El Papa a los 32 nuevos sacerdotes: 'Sean cercanos al rebaño, sin hacer diferencias'

El Papa León XIV presidió hoy en San Pedro la misa con la que concluye el Jubileo de los presbíteros. Nuevos ordenados de la India, Sri Lanka, Vietnam y Corea del Sur. Invitó a ofrecer el perdón, buscar a los excluidos y "atesorar" las historias de "misioneros y campeones de la caridad". Ezequiel recuerda que el amor de Dios es "universal": "No hay lugar para divisiones ni odios".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - A las 9 de la mañana de hoy - solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y 29ª Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes - el Papa León XIV presidió en el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro la misa con 32 ordenaciones sacerdotales, que concluye el Jubileo dedicado a los presbíteros. Los sacerdotes recién ordenados provienen de todo el mundo, y entre ellos hay algunos asiáticos de la India, Sri Lanka, Vietnam y Corea del Sur. "Estén cerca de su rebaño, donen su tiempo y sus energías a todos, sin escatimarse, sin hacer diferencias", les dijo el pontífice.

Al final de la homilía, Prevost se dirigió especialmente a los ordenandos, que inmediatamente después recibieron la imposición de manos. Les comunicó "algunas cosas sencillas", pero "importantes para su futuro y para el de las almas que les serán confiadas. Amen a Dios y a los hermanos, sean generosos, fervorosos en la celebración de los sacramentos, en la oración —especialmente en la adoración— y en el ministerio". Estas "invitaciones derivan del costado abierto del Crucificado y el ejemplo de los santos". Invitó entonces a recordar a estos últimos, porque la Iglesia "en su historia milenaria, ha tenido —y tiene todavía hoy— figuras maravillosas de santidad sacerdotal. A partir de la comunidad de los orígenes, la Iglesia ha generado y conocido, entre sus sacerdotes, mártires, apóstoles incansables, misioneros y campeones de la caridad".

Son vidas que hay que "atesorar", añadió el Papa, que pueden inspirar y representar un modelo a seguir en el ministerio sacerdotal. "interésense por sus historias, estudien sus vidas y sus obras, imiten sus virtudes, déjense encender por su celo e invoquen con frecuencia y con insistencia su intercesión", invitó León XIV a los 32 futuros sacerdotes. Porque el mundo de hoy propone con demasiada frecuencia "modelos de éxito y prestigio discutibles e inconsistentes. No se dejen embaucar por ellos", añadió el obispo de Roma. "Miren más bien el sólido ejemplo y los frutos del apostolado, muchas veces escondido y humilde […] y mantengan su memoria con su fidelidad".

Al comienzo de la homilía, Prevost expresó la "alegría" de celebrar la Eucaristía en el contexto del Jubileo, junto a la tumba del apóstol Pedro. "Hablar del Corazón de Cristo en este contexto es hablar de todo el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Señor, confiado de manera especial a nosotros para que lo hagamos presente en el mundo". Siguió el comentario a las lecturas del día. En la primera de ellas, del libro de Ezequiel (Ez 34,11-16), Dios es representado como "un pastor que guarda su rebaño, contando sus ovejas una por una: va en busca de las perdidas, cura a las heridas, sostiene a las débiles y enfermas", prosiguió el Papa. El profeta recuerda "en un tiempo de grandes y terribles conflictos, que el amor del Señor, del cual estamos llamados a dejarnos abrazar y moldear, es universal". A sus ojos, en efecto, "no hay lugar para divisiones ni odios de ningún tipo".

En la segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Romanos (Rm 5,5b-11), el apóstol de las gentes "nos invita a abandonarnos a la acción transformadora de su Espíritu que habita en nosotros, en un camino diario de conversión", señaló el Papa León. Dios nunca abandona, "Sin embargo, estamos llamados a cooperar con Él, ante todo, poniendo en el centro de nuestra existencia la Eucaristía", y luego a través de los sacramentos y la oración. En el Evangelio (Lc 15,3-7) Dios siente una gran alegría "por el regreso al redil de una sola de sus ovejas". "Es una invitación a hacernos […] semilla de concordia entre los hermanos, cargando sobre nuestros hombros a los que se han perdido, perdonando a los que han errado, yendo en busca de los que se han alejado o han quedado excluidos, cuidando a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu". Dando así vida a un "gran intercambio de amor".