Según los expertos, la propensión al gasto depende de la confianza que los consumidores tengan en el mercado. En una encuesta realizada por McKinsey, los jóvenes entrevistados en ciudades pequeñas expresaron más confianza en la economía china que sus coetáneos de las grandes ciudades. No puede descartarse que esta percepción esté influida por la caída del valor de la vivienda, lo que demuestra la complejidad de poner en marcha una política económica eficaz en un país tan vasto y económicamente desigual. El hundimiento de gigantes inmobiliarios como Evergrande ha empobrecido más al segmento superior de la población, que suele poseer más propiedades y vivir en la metrópoli. En cambio, los estratos más bajos han visto aumentar su poder adquisitivo.

La confianza de los consumidores también depende del aumento de los ingresos. En las ciudades pequeñas, los salarios han subido, gracias al desarrollo tecnológico y al aumento de su población. En la última década, las pequeñas ciudades han abandonado el sistema maoísta de «registro de hogares» para atraer a nuevos residentes. Este sistema - concebido para limitar el éxodo del campo - asignaba a cada ciudadano un estatus legal de residencia «urbana» o «rural» y lo ataba a un lugar concreto limitando el beneficio de ciertos servicios esenciales. Al eliminar estas limitaciones, el flujo de personas procedentes de las grandes ciudades trajo nuevos hábitos de consumo a los pequeños pueblos, desencadenando un círculo virtuoso. La innovación tecnológica ha facilitado estos movimientos, permitiendo a las ciudades más pequeñas competir con las más grandes. Un ejemplo es la ciudad de Heze, en la provincia oriental de Shandong, donde el crecimiento del comercio electrónico y el desarrollo del transporte han estimulado la industria local de las flores. La deslocalización de la producción a pequeñas ciudades, donde la mano de obra es más barata, ha generado riqueza al crear nuevos puestos de trabajo.

El crecimiento del PIB chino del 5,4% en el primer trimestre de 2025 fue bien acogido. Aunque la cifra se refiere al periodo anterior a la crisis, los medios estatales se suben a la ola para impulsar la confianza en el mercado. En las redes sociales se burlan de los icónicos sombreros «Maga», seguramente fabricados en China. Y la famosa frase de Mao de que Estados Unidos no es más que un tigre de papel vuelve a estar de moda, para minimizar la amenaza exterior y reforzar la cohesión interna.

Por otra parte, sin embargo, el históricamente bajo nivel de consumo de China no es producto de la casualidad. Como escribió en X Michael Pettis, investigador principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional: «Ha sido un factor clave del modelo de crecimiento económico del país, en torno al cual han evolucionado tres o cuatro décadas de instituciones políticas, financieras, jurídicas y comerciales en China. Cambiarlo no será fácil». Incluso hoy en día, cuanto más gastan los hogares, menos queda en la reserva de ahorros de la que dependen los bancos estatales chinos para financiar sectores clave -como la inteligencia artificial y las tecnologías innovadoras- que darían a Pekín una ventaja estratégica sobre Washington. Una economía impulsada por el consumo también provocaría cambios radicales en el sistema social que Xi Jinping quiere controlar obsesivamente.


 

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