18/12/2020, 13.06
ARGELIA - ISLAM
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El estado argelino, el Islam sunita y las violaciones de la libertad religiosa

de Kamel Abderrahmani


Leyes liberticidas intentan imponer una corriente como "verdad" absoluta. La ley y la justicia se utilizan para atacar a las minorías musulmanas o los cristianos. En los tribunales islámicos radicales piden justicia contra los "apóstatas". El silencio de la Liga Argelina de Derechos Humanos y su indiferencia ante las persecuciones religiosas.

 

París (AsiaNews) - La libertad de expresión y de conciencia es un problema grave en los países de mayoría musulmana, sobre todo en Argelia. Está agonizando, si es que no ha dejado de existir. El Estado argelino intenta, por medio de leyes liberticidas, imponer su propia "verdad", como si fuera la verdad absoluta. Se trata del islam sunita, una de las variantes del Islam, que se ha institucionalizado y se considera religión oficial.

En otras palabras, el estado argelino está organizado a imagen de la mayoría musulmana: cada corriente está convencida de que su propia interpretación del Islam es la única "auténtica" y que las otras corrientes no son más que una versión herética y falsa. Sin embargo, el peligro radica en la voluntad de imponer esta versión sunita a los fieles de otras corrientes del Islam o de intentar silenciar a los ex musulmanes, sean ateos o conversos al cristianismo. Todo ello utilizando medios jurídicos que deberían estar al servicio de la justicia y del ciudadano, no de la religión, porque la ley argelina no considera la apostasía sea un delito, como dispone el artículo 144 bis del Código Penal.

La caza de musulmanes no sunitas y cristianos conversos está en pleno apogeo en el país y ha adoptado tendencias muy peligrosas. El estado argelino ha decidido, sin el menor escrúpulo, perseguir penalmente a unos treinta musulmanes pertenecientes a la corriente ahmadi, acusándolos de adherirse a una ideología diferente y desviada respecto de la que se considera oficial y legítima en el país, la sunita. Deberán comparecer la semana que viene ante los jueces del tribunal de Tizi-Ouzou, cien kilómetros al este de la capital, Argel.

Cabe señalar que no es la primera vez que el poder judicial en Argelia ataca a minorías religiosas, sólo para condenarlas. En 2017, por ejemplo, el líder de esta corriente musulmana (ahmadi) fue condenado por la justicia argelina. También está el caso del converso cristiano Slimane Bouhafs que ahora se encuentra exiliado en Túnez y, más recientemente, de la activista política Amira Bouaroui, condenada por afrenta contra el Profeta.

Todos estos ataques no son fruto de la casualidad. Son el resultado de un discurso hostil de los líderes de la facción sunita contra los ahmadis. Ellos asumen lo que dicen los eruditos sunitas: "La ahmadi es una doctrina devastadora e incrédula, que usa el Islam para enmascarar sus propios objetivos pérfidos y creencias corruptas". Esta persecución de los áhmadis y el discurso hostil de los ministros de Asuntos religiosos solo aumentan la intolerancia hacia los grupos minoritarios, estén o no vinculados de alguna manera al Islam.

En contra de los no musulmanes o de los conversos cristianos, las autoridades argelinas continúan su persecución. A menudo se denuncia a los jóvenes conversos por "ofender al profeta y atentar contra los preceptos o dogmas del Islam". La constitución argelina garantiza la libertad de expresión y la libertad de culto, pero lo que ocurre en la práctica es muy diferente. Todo esto pone de manifiesto la mal disimulada naturaleza extremista del Islam y su hostilidad contra todo lo que no sea sunita

Los cristianos son víctimas del acoso moral de la justicia argelina. Por ejemplo, el caso de Abdelghani Mameri, un cristiano copto que quería promover la Iglesia Ortodoxa en Argelia y fue condenado el martes 15 de diciembre por el tribunal de Amizour (Béjaïa) a "seis meses de cárcel y una multa de 100 mil dinares". El aula fue invadida por musulmanes de barbas largas y erizadas - símbolo del fanatismo y la falsedad islámica - que acudieron a apoyar la justicia contra los "apóstatas".

También está el caso de Mabrouk Bouakkaz, más conocido por el sobrenombre de Yuva, otro joven converso. Fue enviado nuevamente a juicio el 3 de diciembre por los magistrados en representación de la fiscalía, que pedía una pena de "seis meses de prisión y 200 mil dinares de multa" por los mismos cargos: "Ofensa al profeta y ataque contra los preceptos y dogmas del Islam”. El veredicto se esperaba para ayer, pero todavía no se sabe nada sobre el resultado.

Las virulentas reacciones del Estado argelino en realidad no son tan sorprendentes. Calificado como una dictadura residual, el gobierno argelino intenta, por medio del poder judicial, imponer el Islam en su versión sunita a toda la población. En Argelia, en el imaginario colectivo, para ser argelino hay que ser sunita, sin hacer ninguna referencia a la pertenencia a un país o una religión. La diferencia está prohibida y no hay ningún respeto por la libertad religiosa, ni con los musulmanes de otras corrientes ni  mucho menos con los no musulmanes. Sin embargo, lo que llama la atención, por no decir que resulta sorprendente, es el silencio de la Liga Argelina de Derechos Humanos y su indiferencia ante las persecuciones religiosas que sufren las minorías en Argelia. Todo esto es la prueba de que los derechos humanos en Argelia no conciernen a los argelinos no sunitas o no musulmanes.

En otras palabras, si bien la libertad de conciencia está consagrada en la Constitución, en la práctica todavía está muy lejos de ser una realidad. Es más bien el sueño de algunos argelinos, porque hoy se ha extendido a toda la sociedad la práctica sunita del Islam, hasta el punto de que, durante el Ramadán, algunos ciudadanos que tienen la posibilidad prefieren huir del país para vivir en libertad y sin amenazas. Otros, silenciados, prefieren practicar su culto en las sombras para evitar la persecución oficial y solemne que el estado argelino despliega contra ellos.

 

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