14/10/2016, 11.44
SIRIA - VATICANO
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Mons. Audo: Incluso en Alepo devastada, surge un monumento a la misericordia

El arzobispo caldeo cuenta acerca de un proyecto para un centro de acogida para ancianos, inspirado por el Papa Francisco. Un lugar de encuentro y de asistencia para las víctimas de la pobreza y del conflicto. La Iglesia local garantiza becas de estudio para 6.000 estudiantes, para ayudar a las familias de un modo “constante y discreto”. Consecuencias “dramáticas” de la desaparición de los cristianos en Oriente Medio, pero Occidente se muestra indiferente a ello.

 Alepo (AsiaNews) – En un contexto de guerra y violencia, de familias destrozadas y de jóvenes en busca de una existencia mejor en el exterior, los que siguen estando “al margen de la sociedad” son “los ancianos que no pueden huir” y que siguen ligados “a los recuerdos de toda una vida”. Por eso, a nivel diocesano, “quisimos tomar la invitación del Papa Francisco” y en este Jubileo de la Misericordia que ya está terminando, hemos pensado en “un recuerdo, un monumento”, que ha sido pensado, justamente, “para la tercera edad”. Es lo que le cuenta Mons. Antoine Audo, arzobispo caldeo de Alepo, a AsiaNews, al describir el “recuerdo viviente” que la diócesis quiere dejar al concluirse el Año santo, para “aplicar de un modo concreto el reclamo a la caridad”.

“Estamos tratando de adquirir un apartamento –explica el prelado- en planta baja, con acceso a la calle, para facilitar el ingreso de los ancianos”. Una hogar de acogida “nacido siguiendo el reclamo y el ejemplo del Papa en Roma” y que sea verdaderamente “un testimonio de misericordia” en esta tierra “amada y martirizada”. Un lugar, agrega, donde los ancianos que estén “más o menos solos y abandonados” puedan “darse una ducha, tomar un café, tratarse o compartir su tiempo con otros”.

Un gesto “que hago a nombre de toda la diócesis”, subraya Mons. Audo, para relanzar el valor de la educación, de la acogida, del bien común, para decir a quienes ya no son tan jóvenes “que no están solos” y que “hay una Iglesia que los abraza”. En este momento, agrega, estamos “en buenas tratativas” para hacernos de un estructura “que ya hemos individualizado” en la ciudad. “Tengo las ideas claras –prosigue- y ya tengo los fondos a disposición para adquirirla, unidos a la contribución voluntaria de expertos y abogados”.

El “primer paso” ya se cumplió, y en un futuro próximo él no excluye la hipótesis de pedir ayuda y apoyo al exterior, a los fieles de Occidente y del mundo, para brindar ulteriores servicios y oportunidades a los ancianos. “Un centro que será levantado en un barrio de mayoría cristiana – prosigue Mons. Audo- pero que no excluye la posibilidad de acoger también a musulmanes, si bien habrá que buscar la modalidad justa para hacerlo. En un respeto por la respectivas exigencias y peculiaridades”.

Además del “monumento a la misericordia”, la Iglesia siria –y particularmente la de Alepo- en los últimos cinco años de conflicto ha promovido diversas iniciativas en favor de la población.  “Entre las prioridades –cuenta Mons. Audo- están la atención médica para los enfermos, la cual tiene un costo sumamente elevado. Son muchos los necesitados que acuden a nosotros en busca de ayuda”. Y además, el derecho a educación para los niños y jóvenes” que tienen que poder ir a la escuela” a pesar de la guerra.

Y justamente en el tema de la educación, la Iglesia caldea ha promovido una iniciativa que involucra a los estudiantes de 10 escuelas católicas a través de becas, especialmente para jóvenes que provienen de familias pobres. "Este es un aspecto crítico - dice el prelado - y está ligado doblemente a la crisis provocada por la guerra. Muchas familias, alguna vez de la clase media, no ricas pero con bienestar, están ahora en la miseria y no pueden tampoco escapar. Aunque no desean renunciar a la idea de que sus hijos estudien, no pueden hacer frente a la línea y al mismo tiempo son reacios por dignidad y orgullo a aceptar limosnas".

Es por eso que los líderes de la diócesis acordaron establecer becas gracias a la cual, subraya Mons. Audo, "podemos garantizar una educación a los jóvenes, sin humillar o herir en el orgullo a las familias". Una ayuda "constante y discreta", dice, que sirve para "mitigar, al menos en parte, los efectos de la guerra y el empobrecimiento general. De esta forma garantizamos al menos a 6 mil chicos y chicas, niños y niñas, el derecho a la educación".

Para ello se combinan entonces el eclesiástico "de una asistencia psicológica" programas para aliviar "el trauma del conflicto" y "formación" dirigido a "los educadores que tienen que operar con menos traumatizado". "Iniciativas - dijo el prelado - que ven en el campo, Cáritas y muchas organizaciones humanitarias que desempeñan un trabajo excepcional que proporciona la educación en común incluso la comida, medicamentos, dinero para pagar el alquiler, las necesidades básicas". El drama de la guerra, añade, "ha involucrado a todo el pueblo y todas las familias que cuenta la muerte, la destrucción, el sufrimiento. La violencia y la destrucción no son la prerrogativa de un sector, el este o el oeste, que se refiere a Alepo en toda su complejidad ".

Diferente, sin embargo, la discusión sobre el resto de Siria, donde hay situaciones muy diferentes entre ellos. "Alepo es la situación más difícil - confirma el prelado -, mientras que en la costa, en Tartus y Latakia y el Valle de los cristianos no son constantes los peligros de muerte. Y además también Damasco, donde las condiciones son menos severos que en Alepo, aunque de vez en cuando caen las bombas y las batallas se producen en algunos barrios. Homs está en calma, porque el ejército ha tomado el control de la situación. Y luego la provincia de Hassaké, donde el desarrollo de la situación está relacionada con un acuerdo entre kurdos  [y potencias que los apoyan] y militares sirios. En el terreno hay cientos de grupos armados, muchos de los cuales tienen el único objetivo de destruir Siria".

"Frente a esta tragedia, nosotros los cristianos - dijo el prelado - sólo tenemos la oración y la búsqueda de valores más profundos de la fe. Nuestra presencia, para Siria y Oriente Medio, es una fuente de riqueza, porque con el tiempo hemos podido integrar y reflexionar, hablar, resistir la confrontación con los musulmanes. Una desaparición nuestra de la región tendría consecuencias dramáticas y es triste observar la indiferencia de los cristianos occidentales, que no se dan cuenta de la gravedad de esta pérdida". (DS)

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