13/12/2025, 13.17
MUNDO RUSO
Enviar a un amigo

Doscientos años de revoluciones en Rusia

de Stefano Caprio

En la revuelta de los Decembristas del 14 de diciembre de 1825 algunos oficiales del ejército e intelectuales partidarios de reformas liberales intentaron tomar el poder después de la repentina muerte del zar Alejandro I y fueron brutalmente reprimidos por el nuevo zar Nicolás I. Un ícono de la recurrente alternancia de “sistema” y “revuelta”, régimen y anarquía, en la parábola de la historia rusa.

 

En estos días se suceden en Rusia dos fechas muy significativas: el 12 de diciembre fue el Día de la Constitución, que celebra la ley fundamental aprobada por Boris Yeltsin en 1993, un par de meses después de los cañonazos contra el edificio del Soviet Supremo donde se habían atrincherado los diputados para impugnar el nuevo poder pro-occidental, tras la caída de la Unión Soviética. Fue el acto formal que sancionó el fin del régimen comunista, con el paso a la economía de mercado y la eliminación de las instituciones de planificación y control. De aquel texto ya solo quedan la carcasa, después de haber sido distorsionado en 2020 por las modificaciones impuestas por Vladimir Putin para consagrar el nuevo régimen soberanista ortodoxo de la “vertical del poder”.

El 14 de diciembre se conmemoran los doscientos años de la revuelta de los Decembristas, que en 1825 intentaron tomar el poder tras la repentina muerte del zar Alejandro I. A pesar de la gloria de la victoria sobre Napoleón, este no se había decidido a introducir las reformas liberales que tanto deseaban los oficiales del ejército y los intelectuales rusos. La revuelta fue sofocada por el nuevo zar Nicolás I, hermano de Alejandro, quien se dedicó a imponer el orden y la represión en Rusia y en cualquier otro país, lo que le valió el título de “gendarme de Europa”.

Ambas fechas se entrelazan en una relectura de la historia reciente y antigua de Rusia, siempre oscilando entre los largos inviernos de los “estancamientos” dictatoriales y las explosiones primaverales de nuevas revueltas populares, sin encontrar jamás un equilibrio entre sus diversas almas. En el congreso sobre el bicentenario de la revuelta que se llevó a cabo en la Academia de Ciencias de Moscú, uno de los historiadores más prestigiosos, Yuri Pivovárov, propuso como clave de interpretación el péndulo entre samoderzhavie (“autocracia”) y samovlastie (“auto-poder”), dos términos casi idénticos para indicar la contraposición entre “sistema” y “revuelta”, entre régimen y anarquía.

Rusia es históricamente propensa al exceso en las contradicciones, y precisamente desde la época de los decembristas esto se manifiesta en una serie de imágenes opuestas y sucesivas: desde la “Santa Alianza” de Alejandro I en 1815 (la primera “Unión Europea”) se llega en 1853 a la Guerra de Crimea de Nicolás I, cuando Rusia se enfrente a toda Europa, y después  se ponen en marcha las grandes reformas de Alejandro II con la abolición de la servidumbre de la gleba en 1861. Esta decisión sería luego premiada con 80 intentos de asesinato del zar, que terminaron con su muerte en 1881 a manos de los revolucionarios, premisa del ascenso al poder de los bolcheviques después de las revoluciones de 1905 y de febrero de 1917, antes de la gran Revolución de Octubre.

Los setenta años de comunismo totalitario sin duda tampoco fueron pacíficos y uniformes; después de la guerra civil de 1918-1920, comenzó una prolongada lucha interna dentro del partido, que ganó Stalin en 1930 después de haber eliminado a todos sus adversarios. Este instauró el régimen del terror que posteriormente fue denunciado durante el “deshielo” de Jruschov en 1957, reemplazado a su vez por Brézhnev en 1964 con la restauración del control neo-estalinista. Gorbachov intentó luego la “revolución amable” de la perestroika en 1986 y terminó cediendo al intento de golpe de Estado de la KGB en 1991, frustrado por Yeltsin, quien subió a un tanque y fue aclamado por el pueblo, que al día siguiente se congregó para demoler el monumento en la plaza Lubianka, la sede de la KGB, que representaba a su fundador Félix Dzerzhinski.

No sorprende entonces que el régimen “democrático” de Yeltsin, inaugurado por los cañonazos de 1993, también se transformara luego en una serie de guerras y revueltas en Chechenia, Ingusetia y Transnistria, para finalmente converger en la dictadura actual de Vladimir Putin, construida sobre la represión de las manifestaciones populares organizadas por Alekséi Navalny, que a su vez desembocó en la guerra contra Georgia, Ucrania, Europa, Occidente y el Anticristo universal. Del samovlastie de Yeltsin, que daba a cada uno la posibilidad de acaparar “todo el poder que es capaz de engullir”, hemos regresado al samoderzhavie de Putin, un sistema de poder que no deja ninguna libertad o esperanza de cambio, hasta el próximo giro de la brújula enloquecida de Rusia.

Se vuelve a plantear entonces una vez más la pregunta que los estudiosos están analizando en estos días a propósito de los decembristas: ¿son meras reacciones debido a la insatisfacción por el papel de Rusia en la historia, o son materialización de ideologías capaces de formar nuevos sistemas estatales, destinados a cambiar el rostro del mundo entero? Esta es hoy la cuestión: si el putinismo está destinado a agotarse y desaparecer, o llegará a dominar el resto del mundo, comenzando por los Estados Unidos de su amigo Trump. Los decembristas eran aclamados por los soviéticos como el comienzo de la gran epopeya revolucionaria, pero después quedaron olvidados con la instauración del régimen de Putin, que no tolera ningún atisbo de revuelta popular.

