29/10/2019, 14.01
VATICANO
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Papa: la esperanza, una virtud que no se ve, pero que jamás decepciona

“No es fácil vivir en la esperanza, pero yo diría que éste debiera ser el aire que respira un cristiano, aire de esperanza; de lo contrario, no podrá caminar, no podrá seguir adelante porque no sabrá dónde ir. La esperanza – esto sí, es cierto – nos brinda seguridad”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La esperanza es una virtud que no se ve fácilmente, como ocurre con la fe o la caridad; sin embargo, para un cristiano “debiera ser el aire que respira”, es como echar el ancla a la otra orilla y esto “jamás decepciona”. La virtud de la esperanza fue el tema de la homilía de Francisco durante la misa celebrada hoy en la Casa Santa Marta, y el punto de partida fue el pasaje de la Carta a los Romanos (Rm 8,18-25), en el cual Pablo “canta un himno de esperanza”.

Seguramente, observó Francisco, “algunos romanos” fueron a quejarse ante Pablo, y él los exhortó a mirar hacia delante. “"Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros", dice, y luego habla de la creación “que aguarda ansiosamente” la revelación. “Esta es la esperanza, vivir con un ánimo que aguarda la revelación del Señor, que va al encuentro con el Señor”, dijo el Papa. Puede haber sufrimientos y problemas, pero “esto es mañana”, mientras que hoy “tú tienes el anticipo” de esa promesa que es el Espíritu Santo que “nos espera” y “trabaja” ya desde ahora. En efecto, la esperanza es “como echar el ancla a la otra orilla y aferrarse a la cuerda. Pero “no solo nosotros” sino toda la creación “en la esperanza, será liberada”, entrará en la gloria de los hijos de Dios. Y también nosotros, que poseemos las “primicias del Espíritu”, el anticipo, “gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción”.  

“La esperanza es este vivir en tensión, siempre; saber que no podemos hacer nido aquí: la vida del cristiano está en  “tensión hacia”. Si un cristiano pierde esta perspectiva, su vida de vuelve estática; y las cosas que no se mueven, se corrompen. Pensemos en el agua: cuando el agua está quieta, no corre, no se mueve, se corrompe. Si un cristiano no es capaz de vivir en esta disposición, de estar en tensión hacia la otra orilla, le falta algo: terminará siendo corrupto. Para él, la vida cristiana será una doctrina filosófica, la vivirá así, él dirá que es fe; pero sin esperanza no lo es”. 

Franciscó puso de relieve que resulta “difícil entender la esperanza”. Si hablamos de la fe, nos referimos a la “fe en Dios, que nos ha creado; en Jesús, que no ha redimido, y al recitar el Credo, sabemos cosas concretas de la fe”. Si hablamos de la caridad, ésta tiene que ver con “hacer el bien al prójimo, a los demás, tantas obras de caridad que se hacen por otro”. Sin embargo, la esperanza es difícil de comprender; es “la más humilde las virtudes”, que “solo los pobres pueden tener”. “Si queremos ser hombres y mujeres de esperanza, debemos ser pobres, pobres, pobres y no apegarnos a nada. Pobres. Y abiertos hacia la otra orilla. La esperanza es humilde, y es una virtud que se trabaja – por así decir – todos los días: todos los días hay que retomarla, todos los días hay que tomar la cuerda y ver que el ancla está fija allá y que yo la tengo en mano; todos los días es necesario recordar que tenemos el anticipo, que es el Espíritu que trabaja en nosotros, con pequeñas cosas”. 

Jesús nos enseña a entender cómo vivir la esperanza en el pasaje del Evangelio de hoy  (Lc 13,18-21), cuando compara el reino de Dios con un grano de mostaza que es arrojado al campo. “Esperamos que crezca”, no vamos todos los días a ver cómo marcha, porque si hacemos así, “no crecerá jamás”, comentó el Papa, refiriéndose a la “paciencia”, porque, como dice Pablo, “la esperanza requiere paciencia”. Es “la paciencia de saber que nosotros sembramos, pero es Dios quien da el crecimiento”. “La esperanza es artesanal, pequeña”, prosigue, es “sembrar un grano y dejar que sea la tierra la que de el crecimiento”. 

Para hablar de la esperanza, Jesús, en el Evangelio de hoy, usa la imagen de la “levadura” que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina. Una levadura que no se mantiene en el refrigerador, sino que se “amasa en la vida”, así como la semilla es enterrada bajo la tierra. “Por eso, la esperanza es una virtud que no se ve: trabaja desde abajo; nos lleva a mirar por debajo. No es fácil vivir con esperanza, pero yo diría que debiera ser el aire que respira un cristiano, aire de esperanza; de lo contrario, no podrá caminar, no podrá seguir adelante, porque no sabrá dónde ir. La esperanza – esto sí, es cierto – nos da una seguridad: la esperanza no nos decepciona. Jamás. Si tú esperas, no te sentirás decepcionado. Es necesario abrirse a esa promesa del Señor, tendiendo hacia esa promesa, pero sabiendo que está el Espíritu, que trabaja en nosotros. Que el Señor nos dé, a todos nosotros, esta gracia de vivir en tensión; en tensión, pero no por los nervios, los problemas, no: en tensión por el Espíritu Santo, que nos arroja a la otra orilla y nos mantiene con esperanza”. 

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