13/12/2022, 15.14
PUERTA DE ORIENTE
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Las tres crisis dentro de las revueltas en Irán

de Alessandra De Poli

Riccardo Redaelli, director de la maestría en Estudios de Oriente Medio de la Universidad Católica de Milán, se refirió a las protestas de los jóvenes iraníes: "son el resultado de una progresiva degeneración económica, social y política. Una parte del régimen es consciente de que hay que hacer concesiones para evitar un baño de sangre. Al mismo tiempo, los manifestantes no tienen un modelo alternativo en caso de que caiga el régimen".

 

Milán (AsiaNews)- “Las protestas y levantamientos que estamos presenciando en Irán no son una nueva revolución, sino el resultado de tres crisis: económica, social y política", explica el Prof. Riccardo Redaelli, docente de geopolítica e historia de Oriente Medio y director de la maestría en Middle East Stuides en la Escuela Superior de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán. “La clase media, que jugó un papel fundamental en la revolución jomeinista de 1979 que puso fin a la monarquía del Shah Pahlavi, se ha empobrecido muchísimo. Los jóvenes están cansados ​​de que la teocracia iraní se entrometa en la vida cotidiana. Mientras que la oposición interna al sistema, que hasta las últimas elecciones estaba de alguna manera presente, ha quedado marginada”.

Esto desembocó en las manifestaciones en las calles que estallaron a mediados de septiembre tras la muerte por maltrato de Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años encarcelada y golpeada por la policía moral por no llevar el velo correctamente colocado. El régimen teocrático respondió a las protestas con encarcelamientos y ejecuciones sumarias de jóvenes manifestantes acusados ​​de moharebeh, "enemistad contra Dios". Sin embargo, están dadas las condiciones para que el conflicto se agrave aún más. El problema, en todo caso, es que la oposición no tiene un modelo alternativo al régimen teocrático de la República Islámica.

Expertos y comentaristas han subrayado en repetidas ocasiones la singularidad de estas manifestaciones en las que confluyen diferentes grupos sociales y étnicos (persas, kurdos, baloch, minorías tayikas, azeríes, etc.). Con las huelgas, los bazares (comerciantes) están dando su apoyo a los jóvenes, pero es difícil comprender hasta qué punto se ha extendido este apoyo. Con las debidas diferencias, la clase media “ya se encuentra en serias dificultades y no quiere acabar como Irak y Siria”, es decir, Estados económicamente en quiebra donde las milicias locales están al mando. Para ellos otorgar pleno apoyo a las protestas significaría “dar un salto al vacío, pero estamos hablando de una clase media tradicionalmente poco aventurera”, explica Redaelli.

“Los jóvenes están hartos”, prosigue el docente, “pero no tienen una alternativa válida que proponer en caso de caída del régimen”. El hecho más importante que hay que destacar es que “los jóvenes y las jóvenes iraníes de hoy se declaran antimusulmanes. Cada vez hay más jóvenes que se convierten en secreto o usan el símbolo zoroástrico. El clero politizado de Irán ha provocado esta reacción violenta contra el Islam en un país donde la religión siempre ha sido fundamental”.

El sistema de gobierno de la República Islámica que nació tras el derrocamiento de la monarquía en 1979 es dual: el presidente y el Parlamento, elegidos por la población, son supervisados ​​por el guía supremo y por el Consejo de guardianes, formado por clérigos y juristas musulmanes chiítas que, para proteger el carácter islámico de Irán, pueden descalificar candidatos en las elecciones. Sin embargo este equilibrio entre el poder político y religioso se ha mantenido durante años porque el presidente de la república ha sido muchas veces un representante de las instancias moderadas.

“Hasta 2019 -continúa el profesor- había líderes que querían reformar el sistema (llamado nizam), no destruirlo. Pero los reformistas y los moderados han quedado marginados tras los últimos intentos de liberalización. Esto ha hecho más compacto el sistema de poder, pero también lo ha vuelto mucho más vulnerable. Estas protestas son más radicales que las anteriores porque no solo surgen de instancias diferentes sino que tampoco tienen un líder”. Y así se ha llegado a un enfrentamiento directo entre manifestantes y defensores del régimen.

“Pero también hay divisiones dentro de la cúpula del poder político. Muchos no están de acuerdo con esta deriva extremista. Aunque los medios del régimen vociferan que lo que hace falta es una represión total, algunos políticos son conscientes de la imposibilidad de un baño de sangre y hay un profundo desacuerdo, especialmente a nivel religioso. Ese es el origen de las señales de apertura que se han visto”, como el anuncio de la reforma de la policía moral. Pero para la población iraní ya no son suficientes y, por el contrario, son solo un síntoma de división.

Incluso el guía supremo Ali Khamenei se encuentra en una encrucijada: “Es por él que nunca se ha podido hacer concesiones culturales, sobre el velo, el odio a Israel o la apertura a Occidente, porque teme que todo se venga abajo. Si se suprimen estos símbolos, la República Islámica dejaría de existir, porque en todo este tiempo tampoco se ha logrado ninguno de los objetivos que se prometieron en 1979”, explica el profesor. “Por otro lado, sin embargo, el ayatolá tampoco quiere un baño de sangre porque no quiere ser recordado como el sha”, el último monarca.

De hecho, la represión podría haber sido más brutal: "Hasta ahora, los pasdaran (los guardianes de la revolución islámica jomeinista, que detentan el monopolio de la fuerza y ​​el poder económico) no se han desplegado por completo, se les ha puesto freno". Baste decir que durante las últimas protestas de 2019 se registraron tres veces más muertos que hasta ahora, alrededor de 500 con más de 18.000 arrestos. Pero hace tres años la represión se centraba en las minorías étnicas y los que se manifestaban por el alto costo de la vida. “Hoy, en cambio, los soldados iraníes disparan contra niños de 13 o 14 años. Eso significa que creen firmemente que es necesario defender el régimen”.

Además, en 1979 los soldados reclutados habían retirado su apoyo a Pahlavi, y es también por eso que, según el profesor, no se puede hablar de revolución; por lo menos todavía. “El régimen está decretando su fin a largo plazo, porque no puede haber futuro para un país que mata a sus nuevas generaciones. Al mismo tiempo, lo que se preguntan los políticos iraníes es: '¿Qué concesiones podemos hacer sin decretar el fin de la República Islámica?'". Una pregunta que hasta ahora no ha tenido respuesta.

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