Sin embargo, al grupo de los decembristas también hacía referencia el joven Aleksandr Pushkin, poeta del redescubrimiento del alma rusa después de un siglo de occidentalismo, tan celebrado hoy por los rusos como odiado por los ucranianos, por haberles arrebatado al primer verdadero gran poeta y escritor ucraniano, Nikolái Gógol, haciendo que se enamorara de la Gran Rusia. En el curso sobre los “Fundamentos y principios de la estatalidad rusa”, actualmente obligatorio en todas las escuelas rusas de cualquier orden y grado - como las lecciones de marxismo y materialismo dialéctico en la época soviética - la revuelta de 1825 queda completamente oscurecida, y la historia se relee con la clave de la censura de Nicolás I, la Okhrana madre de los servicios secretos, hasta la KGB y el actual FSB, la escuela de poder de Putin e incluso del patriarca Kirill de Moscú.

Los nobles y oficiales que se reunieron en la plaza del Senado de San Petersburgo el 14 de diciembre de 1825 pretendían precisamente eliminar la autocracia, impidiendo el ascenso al trono de Nicolás I, un golpe de Estado que se estaba preparando desde hacía años y que fue acelerado por la muerte inesperada de Alejandro I en la ciudad de Taganrog, al sur de Rusia, donde se encontraba acompañando a su esposa para que recibiera tratamiento médico. La desaparición del zar victorioso es uno de los grandes misterios de la historia rusa, considerando que se produjo a la relativamente joven edad de 48 años y a la que no siguió una verdadera autopsia. La leyenda posterior presenta al zar transformado en el starets Fiódor Kuzmich, predicador itinerante de Siberia, y ningún régimen posterior ha querido jamás verificar a quién pertenecen realmente los restos sepultados en la tumba de la catedral de los Santos Pedro y Pablo de San Petersburgo junto con los otros zares de la época moderna, donde también se encuentran los restos del último zar Nicolás II y su familia, recuperados de las fosas comunes en los Urales e igualmente dudosos.

La incertidumbre sobre el destino de los zares y de su memoria refleja la necesidad de reescribir continuamente la historia de Rusia, que hoy constituye una de las principales motivaciones de la ideología soberanista e imperial del zar Putin. “Crimea es nuestra”, “el Donbás siempre ha sido ruso”, la voluntad de atribuirse el Báltico, el Cáucaso, Asia Central y quizás otras regiones del mundo, desde África hasta Sudamérica, caracterizan la búsqueda espasmódica de una identidad que no está vinculada verdaderamente a la tierra, sino a las esferas superiores del cielo ideológico. Esta era también la contradicción interior de Alejandro I, que cuando entró triunfalmente en París en 1814 había pensado que podía reunificar a todos los pueblos e incluso a las Iglesias, uniendo en la “Santa” Alianza a los ortodoxos rusos con los católicos austriacos y los protestantes prusianos.

La guerra ucraniana de Putin evoca explícitamente la victoria de Stalin sobre los nazis, pero no menos significativa es la memoria del período que siguió a las guerras napoleónicas, en el que la premisa ideológica era precisamente la contraposición entre poder absoluto y revolución liberal, entre samoderzhavie y samovlastie. Los decembristas derivaban en parte de una sociedad secreta que se formó en Moscú en 1818, la Soyuz Blagodenstviya, “la Unión de la Prosperidad”, cuyo objetivo era formar un movimiento popular de orientación liberal para construir una sociedad sin ninguna forma de dictadura y de esclavitud, un sueño romántico que ha resurgido con frecuencia a lo largo de la historia dando paso casi siempre a nuevas formas de autocracia. Los ideales de la sociedad liberal presuponían un acercamiento entre los intelectuales y el pueblo, como había ocurrido durante la guerra contra Napoleón, con el encuentro entre los oficiales y los soldados más humildes.

El gran escritor ruso Iván Turgueniev describió este encuentro en las "Memorias de un cazador", donde el noble narrador se topa durante la cacería con una serie de figuras humildes, como los campesinos Khor y Kalinich que viven en el bosque y expresan sentimientos de auténtica dignidad humana. Para describir estos encuentros, Turgueniev acuñó un término que hoy está muy difundido, el populizm del latín rusificado (el escritor incorporó luego en sus novelas otros términos que se volvieron universales, como anarkhizm y nigilizm), profetizando la gran ambigüedad de los tiempos en que vivimos en el tercer milenio, entre las ilusiones soberanistas de los nuevos emperadores y las confusiones populistas de las ideologías artificiales, a la espera de un mundo nuevo y de nuevas revoluciones.

"MUNDO RUSO" ES EL BOLETÍN DE ASIANEWS DEDICADO A RUSIA ¿QUIERES RECIBIRLO CADA SÁBADO EN TU CORREO ELECTRÓNICO? SUSCRÍBETE AL BOLETÍN EN ESTE ENLACE

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Moscú, casi 500 obispos ortodoxos-rusos en Sínodo extraordinario
30/11/2017 09:56
A 100 años de la Revolución de Octubre, el martirio de la Iglesia católica en la URSS
24/10/2017 14:01
Patriarca di Moscú: La Revolución rusa, la acusación a la inteligencia
03/04/2017 13:32
La división de la India, un drama que separa familias desde hace 75 años
27/05/2022 14:32
Miembro del Partido critica el “culto” de Mao: es despedido
17/01/2017 10:29


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”