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León XIV: 'El hambre no es un destino. Que no se vuelvan a usar los alimentos como arma de guerra'

La intervención del pontífice en la Asamblea General de la FAO para la celebración de los 80 años del organismo de la ONU que se ocupa de la agricultura y la alimentación. “Los eslóganes no sacan de la miseria. Es urgente superar el pragmatismo vigente que reemplaza a la persona por el beneficio”. Un llamado a cada persona: “El que padece hambre no es un extraño. Es mi hermano y debo ayudarlo sin demora”.

 

Roma (AsiaNews) - “El hambre no es el destino del hombre sino su perdición. No nos detengamos pensando que el hambre es sólo un problema que resolver. Es mucho más. Es un clamor que sube al cielo y que exige respuesta veloz de cada nación, de cada organismo internacional, de cada instancia regional, local o privada. Nadie puede quedar al margen de luchar denodadamente contra el hambre. Esa batalla es de todos”.

León XIV llevó esta mañana a Roma el clamor de los pobres y de las víctimas de los conflictos en su intervención en el palacio de la FAO – el organismo de la ONU que desde hace 80 años se ocupa de la agricultura y la alimentación – durante la Asamblea que reúne a representantes de países de todo el mundo. Fue un discurso muy fuerte, en el que el pontífice reclamó al mundo de la política y de la economía su responsabilidad ante este drama. Pero también recordó que el hambre es un problema que interpela a cada persona individualmente: “El que padece hambre no es un extraño. Es mi hermano y debo ayudarlo sin demora”.

Habló ante una Asamblea que desde hace años repite constantemente la alarma de que el objetivo del Hambre Cero, ambiciosamente fijado por la ONU para 2030, está cada vez más lejos de ser logrado. Pero debemos preguntarnos – comentó León XIV – si existe una voluntad real de alcanzarlo o sólo se trata de declaraciones solemnes. Citó las cifras del último informe de la FAO que hablan de 673 millones de personas en todo el mundo que se van a dormir sin comer y otros 2.300 millones que no pueden permitirse una alimentación adecuada. “Detrás de cada uno de esos números hay una vida truncada, una comunidad vulnerable; hay madres que no pueden alimentar a sus hijos”, explicó el Papa. Precisamente los datos sobre el hambre infantil son “la señal evidente de una insensibilidad imperante, de una economía sin alma, de un cuestionable modelo de desarrollo y de un sistema de distribución de recursos injusto e insostenible. En un tiempo en el que la ciencia ha alargado la esperanza de vida, la tecnología ha acercado continentes y el conocimiento ha abierto horizontes antes inimaginables, permitir que millones de seres humanos vivan —y mueran— golpeados por el hambre es un fracaso colectivo, un extravío ético, una culpa histórica”.

El Pontífice denunció sobre todo con claridad un tema que hoy está a la vista de todos: el vínculo entre el hambre y la guerra, con el “resurgimiento del uso de los alimentos como arma de guerra, contradiciendo todo el trabajo de sensibilización que ha llevado adelante la FAO durante estas ocho décadas”. Recordó que “el hambre deliberada es un crimen de guerra” y que incluso el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas también lo condenó en 2018 en una resolución específica. Pero “todo esto parece haber sido olvidado - comentó -, pues, con dolor, somos testigos del uso continuo de esa estrategia cruel, que condena a hombres, mujeres y niños al hambre, negándoles el derecho más elemental: el derecho a la vida. Sin embargo, el silencio de quienes mueren de hambre grita en la conciencia de todos, aunque a menudo sea ignorado, acallado o tergiversado”.

Denunció también el “funesto letargo en el que con frecuencia estamos sumidos. El mundo no puede seguir asistiendo a espectáculos tan macabros como los que están en curso en numerosas regiones de la tierra. Hay que ponerles fin lo antes posible”, advirtió Prevost. Y arremetió contra “los responsables políticos y sociales” que siguen “estando polarizados, gastando tiempo y recursos en discusiones inútiles y virulentas, mientras aquellos a quienes deberían de servir continúan olvidados y utilizados en aras de intereses partidistas”. “Los eslóganes no sacan de la miseria - denunció -. Es urgente superar un paradigma político tan enconado, basándonos en una visión ética que prevalezca sobre el pragmatismo vigente que reemplaza a la persona con el beneficio. No basta con invocar la solidaridad: debemos garantizar la seguridad alimentaria, el acceso a los recursos y el desarrollo rural sostenible”.

Señaló la necesidad de valorizar el papel esencial de las mujeres en la lucha contra el hambre. “Las mujeres son las primeras en velar por el pan que falta - recordó -, en sembrar esperanza en los surcos de la tierra, en amasar el futuro con las manos encallecidas por el esfuerzo. En cada rincón del mundo, la mujer es silenciosa arquitecta de la supervivencia, custodia metódica de la creación. Reconocer y valorar su papel no es sólo cuestión de justicia, es garantía de una alimentación más humana y más duradera”.

Con respecto al tema de la relación entre multilateralismo y cooperación internacional, León XIV explicó que “no se trata sólo de individuar estrategias o realizar prolijos diagnósticos. Lo que los países más pobres aguardan con esperanza es que se oiga sin filtros su voz, que se conozcan realmente sus carencias y se les ofrezca una oportunidad, de modo que se cuente con ellos a la hora de solucionar sus verdaderos problemas, sin imponerles soluciones fabricadas en lejanos despachos, en reuniones dominadas por ideologías que ignoran frecuentemente culturas ancestrales, tradiciones religiosas o costumbres muy arraigadas en la sabiduría de los mayores”.

“Los rostros hambrientos de tantas personas que todavía sufren - añadió - nos interpelan y nos invitan a reexaminar nuestro estilo de vida, nuestras prioridades y en general nuestra forma de vivir en el mundo de hoy. ¿Cómo podemos no recordar a todos aquellos que están condenados a la muerte y al sufrimiento en Ucrania, Gaza, Haití, Afganistán, Mali, República Centroafricana, Yemen y Sudán del Sur, por citar solo algunos lugares del planeta donde la pobreza se ha convertido en el pan de cada día de tantos hermanos y hermanas nuestros? La comunidad internacional no puede dar la espalda. Debemos hacer nuestro su sufrimiento. No podemos aspirar a una vida social más justa si no estamos dispuestos a liberarnos de la apatía que justifica el hambre como si fuera una música de fondo a la que nos hemos acostumbrado, un problema imposible de resolver o simplemente la responsabilidad de otros. No podemos pedir a los demás que actúen si nosotros mismos no respetamos nuestros compromisos”.

Concluyó recordando que el hambre “tiene muchos nombres” y que también existe “un hambre de fe, de esperanza y de amor que debe canalizarse hacia la respuesta integral que estamos llamados a dar juntos”. “No se cansen de pedirle hoy a Dios el valor y la energía para seguir trabajando por una justicia que produzca resultados duraderos y beneficiosos”.

 

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