08/09/2022, 14.19
EAU-YEMEN
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Monseñor Martinelli: hermanas de Adén, la semilla de la Madre Teresa que sigue viva en la tierra de Arabia

de mons. Paolo Martinelli *

En una reflexión que envió a AsiaNews con motivo del 25° aniversario de la muerte de la fundadora de las Misioneras de la Caridad, Mons. Martinelli recuerda a las religiosas asesinadas en Adén en 2016 por un comando yihadista. Con su vida y con su muerte dieron testimonio "del amor y la presencia de Cristo". Hoy Yemen sigue marcado por "la guerra y el sufrimiento, especialmente de los niños". Las hermanas "se quedaron" para continuar la obra en favor de los "pobres y discapacitados".

 

Abu Dhabi (AsiaNews) - La "dedicación" de las Misioneras de la Caridad en la tierra de Arabia hunde sus "raíces" en el carisma de la Madre Teresa, hasta el sacrificio extremo de las hermanas de Adén que "a través de su vida y hasta la muerte" dieron testimonio "del amor y la presencia de Cristo que sigue dando la vida por todos". En esta reflexión que envió a AsiaNews Mons. Paolo Martinelli con motivo del 25° aniversario de la muerte de Madre Teresa, el prelado recuerda la tragedia que vivieron las religiosas en Yemen el 4 de marzo de 2016, cuando su hogar para ancianos y necesitados fue atacado por un grupo yihadista. En el ataque mataron a cuatro religiosas (Sor Anselma, Sor Judith, Sor Margarita y Sor Reginette) y otras 12 personas “por motivos religiosos”, y secuestraron al sacerdote salesiano indio Tom Uzhunnalil, que fue liberado más de un año después gracias a la mediación de Omán.

Hace pocos meses el prelado fue designado vicario apostólico de Arabia del Sur (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen) en sustitución de Mons. Paul Hinder, que sigue siendo administrador apostólico del norte de Arabia. Él considera que el hecho de que hoy siga habiendo en Yemen cristianos y religiosas es "un humilde signo de esperanza". “Se quedaron -explica- para continuar la misión de ayudar a los más débiles, a los discapacitados”, según el carisma de la Madre Teresa, que sigue siendo una fuente de “inspiración” para la misión.

A continuación, ofrecemos la reflexión de Mons. Martinelli:

En mi opinión, el valor del testimonio de las Hermanas de Adén crece con el tiempo, aunque de manera silenciosa. Es un verdadero "testimonio". Siempre debemos entender bien esta palabra: no es solo un "buen ejemplo" o la "coherencia" con una idea. El centro no es la persona del testigo, sino Aquel por el cual se vive y se entrega la vida. Benedicto XVI dijo que “nos convertimos en testigos cuando, a través de nuestras acciones, palabras y forma de ser, aparece y se comunica Otro”. En este caso, el testimonio de las hermanas de Adén, a lo largo de su vida y hasta su muerte, nos comunica el amor, la presencia de Cristo que sigue dando la vida por todos. A través de su testimonio aparece el rostro amoroso de Jesús.

Yo creo que el secreto radica en la expresión "ser enviadas": las hermanas de Madre Teresa se llaman "misioneras" de la caridad. Ser misioneros significa ser enviados; no se trata de un compromiso voluntarista, sino saber que uno ha sido elegido y enviado por Jesús a los más pobres. La persona vive su misión no porque tenga éxito, sino porque ha sido enviada y, en este sentido, está libre del resultado. Es una presencia desprovista de toda intención de proselitismo, pero deseosa de servir a cualquiera que lo necesite, desde una perspectiva de clara apertura interreligiosa. Ese servicio está abierto a todos. Por eso el fruto de su sacrificio está asegurado en el misterio del amor de Dios.

El testimonio de estas hermanas alimenta profundamente la vida de la Iglesia y por eso se las recuerda con frecuencia en el vicariato de Arabia del Sur. Personalmente, yo también guardo un recuerdo vívido de su sacrificio y están a menudo en mis oraciones. El testimonio que dieron es indeleble y seguramente traerá frutos de paz para todos, mientras que el recuerdo de su sacrificio nos empuja a vivir cada día nuestra fe con alegría y compromiso.

La situación actual en Yemen sigue marcada por la guerra que se prolonga desde hace muchos años y nosotros también sabemos poco al respecto. Es un conflicto que ha causado el sufrimiento de muchas personas, especialmente de muchos niños. La presencia de los cristianos, y en particular la presencia de las Misioneras de la Caridad, es un humilde signo de esperanza. A pesar de todo lo que había sucedido, las hermanas se quedaron para continuar con su misión de caridad, de ayuda a los más débiles, a los discapacitados. Este es un signo de esperanza humilde y fuerte; su presencia da testimonio de que siempre se puede empezar de nuevo, de que no hay circunstancia en la vida en la que no se pueda amar.

Por último hay que subrayar el origen, el carisma de la Madre Teresa de Calcuta, a la que hoy veneramos como santa y que es una figura espectacular de la vida de la Iglesia. Su sencillez y su dedicación sin cálculos son desarmantes. En su vida se percibe la gratuidad del amor, la entrega sin medida y sin buscar beneficios. Yo tuve la oportunidad de conocerla al comienzo de mi ministerio sacerdotal, cuando iba a menudo a celebrar la Santa Misa a la casa de las Hermanas Misioneras de la Caridad en Baggio (en las afueras de Milán), donde tienen una presencia significativa al servicio de los más pobres. Madre Teresa estaba visitando esa comunidad y recuerdo su humilde determinación de servir a los pobres por amor a Cristo. Quería que todo en la casa de sus hermanas fuera expresión del amor de Cristo por los pobres. Siempre me ha impresionado la profunda conexión que vivían todas las hermanas entre la Eucaristía y la caridad hacia todos. El apostolado de las Misioneras de la caridad en Arabia hunde sus raíces en este carisma que el Espíritu le dio a la Madre Teresa y que ella supo transmitir a sus hermanas.

* Vicario Apostólico de Arabia del Sur (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen)

 

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