'Nuevos mapas de esperanza' para la educación en una carta apostólica de León XIV
El texto fue firmado anoche en la basílica de San Pedro y se dio a conocer hoy en el 60º aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis. León XIV habla de la educación como “tarea de amor”, “una de las expresiones más altas de la caridad cristiana”. Llama a poner en el centro a la persona, frente a un "adiestramiento funcional". La educación católica debe ser “coral” y “humana”, capaz de generar paz y "responsabilidad".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - “Hace falta una educación que involucre la mente, el corazón y las manos; nuevos hábitos, estilos comunitarios, prácticas virtuosas”.
En un encuentro con estudiantes y docentes de las Universidades Pontificias, el Papa León XIV firmó ayer por la tarde, en la basílica de San Pedro, la carta apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza, que se publicó hoy, con ocasión del 60º aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis. En el documento del Vaticano II se reconocía la educación como “derecho inalienable” de toda persona, “abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz”. En su carta, Prevost señala la “sorprendente vigencia” de la misma, a la luz de los “rápidos cambios” del mundo.
El pontífice comienza hablando sobre la Gravissimum educationis - “recordó a la Iglesia que la educación no es una actividad accesoria, sino que conforma la trama misma de la evangelización”, para afirmar el valor de la educación como “tarea de amor”. De hecho, ella ha dado vida a un “firmamento de obras y carismas”. En el Proemio el Papa recuerda la exhortación apostólica Dilexi te y señala que ante “millones de niños” que no tienen acceso a la “escolarización primaria”, y a la “emergencia educativa” provocada por “guerras”, “migraciones” y “desigualdades”, la educación representa una “forma de esperanza” que el mundo necesita. La educación “es una de las expresiones más altas de la caridad cristiana”, afirma en la carta.
Prevost hace un recorrido de la “historia dinámica” de la educación católica, que es “historia del Espíritu en acción”. Comienza en los primeros siglos del cristianismo, cuando esta asumía la forma de “parábolas y apotegmas”. Y luego san Agustín, que definió al “maestro auténtico” como aquel que “despierta el deseo de la verdad, educa en la libertad de leer los signos y escuchar la voz interior”. Después vino el monacato, con su “trabajo silencioso al servicio de la cultura”, hasta llegar a las primeras universidades de nuestros días. León XIV recuerda, entre otras, las experiencias educativas de san José de Calasanz al servicio de los más vulnerables, de san Juan Bautista de La Salle y de san Juan Bosco. Pero también de muchas “mujeres valientes”, como Josefina Bakhita, Maria Montessori, Katharine Drexel y Francisca Cabrini, que “abrieron espacios para las jóvenes, los migrantes y los últimos”.
Prevost describe a continuación algunas características de la educación cristiana. Enprimer lugar, es una “obra coral”, en la cual la comunidad educativa es un “nosotros”. Pero también es una “constelación”, es decir, una “red viva y plural”, que comprende “escuelas parroquiales y colegios, universidades e institutos superiores, centros de formación” y muchas otras instituciones. “Este ‘nosotros’ impide que el agua se estanque en el pantano del ‘siempre se ha hecho así’ y la obliga a fluir, a nutrir, a irrigar”, dice el Papa.
“La universidad y la escuela católica son lugares donde las preguntas no se silencian, y la duda no se destierra sino que se acompaña. El corazón, allí, dialoga con el corazón, y el método es el de la escucha que reconoce al otro como bien, no como una amenaza”, añade. En la carta Diseñar nuevos mapas de esperanza se subraya que el conocimiento debe ser “tanto intelectualmente responsable y riguroso como profundamente humano”. Y reitera, como ya lo hacía Gravissimum educationis, que la familia es la “primera escuela de humanidad”.
“La formación cristiana abarca a toda la persona”, señala el Papa León XIV. Y advierte contra entender la educación como “un adiestramiento funcional o un instrumento económico”, que reducen a la persona a un “perfil de competencias”, o a un “algoritmo previsible”, cuando en realidad cada persona es “un rostro, una historia, una vocación”. “La educación no mide su valor sólo en función de la eficiencia: lo mide en la dignidad, la justicia, la capacidad de servir al bien común”, señala el pontífice en el texto.
Poner a la persona en el centro significa “educar en la clarividencia de Abraham”, añade. Con el fin de “hacer descubrir el sentido de la vida, la dignidad inalienable, la responsabilidad hacia los demás”. Prevost, Papa estadounidense y misionero durante mucho tiempo en Perú, también recuerda en la carta apostólica que se difundió hoy a su “amada” diócesis de Chiclayo. “La formación no se improvisa”, escribe. Y reitera sus propias palabras en la Universidad Católica San Toribio de Mogrovejo dirigiéndose a la comunidad académica: “No se nace profesional; cada recorrido universitario se construye paso a paso, libro a libro, año por año, sacrificio tras sacrificio”. Y añade: “La escuela católica es un ambiente donde fe, cultura y vida se entrelazan”.
Explica luego que la educación cristiana es una “coreografía”, retomando las palabras del Papa Francisco a los estudiantes universitarios con ocasión de la JMJ de Lisboa en 2023. “Formar a la persona ‘toda entera’ significa evitar compartimentos estancos”, añade. En la base de un estilo educativo que “promueve el respeto”, también se encuentra la “contemplación de la Creación”. “Olvidar nuestra humanidad común ha dado origen a fracturas y violencias; y cuando la tierra sufre, los pobres sufren más. La educación católica no puede callar”, dice el Papa Prevost. “La responsabilidad ecológica no se agota en datos técnicos”.
La educación también es fuente de paz, que "no es ausencia de conflicto: es una fuerza mansa que rechaza la violencia. Una educación para la paz ‘desarmada y desarmante’ enseña a deponer las armas de la palabra agresiva y de la mirada que juzga, para aprender el lenguaje de la misericordia y de la justicia reconciliada”, dice el Papa.
Por último, Prevost recuerda nuevamente la “temporada de confianza” que abrió Gravissimum educationis. Una confianza que hoy se mide con los desafíos digitales. “Las tecnologías deben servir a la persona, no reemplazarla”, escribe. Para habitar los nuevos espacios se requiere “creatividad pastoral”. El camino continúa, acompañado por el Pacto Educativo Global del Papa Francisco. “Pido a todas las realidades educativas que inauguren una temporada que hable al corazón de las nuevas generaciones, conciliando conocimiento y sentido, competencia y responsabilidad, fe y vida”. Esta acción debe estar orientada por tres “prioridades”. Vida interior - “los jóvenes piden profundidad” -, digital humano - “la persona antes que el algoritmo” - y paz desarmada y desarmante - “eduquemos en lenguajes no violentos, reconciliación, puentes y no muros”.
10/05/2025 14:10
26/04/2019 12:37
