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Irak, arena y salinidad: el cambio climático amenaza el patrimonio arqueológico

Los expertos afirman que el país "sufre más que otros y adopta menos medidas" para contrarrestar el fenómeno. Hasta el 90% de los yacimientos del sur corren peligro en los próximos 10 años. Los inviernos secos y los veranos cada vez más calurosos aceleran la evaporación y sólo quedan las sales, altamente corrosivas. Pastores y agricultores emigran a las ciudades.

Bagdad (AsiaNews) - Yacimientos arqueológicos milenarios expuestos a graves daños causados por el cambio climático, como tormentas de arena cada vez más intensas y aumento de la salinidad. Todo ello en una nación que "sufre más que otras y trabaja menos" para contrarrestar el fenómeno. Esta es la alerta que lanzó el arqueólogo iraquí Aqil al-Mansrawi, según el cual "en los próximos 10 años, la arena podría haber cubierto entre el 80% y el 90% de los yacimientos arqueológicos" del sur del país. Desde lo alto de un montículo de arena que cubre un templo, el experto expresó su preocupación por Umm al-Aqarib, una de las ciudades sumerias más importantes del sur de Mesopotamia, con 4.000 años de historia a sus espaldas.

Umm al-Aqrab, con una serie de templos entre los que se encuentra el del dios sumerio Sharaa, ocupa una zona desértica de 5 kilómetros cuadrados en el sur de Irak. Alcanzó su máximo esplendor en 2350 a.C., pero hoy está amenazado y en peligro de desaparecer debido a los efectos indirectos del cambio climático, así como a los frecuentes saqueos, como es el caso de otros yacimientos que carecen de protección adecuada. Más de 10 tormentas de arena azotaron el país el año pasado, con efectos tangibles como en el yacimiento en cuestión, que ahora está cubierto en su mayor parte. Las futuras misiones arqueológicas tendrán que hacer más" para limpiar el suelo "antes de iniciar las excavaciones", señaló Al-Mansrawi.

Irak, que se extiende a lo largo de lo que antes se conocía como la antigua Media Luna Fértil, una tierra bañada por el Tigris y el Éufrates y rica en recursos, es hoy un espejo emblemático de la crisis medioambiental que azota el planeta. Desde el aumento de las temperaturas hasta la sequía de las reservas, pasando por las tormentas de arena -que también son una emergencia sanitaria-, los problemas se acumulan con intensidad creciente y acaban afectando no sólo a las personas, sino también al patrimonio cultural.

Un aspecto que también preocupa a la Iglesia, al punto de que desde su época de arzobispo de Kirkuk el Patriarca de Bagdad de los Caldeos, el card. Louis Raphael Sako, ha denunciado los riesgos que corre el patrimonio cultural. Un bien que el cardenal definió como "universal" y que hay que salvaguardar, como la arqueología, que por sí sola vale "más que el petróleo". Una tarea que corresponde a todos los ciudadanos y que recordó en 2016 en la “Conferencia Internacional para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural en Zonas Escenario de Conflicto” en Dubái (EAU), que reunió a jefes de Estado y de Gobierno, académicos, líderes religiosos islamo-cristianos, activistas y expertos en historia, arqueología y cultura.

Jaafar Al-Jawthari, profesor de arqueología de la Universidad de Al-Qadisiyah, afirmó que los vientos están "cargados de polvo y arrastran impurezas de la tierra", lo que provoca "la erosión de edificios antiguos". El problema radica en los inviernos más secos y los veranos cada vez más calurosos, con temperaturas que superan los 50 grados, lo que acaba "debilitando y fragmentando el suelo por la falta de cobertura de vegetación". El otro factor es la salinidad, segundo enemigo de los yacimientos, cuya causa es el entorno "muy seco", según Mark Al-Taweel, profesor de arqueología de Medio Oriente en la Universidad UCL de Londres. “El agua se evapora muy rápidamente, lo único que queda son las sales" que, acumuladas en cantidad, "corroen todo", señaló el experto..

Irak es uno de los cinco países más afectados por algunos de los efectos tangibles del cambio climático, entre los que destacan los largos periodos de sequía, según informes de la ONU. Aunque la emergencia está relacionada en gran medida con la falta de lluvias, las autoridades del país condenan la construcción de diques en las fuentes de los dos ríos por parte de sus vecinos, Turquía e Irán. Esta política, según Bagdad, es un factor "preponderante" para "limitar" el flujo de agua. Al-Jawthari afirma que la nación tiene la "peor gestión del agua" y que los agricultores siguen dependiendo demasiado del riego por inmersión, que consume enormes cantidades de líquido y causa grandes pérdidas. La escasez hídrica empuja poco a poco a agricultores y pastores a emigrar a las ciudades para sobrevivir. Como consecuencia, explicó Al-Jawthari, "después de que los agricultores abandonan sus tierras, el suelo se vuelve aún más vulnerable a los vientos". El ex Presidente de la República Barham Salih ya dio la voz de alarma en 2021, cuando señaló que "el 39% de las tierras iraquíes estaban afectadas por la desertización", un porcentaje que probablemente aumentará en un futuro próximo.

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