El Papa tras el ataque estadounidense: «La diplomacia debe acallar las armas»

En el Ángelus, León XIV comentó el «dramático escenario» en Oriente Medio pocas horas después del anuncio de Trump de la intervención estadounidense en Irán. «La humanidad clama y pide la paz: es un grito que exige responsabilidad y razón». «No existen conflictos «lejanos» cuando está en juego la dignidad humana». La invitación a no olvidar el «sufrimiento diario de la población», especialmente en Gaza.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - «¡Que la diplomacia haga callar las armas! Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con violencia y conflictos sangrientos». El papa León XIV, esta mañana, tras el rezo del Ángelus, no se anduvo con rodeos. El uso de las armas representa un deterioro del diálogo, de la diplomacia y de la paz, que es imposible «sin un verdadero desarme», como decía el papa Francisco en su mensaje de la pasada Pascua.

«Hemos completado con éxito nuestro ataque a los tres emplazamientos nucleares de Irán, entre ellos Fordow, Natanz y Esfahan». Con estas palabras compartidas en Truth, Donald Trump ha anunciado en las últimas horas la intervención estadounidense en la ofensiva de Israel contra Teherán. Mientras el mundo contiene la respiración, con máxima alerta en las bases estadounidenses, misiles lanzados contra Tel Aviv y Jerusalén, y la amenaza de «consecuencias eternas» de los Pasdaran, Prevost no ha perdido la oportunidad de hablar de las «alarmantes noticias procedentes de Oriente Medio». «Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz», afirmó. «Es un grito que pide responsabilidad y razón».

El llamamiento «a la responsabilidad y la razón» fue compartido por el pontífice hace más de una semana, inmediatamente después del ataque israelí a Irán en la noche del 12 al 13 de junio. Hoy lo ha reiterado, tras un nuevo deterioro de la estabilidad de la región. El «grito» que pide la paz «no debe ser sofocado por el estruendo de las armas y las palabras retóricas que incitan al conflicto», dijo. Compartió un nuevo llamamiento: «Cada miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en un abismo irreparable». «No existen conflictos «lejanos» cuando está en juego la dignidad humana», añadió desde la ventana del Palacio Apostólico Vaticano, con la cabeza inclinada sobre el papel.

La guerra, añadió Prevost, «no resuelve los problemas». Más bien, «los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en sanar», afirmó. «Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado». En este «escenario dramático» que se perfila en Oriente Medio, con la implicación de las potencias internacionales, el Papa recordó que «incluye a Israel y Palestina». «Se corre el riesgo de que caiga en el olvido el sufrimiento cotidiano de la población, especialmente en Gaza y en otros territorios, donde la urgencia de un apoyo humanitario adecuado es cada vez más apremiante», recordó Prevost.

Antes de recitar la oración mariana, el papa León XIV recordó la solemnidad del Corpus Domini que se celebra hoy en muchos países. Y comentó el Evangelio de hoy, que narra el milagro de los panes y los peces (cf. Lc 9,11-17). Este revela cómo incluso los «pequeños» dones de Dios «crecen tanto más cuanto más se comparten». Pero, en el contexto de la solemnidad de hoy, el milagro conduce a una «realidad aún más profunda». «Sabemos [...] que, en la raíz de todo compartir humano, hay uno más grande que lo precede: el de Dios hacia nosotros», dijo el Papa.

«Pensemos en lo bonito que es, cuando hacemos un regalo —quizás pequeño, proporcional a nuestras posibilidades— ver que es apreciado por quien lo recibe», añadió. Esto es lo que ocurre también en la Eucaristía. « Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le llevamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con la misma alegría su don de amor». «De este modo —añadió, citando a san Agustín—, como de los "granos de trigo, reunidos juntos [...] se forma un solo pan, así en la concordia de la caridad se forma un solo cuerpo de Cristo» .