03/02/2024, 15.42
MUNDO RUSO
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El “genocidio” universal del pueblo soviético

de Stefano Caprio

El 27 de enero, Día de la Conmemoración del Holocausto en todo el mundo, para Rusia es también el día que terminó el asedio de Leningrado. Por eso hoy los rusos reinterpretan el Holocausto ya no como el exterminio de los judíos, sino como un crimen nazi contra diversos pueblos, comenzando, precisamente, por los soviéticos. Y en la versión Kirill-Putin, Moscú se presenta como el bastión de la defensa contra el "genocidio hegemónico" de los occidentales.

 

En los últimos días tuvo lugar en San Petersburgo un encuentro entre Vladimir Putin y Alexandr Lukashenko para discutir las perspectivas del "Estado unitario" entre Rusia y Bielorrusia, al que ambos presidentes quisieran incorporar también la Ucrania "desnazificada". Para la ocasión se organizó una ceremonia especial con la inauguración de un gran complejo monumental "En memoria de los pacíficos habitantes de la URSS, víctimas del genocidio nazi en los años de la Gran Guerra patriótica de 1941-1945", aplicando por primera vez de manera solemne el término "genocidio" al destino del "pueblo soviético", el arquetipo del Estado unitario que ahora quieren restaurar con "operaciones militares especiales".

Este nuevo concepto también tiene como objetivo sustituir toda la retórica del Holocausto, que ya no se refiere a los judíos, deshonrados a los ojos de los rusos como representantes del Occidente enemigo en el conflicto con los palestinos de la Franja de Gaza, ellos sí asociados a la nueva interpretación del “genocidio”. En una visión global del choque entre los frentes de una Gran Guerra contemporánea, los rusos se atribuyen no sólo la imagen de los héroes de la Victoria, sino también de las "víctimas que claman Venganza", como observa el historiador Konstantin Pakhaljuk en la Novaja Gazeta Evropa.

El 27 de enero, Día de Conmemoración del Holocausto en todo el mundo, en Rusia también se recuerda el fin del sitio de Leningrado, una verdadera tragedia y un auténtico acto de exterminio ejecutado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, con cientos de miles de víctimas de los combates y del hambre que sufrieron durante los 900 días de asedio de la capital del norte. Si hasta el año pasado Putin se reunía con los representantes de las comunidades judías y hablaba sobre el significado universal del Holocausto del pueblo judío, este año ni siquiera mencionó otra cosa que no fuera el sufrimiento del pueblo soviético, prometiendo solemnemente llevar hasta sus últimas consecuencias la lucha por la erradicación del "nazismo en el mundo contemporáneo, en todos los países y cualquiera sea la forma en que se lo llame". No era sólo una referencia a Ucrania, sino una manera de entender el conflicto mundial, incluso con referencias explícitas a los países bálticos, contra los que Rusia aumenta la tensión día a día. Y pensar que el 27 de enero fue establecido por la ONU en 2005 precisamente como un acto de respeto hacia Rusia, recordando que en esa fecha de 1945 el Ejército Rojo había liberado el campo de concentración de Auschwitz del horror nazi contra los judíos.

Hoy los rusos reinterpretan el Holocausto ya no como exterminio de los judíos, sino como un crimen nazi contra diversos pueblos, comenzando precisamente por los soviéticos. Esta es la tesis que expusieron hace pocos días la Asociación Histórica-Militar de Rusia y el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Moscú, y que resonó también en el discurso del presidente de la Duma estatal, Vyacheslav Volodin. Una declaración de la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, María Zajárova, provocó un escándalo diplomático con Israel cuando afirmó que "el Holocausto no es sólo una tragedia de los judíos", ya que los nazis también mataron a muchas personas de otras nacionalidades, acercándose casi al negacionismo de que no hubo nada especial contra los judíos en el conjunto de las persecuciones y masacres perpetradas por los nazis.

Ni siquiera los medios rusos parecen parece haber estado preparados para este giro en la interpretación de la "historia del genocidio", y en estos días publicaron los tradicionales reportajes sobre la historia del Holocausto judío, como Ria Novosti e Izvestija. La Rossijskaja Gazeta, el diario del gobierno de Moscú, dijo que los nazis exterminaron "sólo a los judíos y a los gitanos, por motivos étnicos", e incluso en los que se denominan Z-social, mucho más extremistas en su apoyo a la guerra del Kremlin, no se hizo ninguna mención al "genocidio del pueblo soviético". El Congreso Ruso Judío celebró su tradicional Semana de la Memoria con una serie de actos en el centro Kholokost, y Putin envió asimismo un saludo al Museo Judío, que sin embargo no fue publicado en el sitio web oficial de la presidencia. En compensación, la prensa rusa reaccionó indignada contra la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, por su declaración sobre la "liberación del campo de concentración de Auschwitz por parte de los soldados de la Unión" sin especificar "del Ejército Rojo", como si hubiera sido solamente una iniciativa ruso-soviética.

