05/04/2015, 00.00
VATICANO
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Papa: Jesús victorioso alivia el sufrimiento de los hermanos perseguidos a causa de Su nombre y de todos los que sufren injustamente

En el Mensaje Pascua Urbi et Orbi, Francisco recuerda en primer lugar los lugares de persecución (Siria, Irak, Kenia) y la demanda de paz para Tierra Santa, Libia, Yemen, Sudán, Congo, Nigeria, Ucrania. Agradecimiento por el acuerdo de Lausana entre Irán y las potencias mundiales. La comunidad internacional no se queda "inerte". Los cristianos "son los brotes de otra humanidad", dominada por la humildad, el servicio y no el orgullo, la arrogancia, la violencia. El camino de Jesús, "la humildad, que implica la humillación", "no es debilidad, sino de la fuerza real".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Una demanda para Cristo resucitado para que alivie "el sufrimiento de tantos de nuestros hermanos perseguidos a causa de Su nombre" en Siria, Irak, Kenia; una oración por "todos aquellos que injustamente sufren las consecuencias de los conflictos y la violencia en curso"; una petición por la paz en Tierra Santa, Libia, Yemen, Sudán, Congo, Nigeria, Ucrania: son los lugares donde Francisco ha invocado la esperanza de la Iglesia en su Mensaje Pascual Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo): "¡Jesucristo ha resucitado! El amor vence al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha desterrado la oscuridad". En el mensaje también hay algunas frases de agradecimiento por el acuerdo marco alcanzado en Lausana entre Irán y las grandes potencias sobre el programa nuclear de Teherán. Y hay también un llamamiento a la comunidad internacional a "no permanece inerte" delante de todas las tragedias humanitarias.

El pontífice dirigió su mensaje a las 12 de hoy, desde el balcón central de la basílica vaticana, en frente de una gran multitud de fieles - quizás 30-40000 – que, armados con paraguas, hicieron frente a la lluvia que durante todo la mañana ha caído en la ciudad. Antes del mensaje y la bendición solemne, Francisco celebró la Santa Misa en la escalinata de la basílica. Ha sido necesario un paraguas para todas las acciones litúrgicas: las procesiones, incensarios, lectura del evangelio (en latín y griego), Ofertorio, Comunión. Junto con la inundación de sombrillas multicolores, en apoyo de la liturgia, había una decoración floral, era un expansivo regalo de los Países Bajos.

En la Misa, el Papa no ha pronunciado ninguna homilía. Pero el mensaje está lleno de referencias a la importancia de la fiesta: "Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos el camino de la vida y la felicidad: esta calle es la humildad, que implica la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria".

En un mundo orgulloso, que "tiene por objeto establecer a toda costa, el competir, el hacerse valer", "los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado son los brotes de otra humanidad, en la que tratamos de vivir en servicio de los demás, no para ser arrogantes, pero disponibles y respetuosos".

"Esto - añadió - no es debilidad, ¡sino el poder real! Quién lleva en sí el poder de Dios, su amor y su justicia, no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con el poder de la verdad, la belleza y el amor".

Este es el texto completo del mensaje de Pascua Francisco [traducción oficial al español]:

 

Queridos hermanos y hermanas

Jesucristo ha resucitado.

El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.

Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.

Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».

La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.

El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.

Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.

Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo.

Roguemos ante todo por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.

Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.

Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.

Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.

Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.

Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas.

Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).

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