06/01/2024, 15.26
MUNDO RUSO
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El segundo nacimiento de la Rusia ortodoxa

de Stefano Caprio

Este año la observancia del 7 de enero como fecha de la Navidad del calendario juliano pone especialmente de relieve en Rusia la proclamación del Patriarcado de Moscú como "única Iglesia verdadera". Pero el renacimiento de la fe patriótica no es lo único que define la Ortodoxia rusa actual. También hay otros, como el protoierej exiliado Andrey Kordochkin, que rezan con las palabras: "Devuélveme a mi madre".

 

Este año la celebración ortodoxa de la Navidad acentúa aún más el enfrentamiento de las Iglesias y los pueblos de Rusia y Ucrania. Tras la decisión de Kiev de declarar el 25 de diciembre como día oficial de la fiesta nacional que celebran las jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala y la Iglesia Católica Griega, la observancia del 7 de enero como fecha del calendario juliano pone aún más de relieve la proclamación del patriarcado de Moscú como "única Iglesia verdadera", por oposición a todas las depravaciones, no sólo morales sino también litúrgicas, del Occidente herético y cismático.

En realidad los rusos no son los únicos que se mantienen fieles al antiguo calendario, una decisión que se remonta a la misma época de la creación del Patriarcado de Moscú. El nuevo calendario fue introducido por el Papa Gregorio XIII en 1582 y siete años después se instauró el patriarcado en Moscú, una nueva realidad eclesiástica que brillaría como la "Tercera Roma", llamada a salvar el mundo tanto con las fechas "tradicionales" como con los dogmas antiguos y los valores morales y sociales. En la actualidad muchas Iglesias ortodoxas celebran el 7 de enero (aunque sigue siendo el 25 de diciembre según el calendario juliano) sin ningún orden en particular, según el grado de fidelidad a las costumbres locales y la afirmación de su propia identidad específica, tal vez precisamente para distinguirse de otras expresiones de la misma Ortodoxia, como ha sucedido históricamente en las distintas jurisdicciones de habla griega, rumana, eslava o siríaca, y que hoy vuelve a proponer el drama de la ruptura entre rusos y ucranianos.

Por lo tanto, este año es para los rusos una repetición del nacimiento del patriarcado de Moscú, la primera identificación histórica entre Iglesia y Pueblo, cuando durante mil quinientos años las estructuras eclesiásticas habían tratado siempre de evitar la superposición étnico-nacional, tanto en Oriente como en Occidente. Es paradójica la analogía con la decisión impuesta por el zar Boris Godunov, la misma que desembocó en el cisma protestante de Martín Lutero y en el principio antipapal del cuius regio, eius religio definido en la Paz de Augsburgo de 1555 firmada por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V de Habsburgo  -que también buscaba, como los rusos, una translatio imperii eficaz- para determinar la religión imperial en la coexistencia inevitable entre luteranismo y catolicismo. Las poblaciones de confesión distinta a la de los príncipes a los que estaban sometidas debían adaptarse o emigrar.

La definición más explícita de este redescubrimiento del patriarcado imperial la ofreció hace pocos días el arzobispo de Selenogrado, Savva (Tutunov), leal al patriarca Kirill de Moscú y vicario episcopal del mismo. En su canal de Telegram Cogito ergo sum habla de esta Navidad de 2024 como "el renacimiento de la Rus' Ortodoxa y del pueblo ruso; bajo el águila bicéfala se vuelve a unir la gran familia de los eslavos". Haciendo un balance del año pasado, Savva recuerda en primer lugar a los que se han perdido, "nuestros soldados y nuestra gente pacífica, incluso en estos últimos días", pero eso no debe llevarnos a la desesperación, porque "su pérdida nos fortalece, ellos son testigos de nuestra gloria, de nuestra fuerza y de ​​nuestra unidad".

Tutunov no es un satélite más del volcánico patriarca, acostumbrado a elevar y desechar a sus más cercanos colaboradores a un ritmo frenético. De 46 años, nacido en las afueras de París en una familia de emigrantes rusos de origen aristocrático de primer nivel (descendientes del príncipe Golitsyn), Sergei (su nombre de nacimiento) comenzó a frecuentar la catedral rusa de Aleksandr Nevsky de París, centro de la jurisdicción constantinopolitana creada para los rusos que emigraron después de la revolución, y suprimida en 2018 por el Patriarca Bartolomé poco antes de aprobar la autocefalia ucraniana para que no tuviera ya vínculos directos con Rusia. Después de obtener una licenciatura en Matemáticas Superiores en la Universidad de París, Sergei ingresó al seminario ortodoxo de Moscú y tomó los votos monásticos en 2001 con el nombre de Savva, en honor al "defensor de Moscú" Savva Storozhevsky, un monje que a principios del siglo XV inspiró a los ejércitos del príncipe Dmitry Donskoy contra los tártaros acampados en Zvenigorod, cerca de la capital. Regresó a París al servicio de los rusos constantinopolitanos, pero poco después fue llamado a Moscú y se incorporó al equipo del entonces metropolitano Kirill (Gundyaev), en el departamento de relaciones exteriores del patriarcado, convirtiéndose en archimandrita con apenas 30 años.