Por otra parte, el abuso del término "genocidio" resulta hoy evidente en muchas otras dimensiones, paralelamente a la marginalización de la tragedia de los judíos. Para justificar la operación militar especial que comenzó hace dos años, el patriarca de Moscú Kirill (Gundjaev) fue el primero que usó la expresión "genocidio del pueblo ucraniano" en referencia a la supuesta persecución de los rusoparlantes en el Donbass. El patriarca - que el 1 de febrero celebró los 15 años de su entronización - ha utilizado varias veces esta expresión en diversas circunstancias, sobre todo para denunciar el genocidio de los cristianos obligados a huir de Oriente Medio y Siria debido a las guerras islámicas. Por genocidio se entiende en ese caso el "desarraigo" de grupos étnicos, nacionales, culturales o religiosos, extensible a cualquier forma de política colonial que oprime y borra identidades diferentes.

Con su historia imperial y soviética, Rusia debería ser entonces uno de los mayores modelos de "genocidio colonialista", mientras que en la versión de Kirill-Putin se presenta como el bastión de la defensa contra el "genocidio hegemónico" de los occidentales. Los anglosaksy pretenderían imponer una visión del mundo y un sistema de vida prefabricado y estandarizado, mientras que los rusos defienden los "valores tradicionales" de cada pueblo y religión, inspirados por la Ortodoxia salvífica del mundo ruso. Para sostener esta teoría mitológica se requiere un continuo revisionismo histórico, que en cada oportunidad proponga una lectura diferente a la de los adversarios y sus súbditos. El "genocidio del pueblo soviético" tiene así su evidencia no tanto y no sólo en el sacrificio de un gran número de personas durante la invasión del ejército de Hitler, sino en la forzada separación entre rusos y ucranianos que intentaron los nazis y lograron los estadounidenses después de la caída de la Unión Soviética, creando en la práctica el "Estado artificial" de Ucrania sometido a Occidente.

El patriarca insiste en esta tentación de la división releyendo incluso los siglos anteriores junto con otros representantes de la Iglesia rusa, como hizo durante años el metropolitano Hilarión (Alféyev, actualmente exiliado en Hungría ad majorem Kirilli gloriam), arremetiendo contra los "uniatos" greco católicos como verdaderos inspiradores, desde el 1600, del "golpe de Estado de Maidán" que fomentaron los occidentales. La demonización y des-humanización de los ucranianos va de la mano de su reducción a chivo expiatorio de las acciones de los "nazis" y "fascistas" globales y colectivos, las nuevas categorías de interpretación de la realidad contemporánea, a las que se asocia perfectamente la descripción invertida del conflicto entre israelíes y palestinos. El genocidio se convierte así en el "llamado de la selva", el silbato para domesticar al perro rabioso, un término para atraer a todos aquellos que están resentidos con los amos del mundo y al mismo tiempo se sienten marginados y oprimidos, y por lo tanto son perfectamente aptos para convertirse en miembros del mundo ruso.

Las celebraciones del jubileo patriarcal se convierten entonces en una consagración de la guerra "ortodoxa", entendida como reacción contra todo ataque de los herejes similar a los iconoclastas del siglo VIII que negaban la representación de Cristo y de los santos, cuya derrota dio origen a la Fiesta litúrgica del Triunfo de la Ortodoxia a la que Kirill también se ha referido varias veces en relación con la guerra de Ucrania. El sitio web oficial del patriarcado de Moscú presenta las estadísticas "triunfales" del patriarcado de Kirill, que comenzaron cuando la Rusia de Putin inició sus campañas contra los "genocidios" en las tierras caucásicas, invadiendo parte de Georgia. Se proclama que "el territorio canónico de la Iglesia ortodoxa rusa comprende 16 países, y tiene parroquias en otros 87 Estados, de modo que la Iglesia rusa hoy está presente en 103 países del mundo". De 159 eparquías en 2009 se ha pasado a 325 en la actualidad, sumando los tres grandes exarcados del "lejano extranjero" en Europa occidental, el sudeste asiático y África, para un total de 62 metrópolis y 400 obispos, el doble que hace 15 años, y un aumento de sacerdotes de 30 mil a más de 40 mil. Por no hablar de los monasterios, que ya son más de mil en todo el mundo.

La Iglesia de Kirill es el alma de la Rusia de Putin y de Lukashenko, de la "verdadera Ucrania" que vuelve a los orígenes de la Rus', de los continentes "rusificados" ya no sólo por la lengua y la política, sino por el rechazo del "genocidio", no del pasado real, sino de un futuro imaginario; un ícono sagrado que se pintará a imagen y semejanza de aquel que sea su amo y exarca.

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