13/11/2016, 13.32
VATICANO
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Papa: fingir no darse cuenta de quien es excluido y descartado es “dar vuelta la cara a Dios”

La celebración del Jubileo de las personas socialmente excluidas en el día en que se cierran la Puertas Santas en el mundo. “El que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Fingir no darse cuenta de quién es excluido o descartado “es dar vuelta la cara a Dios”, que en cambio, “no se detiene en la apariencia, sino que dirige su mirada “hacia el humilde y hacia aquel que tiene el corazón contrito”, “hacia tantos pobres Lázaros de hoy”. No se debe excluir de la vida ni a Dios ni a los otros, “los bienes más preciosos”, que permanecen, mientras que todo el resto pasa, fue la admonición que el Papa Francisco dirigió hoy durante la misa celebrada por el Jubileo de las personas socialmente excluidas.

La última celebración antes de la clausura, el domingo próximo, del Año Santo extraordinario de la Misericordia vio en la basílica de San Pedro a los “descartados”: los sin techo, pobres, vagabundos, personas en cierto modo centrales en la enseñanza del Papa Francisco.

Son aquellos de quienes nos llega la solicitud para reflexionar sobre el hecho de que, dijo en el Ángelus: “las construcciones humanas, aún las más sagradas, son pasajeras y no es necesario poner en ellas nuestra seguridad. ¡Cuántas presuntas certezas en nuestra vida pensábamos fuesen definitivas y luego se revelaron efímeras! ¡Por otro lado, cuántos problemas nos parecen sin salida y luego son superados! Por esto dice: “Miren de no dejarse engañar” y pone en guardia sobre los tantos falsos mesías que habrían de presentarse. Y agrega que no hay que hacerse aterrorizar y desorientar por guerras, revoluciones y calamidades, porque también ellas forman parte de la realidad de este mundo”.

“Quien sigue a Jesús -dijo durante la misa- no presta atención a los profetas de ventura, a las vanidades de los horóscopos, a las prédicas y predicciones que generan miedos, distrayéndonos de lo que realmente cuenta. Entre las tantas voces que se escuchan, el Señor invita a distinguir aquello que de Él viene y lo que viene del espíritu falso. Es importante: distinguir la invitación sabia que Dios nos dirige cada día, del clamor de quién se sirve del nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y miedos. Jesús invita firmemente a no tener miedo frente a los trastornos de cada época, ni siquiera frente a las pruebas más graves e injustas que les suceden a sus discípulos. Él pide perseverar en el bien y poner plena confianza en Dios, que jamás desilusiona. “Ni siquiera un cabello de vuestra cabeza se perderá”. Dios no olvida a sus fieles, su propiedad preciosa, que somos nosotros. Sino que nos interpela hoy sobre el sentido de nuestra existencia”.

“¿Qué queda, qué tiene valor en la vida, cuáles riquezas no se desvanecen? Seguramente dos: el Señor y el prójimo. Éstos son los dos dones más grandes, que hay que amar. Todo el resto- el cielo, la tierra, las cosas más bellas, también esta basílica- pasa; pero no debemos excluir de la vida a Dios ni a los otros”.

“Sin embargo, precisamente hoy, cuando hablamos de exclusión, vienen rápido a la mente personas concretas; no cosas inútiles, sino personas valiosas. La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya oída en los titulares de los telediarios”.

Luego dirigiéndose a las “personas socialmente excluidas”, dijo: “Hoy, queridos hermanos y hermanas, es vuestro Jubileo, y con vuestra presencia nos ayudáis a sintonizar con Dios, para ver lo que él ve: Él no se queda en las apariencias (cf. 1 S 16,7 ), sino que pone sus ojos «en el humilde y abatido» (Is 66.2), en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro que es excluido y rechazado (cf. Lc 16,19-21). Es darle la espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios!”

“Un síntoma de esclerosis espiritual es cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar. Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello. Es una gran injusticia que nos tiene que preocupar, mucho más que el saber cuándo y cómo será el fin del mundo. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien, cuando falta justicia en la casa de todos”.

“Hoy, prosiguió, en las catedrales y santuarios de todo el mundo, se cierran las Puertas de la Misericordia. Pidamos la gracia de no apartar los ojos de Dios que nos mira y del prójimo que nos cuestiona. Abramos nuestros ojos a Dios, purificando la mirada del corazón de las representaciones engañosas y temibles, del dios de la potencia y de los castigos, proyección del orgullo y el temor humano. Miremos con confianza al Dios de la misericordia, con la certeza de que «el amor no pasa nunca» (1 Co 13,8). Renovemos la esperanza en la vida verdadera a la que estamos llamados, la que no pasará y nos aguarda en comunión con el Señor y con los demás, en una alegría que durará para siempre, sin fin”.

De la clausura de las Puertas Santas en las catedrales del mundo el Papa habló también a las sesenta mil personas que estaban en la plaza se san Pedro para recitar el Ángelus.

"Permanecer firmes en el Señor, caminar en la esperanza, trabajar para construir un mundo mejor, no obstante las dificultades y los acontecimientos tristes que marcan la existencia personal y colectiva, es lo que verdaderamente cuenta".

“Es lo que la comunidad cristiana está llamada a hacer para ir al encuentro del “día del Señor”. Precisamente en esta perspectiva queremos colocar el compromiso que nace de estos meses en los cuales hemos vivido con fe el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que hoy se concluye en las Diócesis de todo el mundo con el cierre de las Puertas Santas en las iglesias catedrales. El Año Santo nos ha solicitado, por una parte, a tener fija la mirada hacia el cumplimiento del Reino de Dios, y por otra, a construir el futuro sobre esta tierra, trabajando para evangelizar el presente, para hacerlo un tiempo de salvación para todos”.

“Jesús en el Evangelio nos exhorta a tener bien firme en la mente y en el corazón la certeza que Dios conduce nuestra historia y conoce el fin último de las cosas y de los eventos. Bajo la mirada misericordiosa del Señor se devana la historia en su fluir incierto y en su entrecruce de bien y de mal. Pero todo aquello que sucede está conservado en Él; nuestra vida no se puede perder porque está en sus manos”.

 

 

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