Después de la ruptura con Constantinopla, Savva fue uno de los más decisivos a la hora de convencer a sacerdotes y obispos de Europa para que se unieran al patriarcado ruso, y fue recompensado por Kirill en 2019 con el título de obispo de Selenogrado, creado especialmente para él, y vicario del patriarca de Todas las Rusias. Representa, por tanto, el modelo más evidente de afirmación eclesiástica del russkij mir, que reúne a todos sus hijos de cualquier parte del mundo: un ruso-francés que no acepta la deriva occidental de los otros ortodoxos y reafirma su verdadera identidad. Es la variante dogmático-canónica del himno Ya russkij! - ¡Soy ruso! del cantante Shaman, que ahora también se ha convertido en el jingle de la nueva campaña electoral del zar.

En su mensaje Savva dice que "por fin hemos encontrado la formulación correcta de la idea rusa", que revela al mundo "quiénes son los rusos: un etnos formado por aquellos que se consideran rusos, ya sea por nacimiento o por sincera adhesión, aquellos que aman la cultura rusa y su historia, adoptan las costumbres rusas, conocen o al menos aprecian el idioma ruso, comparten los ideales espirituales rusos, son ortodoxos o tienen respeto por la ortodoxia como nuestra fe constitutiva del pueblo”. Los rusos étnicos sólo son la vanguardia del “pueblo multicompuesto de Rusia” -para referirse al cual usa el neologismo mnogosostavnyj- y por lo tanto, según el joven arzobispo, “cualquiera que se reconozca en estos requisitos puede decir de sí mismo: ¡Soy ruso!, y un combatiente por la causa de Rusia puede gritar: ¡Somos rusos y Dios está con nosotros!”.

Para confirmar su consonancia con el canto patriótico, Savva adjunta una composición profética con respecto al  rock de Shaman, un poema de 1908 de Jakob Arakin, escrito en la época de la ocupación rusa de Harbin, en China, donde vivió y murió el poeta. En él se canta precisamente la identidad del ruso más allá de todas las fronteras: Soy ruso, y aunque nací en el norte / las tierras del sur también me son queridas, / ¡yo creo en mi amada región / en el reino victorioso de los eslavos! / Creo que llegará el momento / en que bajo el águila bicéfala / se unirá la gran familia de los eslavos (el deseo de Savva para esta Navidad), y concluye con el estribillo: Soy ruso, y rezo por los días sin miedo / por la patria amada por Dios / la Rus' que amo más que a la vida / ¡que amo con todo mi corazón!

Sin embargo, el renacimiento de la fe patriótica no es la única definición de la Ortodoxia rusa actual. Muchos otros sacerdotes rusos han sido rechazados y anatematizados por negar la interpretación bélica de la religión, y también ellos han enviado sus saludos a distintos sitios, la mayoría desde el exterior, donde siguen prestando su servicio eclesial en las Iglesias que no se han alineado con el patriarcado de Moscú -no sólo en Ucrania, sino en todo el mundo ortodoxo- cumpliendo un itinerario diametralmente opuesto al del obispo Savva.

Uno de ellos es el protoierej Andrey Kordochkin, que en el canal de YouTube de Meduza cuenta que "hace un año iba caminando por las calles de Belgrado y vi en una pared un graffiti con una caricatura malévola del rostro de Vladimir Putin y una frase: ¡Devuélveme a mi madre! Esto es lo que sienten muchas personas en todo el mundo, jóvenes y no tan jóvenes, creyentes y no creyentes: son muchos los que piden el regreso de las personas arrasadas por la guerra, pero tal vez aquella frase también pedía el regreso de la verdadera Madre Rusia, traicionada por los que ahora la han convertido en un monstruo irreconocible". El padre Andrey reconoce que "la Iglesia, o por lo menos yo personalmente, no tiene una respuesta a este pedido, pero podemos intentar acercarnos, a la luz del Evangelio".

El sacerdote, ex secretario del exarcado hispano-portugués del patriarcado de Moscú, del que fue expulsado, recuerda el episodio del ciego de nacimiento en el Evangelio de Juan, a quien los fariseos y sacerdotes someten a un interrogatorio, como si fueran miembros de los servicios del FSB, infundiendo miedo hasta en los padres del que ha recibido el milagro. "Saben que cualquiera que exprese su fe en Cristo será expulsado de la sinagoga". Al ciego también lo expulsan, porque "cuando uno de los ciegos comienza a ver, está de más, se vuelve peligroso". El padre Andrey muestra que esto se aplica hoy a "la defensa de los valores tradicionales, que el Evangelio no proclama, porque para el cristianismo estos valores no se deben defender ni imponer, son evidentes, y simplemente hay que vivirlos".

Ésta es la diferencia entre la fe "patriótica" y la fe "ecuménica", o simplemente cristiana, concluye Kordochkin: "no imponer respuestas, sino escuchar las preguntas y estar abiertos al milagro de la curación, para recuperar la vista". El ciego de nacimiento es un símbolo del bautismo pascual, el verdadero contenido de la Navidad y el verdadero renacimiento de Rusia, el renacimiento del hombre.

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