El Papa: compromiso de todos para lograr un trabajo estable y digno
Las palabras de León XIV a los peregrinos llegados a Roma para el Jubileo del mundo del trabajo, aplazado hasta mayo por la muerte de Francisco. El deseo de un crecimiento del empleo que «permita expresar la creatividad del individuo y su capacidad de hacer el bien». La referencia al magisterio de Juan Pablo II en Polonia y al testimonio del beato Isidoro Bakanja, joven aprendiz africano.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - «Un compromiso colectivo, por parte de las instituciones y de la sociedad civil, para crear oportunidades de empleo válidas que ofrezcan estabilidad y dignidad, asegurando sobre todo a los jóvenes la realización de sus sueños y la contribución al bien común». Esto es lo que ha pedido esta mañana el papa León XIV al dirigirse, durante la audiencia jubilar celebrada en la plaza de San Pedro, a los cerca de 10.000 peregrinos procedentes de Italia y de todo el mundo para el Jubileo del mundo del trabajo.
El evento debía celebrarse del 1 al 4 de mayo, coincidiendo con la Fiesta del Trabajo. Debido al fallecimiento del papa Francisco, este y otros eventos jubilares fueron cancelados. Sin embargo, tras las numerosas solicitudes recibidas, el dicasterio para la Evangelización, responsable de los eventos del Año Santo, ha querido fijar para hoy esta nueva cita, a la que se han sumado numerosos sindicatos, asociaciones profesionales, liberales y del mundo de la cooperación.
«El trabajo debe ser una fuente de esperanza y de vida, que permita expresar la creatividad del individuo y su capacidad de hacer el bien», dijo León XIV. Y en su saludo a los peregrinos de lengua polaca, recordó significativamente la larga tradición de peregrinaciones del mundo laboral en el país de Karol Wojtyla. «Su inspiración —dijo— nace de las enseñanzas de San Juan Pablo II y de su encíclica Laborem exercens, así como de la actividad del beato Don Popiełuszko. Volved a estas fuentes para afrontar las "cosas nuevas", solicitando la visión cristiana del trabajo humano».
También en la catequesis propuesta a todos los peregrinos sobre el tema jubilar de la esperanza, el papa Prevost quiso citar el testimonio de un trabajador: el beato africano Isidoro Bakanja (1887-1909), joven aprendiz, patrón de los laicos del Congo. «Se hizo amigo de los misioneros católicos, los monjes trapenses: estos le hablaron de Jesús y él aceptó seguir la instrucción cristiana y recibir el bautismo, alrededor de los veinte años —recordó el papa—. A partir de ese momento, su testimonio se hizo cada vez más luminoso. Esperar es dar testimonio: cuando damos testimonio de la vida nueva, la luz aumenta incluso entre las dificultades».
En aquella época colonial, Isidoro se encontró trabajando como jornalero agrícola para un patrón europeo sin escrúpulos, que no soportaba su fe y su autenticidad. «El patrón —dijo León XIV— odiaba el cristianismo y a los misioneros que defendían a los indígenas contra los abusos de los colonizadores, pero Isidoro llevó hasta el final su escapulario al cuello con la imagen de la Virgen María, sufriendo todo tipo de maltratos y torturas, sin perder la esperanza. Esperar es dar testimonio. Isidoro muere, declarando a los padres trapenses que no sienten rencor, sino que prometen rezar incluso en el más allá por quienes lo han reducido a tal estado».
«Esta es —concluyó el papa— la palabra de la Cruz. Es una palabra vivida, que rompe la cadena del mal. Es un nuevo tipo de fuerza, que confunde a los soberbios y derriba de sus tronos a los poderosos. Así surge la esperanza. Muchas veces las antiguas Iglesias del norte del mundo reciben de las Iglesias jóvenes este testimonio, que les impulsa a caminar juntos hacia el Reino de Dios, que es Reino de justicia y paz. África, en particular, pide esta conversión, y lo hace dándonos muchos jóvenes testigos de la fe».
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