06/09/2023, 10.25
KAZAJISTÁN-CHINA
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El calvario de los kazajos de Xinjiang

de Vladimir Rozanskij

Los testimonios de quienes lograron escapar de la persecución en la región china pero siguen viviendo en el limbo porque Astaná no les concede documentos por haber entrado ilegalmente en el país. La policía de Beijing presiona a los familiares que permanecen en Xinjiang.

Almaty (AsiaNews) - El sitio Azattlyk sigue difundiendo noticias sobre las dificultades de los kazajos étnicos que han abandonado Xinjiang, y de sus parientes que se han quedado en la región turca de China. Algunos de ellos, como Kayša Akan, Kaster Musakhan, Murager Alimuly han conseguido regresar a su patria original cruzando la frontera clandestinamente, por miedo a la persecución china. Llevan años viviendo con el estatuto de refugiados, pero el gobierno de Astana no se ha decidido a concederles la ciudadanía, ni siquiera los documentos necesarios para trasladarse a otro país. Según los propios refugiados, Kazajistán está bajo la presión de Beijing, que mantiene secuestrados a los familiares de los refugiados para obligarles a regresar a China.

Kayša Akan había huido a Kazajistán en mayo de 2018, pasando indocumentado por el paso fronterizo de Khorgos, tras haber sido encarcelado durante un tiempo en uno de los "campos de reeducación política" a los que han sido enviados en los últimos años cientos de miles de uigures, kazajos y otros representantes de etnias de habla turca presentes en Xinjiang. Beijing explica oficialmente esta medida como una "necesidad de desradicalizar a los ciudadanos" enseñándoles la lengua y la cultura chinas. Muchos presos de estos lagers hablan de crueles torturas, explotación laboral forzosa y experimentos médicos entre los muros de los edificios carcelarios.

En la actualidad, Kayša, de 47 años, vive en la ciudad de Talgar, en la región de Almaty, y ha conseguido formar una nueva familia con un hombre de la localidad, pero debido a la falta de documentos, la pareja no puede registrar oficialmente su unión. La madre de Kayša, de 70 años, con otro hijo adulto y dos hermanos, vive en el campo de Togyztarau, en Xinjiang, y a su hija le gustaría poder traerla a Kazajistán. Ha intentado enviarle una invitación a través de otros familiares, pero la parte china siempre ha denegado el permiso y, de hecho, la madre recibe a menudo visitas de la policía local, que exige el regreso voluntario de su hija, "de lo contrario, nos encargaremos nosotros mismos". Los chinos obligaron a uno de los hermanos a volver al pueblo desde donde trabajaba, ordenándole que no fuera a ningún otro sitio, pero prometiéndole que "si Kayša vuelve, le devolveremos el dinero de su cuenta bancaria, y también la casa". Sin embargo, está segura de que si vuelve, irá directamente a la cárcel.

A la petición de Kayša, junto con Kaster y Murager, de obtener la ciudadanía kazaja, la policía respondió basándose en la ley "Sobre Migración de la Población", según cuyo artículo 49 las personas que entraron ilegalmente en Kazajistán no pueden permanecer de forma permanente en el territorio de la república. Los otros dos también habían huido por miedo a la represión, llegando en octubre de 2019 a través de la frontera de Zaysansk, en la región de Kazajistán Oriental. A finales de 2020, a los tres se les concedió el estatuto de refugiado, con un documento de identidad de un año, que se renovó en los dos años siguientes.

Kaster, de 35 años, apacienta su rebaño de ovejas en los valles de la región de Almaty tras pasar varios meses en prisión. En Xinjiang era entrenador de caballos para competiciones hípicas, y hace poco encontró en Almaty a un entusiasta anciano que le llama para que prepare su caballo para algunas competiciones. También está preocupado por su madre, de 60 años y con mala salud, que entra y sale de los campos de reeducación con su otro hijo inválido, sin poder recibir tratamiento médico. Murager, de 29 años, había huido con él, dejando a ambos padres, a su mujer y a un hijo pequeño en Xinjiang, y hoy trabaja como cocinero en el restaurante de otro pariente en Almaty.

Algunos amigos y familiares llegan de Xinjiang con visados de turista, que ahora permiten a los ciudadanos chinos permanecer en Kazajistán durante quince días, y les dicen a los refugiados que "la policía les está esperando, saben que volverán". Como refugiados, no pueden obtener ni documentos ni trabajo regular, aunque Astana les asegura que "el Parlamento está estudiando cambios en estas normas". Siempre que obtengan el permiso de los jefes de Beijing

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