La Navidad en Camboya, entre el ruido de la guerra y el deseo de paz
Celebraciones sobrias para expresar solidaridad con los soldados en el frente y los desplazados, pero también actividades de acogida y llamamientos al alto el fuego. El P. Franco Legnani, misionero del PIME en la prefectura de Battambang, cuenta la Navidad de los cristianos de Camboya, sumidos de nuevo en la guerra con Tailandia. «Sus efectos afectan a todos. Los ancianos dicen: hemos vuelto a los tiempos de los Jemeres Rojos. Que el Señor nos conceda su paz».
Battambang (AsiaNews) – En vísperas de Navidad, en muchos hogares de Camboya no se habla de celebraciones, adornos o regalos, sino de guerra. «La gente tiene miedo», cuenta el P. Franco Legnani, misionero del PIME que vive en Camboya desde 1994. Hoy es párroco de las parroquias de la provincia de Kampong Thom, en Kampong Roteh, Maniev, Preik Sboy y Kampong Ko, en la prefectura apostólica de Battambang. En una región que aún lleva las cicatrices de conflictos pasados, desde el 8 de diciembre Tailandia y Camboya han reanudado los enfrentamientos a lo largo de la disputada frontera, provocando decenas de muertos y alrededor de un millón de desplazados a ambos lados de la frontera.
«Hace solo unos días, en una casa detrás de la iglesia de Kampong Roteh, se celebró el funeral de un soldado de cuarenta años que conocía y que murió en el frente», cuenta el misionero. «Deja esposa e hijos. A la ceremonia budista también asistió la esposa del actual primer ministro. Aunque estamos lejos de la frontera, el conflicto está afectando a todo el país. Las historias que llegan a nuestras parroquias hacen que todo sea muy concreto también para nosotros, que nos encontramos en el centro de Camboya».
Este año no habrá grandes celebraciones por Navidad: «El Gobierno ha pedido que se reduzcan las fiestas: nada de karaoke ni bailes, para compartir el sufrimiento de las personas en el frente», continúa el misionero de 67 años, originario de Saronno. «El sentimiento general es de miedo. Algunos ancianos dicen que parece que hemos vuelto a la época de los Jemeres Rojos que bajaban del norte». Se refiere al movimiento comunista liderado por el dictador Pol Pot, que tomó el poder en Camboya en 1975 tras años de guerra civil y gobernó hasta 1979, instaurando uno de los regímenes más violentos y brutales del siglo pasado.
Desde junio, cuando estallaron las primeras hostilidades, continúa el drama de los desplazados y los trabajadores camboyanos expulsados de Tailandia. «Hace unas semanas conocí a una mujer que tenía una decena de niños en su casa. Me dijo que eran sus sobrinos, que habían huido de la frontera a causa de la guerra, mientras que sus padres habían regresado a las zonas de combate». Más de 900 escuelas y negocios han cerrado: «Un chico que estudiaba en una escuela gestionada por los jesuitas en Svay Sisophon, por ejemplo, ha vuelto porque han cerrado la escuela debido a que han caído bombas cerca, y ahora sigue las clases online».
«Muchas familias habían pedido préstamos contando con el dinero de sus parientes que trabajaban en Tailandia. Hace meses que esos flujos se interrumpieron y ahora solo quedan las deudas». El regreso forzoso de miles de trabajadores, tras la ruptura política entre Bangkok y Phnom Penh, afecta sobre todo a las zonas rurales.
Para el padre Legnani, el conflicto tiene sus raíces en la historia: desde 1450, tras la caída del imperio de Angkor, Camboya se convirtió en terreno de conquista de sus dos poderosos vecinos, Vietnam y Tailandia; solo durante el periodo colonial se trazaron las fronteras. «Estos días he releído un informe escrito en 1903 por un capitán francés sobre la cuestión de las fronteras entre Siam, el antiguo reino de Tailandia, y Camboya. Es impresionante: describe una misión diplomática rechazada, agresiones, acusaciones mutuas y una Camboya débil, obligada a sufrir. Cambian los protagonistas, pero el esquema es el mismo». Y las tensiones siempre se han concentrado en torno al templo de Preah Vihear, en la frontera entre los dos países.
Sin embargo, aún hoy en día, la relación de fuerzas es profundamente desequilibrada. Camboya no tiene aviación y es muy vulnerable desde el punto de vista energético. Depende de Laos y Vietnam para el suministro eléctrico. Si Tailandia atacara las líneas eléctricas o las infraestructuras energéticas a lo largo de las fronteras, el país se quedaría sin luz y sin Internet en poco tiempo. Por eso, la línea oficial de Phnom Penh se caracteriza por la moderación.
«Esta mañana, Tailandia ha bombardeado un arrozal cerca de Battambang, sembrando el pánico entre la población», comenta el misionero. «Es la demostración de que Bangkok puede golpear profundamente generando miedo».
Mientras tanto, crece el nacionalismo, en el que ambos países han apostado desde el comienzo de esta guerra. Las radios locales hacen propaganda con mensajes muy directos: «Nosotros somos las víctimas, los tailandeses los agresores». En las camisetas y en los medios de comunicación se leen eslóganes patrióticos, mientras que los productos tailandeses, desde la gasolina hasta los alimentos, han sido boicoteados.
Como consecuencia, está creciendo el consenso social hacia el Gobierno camboyano liderado por el primer ministro Hun Manet; pero, de hecho, sigue siendo su padre, Hun Sen, hoy presidente del Parlamento, quien lleva las riendas del país. El conflicto se agravó tras la difusión de una llamada telefónica entre Hun Sen y la ex primera ministra de Tailandia, Paetongtarn Shinawatra. En el audio, la ex primera ministra tailandesa se quejaba de sus propias fuerzas armadas, lo que provocó el fin de su carrera política. Incluso para varios observadores internacionales no está claro por qué Hun Sen, que siempre ha tenido una relación muy estrecha con la familia Shinawatra, difundió esa llamada telefónica.
China, que se ha ofrecido como mediadora tras los intentos fallidos de Estados Unidos y Malasia, sigue siendo un actor decisivo para normalizar la situación. Los bancos camboyanos albergan capitales chinos, y los puentes, las carreteras, el puerto de Sihanukville y la base naval de Ream han sido financiados por Pekín. Es difícil pensar que China vaya a permitir que Tailandia siga así durante mucho tiempo: tiene demasiados intereses comerciales aquí.
«En este escenario, la Iglesia camboyana intenta mantener abiertos espacios de paz. Los obispos camboyanos han hecho un llamamiento al Gobierno para que se produzca un alto el fuego inmediato. Mons. Olivier Schmitthaeusler, vicario apostólico de Phnom Penh, se ha reunido con el monje Samdech Preah Maha Areyavong Yon Seng Yeathha, líder de los budistas, para reflexionar sobre qué hacer por la paz. Es una señal clara de que aquí la paz se construye juntos.
La Navidad llega en este clima de sufrimiento e incertidumbre, pero el padre Franco y su gente esperan con esperanza la Navidad: «que el Señor nos traiga como regalo su paz».
19/08/2023 12:04
23/10/2021 14:47