04/09/2023, 14.04
MONGOLIA-VATICANO
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Papa: la salud y la educación, no las armas, miden el progreso de una nación

Antes de partir de Ulán Bator, el pontífice bendijo la Casa de la Misericordia, donde la pequeña Iglesia de Mongolia acoge a los descartados. La inauguración de este signo que quedará del histórico viaje de estos días fue la oportunidad para "desmentir algunos mitos" sobre la caridad. "Los cristianos no hacen obras de promoción social por proselitismo, sino porque sólo el amor vence el egoísmo y hace que el mundo avance".

 

Ulán Bator (AsiaNews) - “El verdadero progreso de las naciones no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos por cuánto invierten en el ilusorio poder de los armamentos, sino por la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de las personas".

El Papa Francisco ya está regresando de su visita apostólica a Mongolia. Pero antes de abandonar Ulan Bator, quiso enviar desde el país de las estepas un nuevo mensaje al mundo entero sobre quién es grande y quién pequeño cuando se trata de cuidar al otro/ a los demás. Y lo hizo con un gesto que permanecerá en la vida cotidiana de la pequeña Iglesia mongola incluso cuando hayan pasado estos días históricos: la inauguración de la Casa de la Misericordia, un lugar para acoger a los "descartados" de la sociedad: los que no tienen casa (en un país con bajísimas temperaturas en invierno), los pobres, los migrantes.

“La dimensión de la caridad es el fundamento de la identidad de la Iglesia”, explicó el Papa Francisco antes de bendecir las instalaciones. Así lo explican los relatos de los Hechos de los Apóstoles sobre la primera comunidad cristiana, pero también la misma historia del pequeño rebaño católico de Mongolia. "Desde que los primeros misioneros llegaron a Ulán Bator en los años noventa, sintieron inmediatamente la llamada a la caridad, que los llevó a hacerse cargo de la infancia desamparada, de los hermanos y hermanas sin hogar, de los enfermos, de las personas con discapacidades, de los presos y de quienes, en su situación de sufrimiento, pedían ser acogidos".

Fue el propio gobierno mongol - además - el que pidió la ayuda de los misioneros católicos para hacer frente a las numerosas emergencias sociales del país que salía del régimen comunista. Junto con las numerosas iniciativas que se pusieron en marcha en los últimos años y que continuarán al servicio, la nueva estructura de la Casa de la Misericordia constituye un salto cualitativo para los católicos de Mongolia. En efecto, ya no es expresión de una realidad única, sino que "es la Iglesia particular - subrayó el pontífice - la que lleva a cabo la obra, con la sinergia de todos los elementos misioneros pero con una clara identidad local, como expresión genuina de la Prefectura apostólica en su conjunto".

Y el nombre Casa della Misericordia expresa su vocación. "En estas dos palabras - señaló Francisco - está contenida la definición de la Iglesia, que está llamada a ser un hogar acogedor donde todos pueden experimentar un amor superior, que mueve y conmueve el corazón; el amor tierno y providente del Padre, que nos quiere en su casa como hermanos y hermanas”. Un lugar donde esta pequeña Iglesia que hemos conocido los últimos días quiere dar testimonio de toda esa "gratuidad que - explicó el Papa - aligera el alma, cura las heridas del corazón, acerca a Dios, revela la fuente de la alegría y nos mantiene interiormente jóvenes. En este país lleno de jóvenes, dedicarse al voluntariado puede ser un camino decisivo de crecimiento personal y social”. Y expresó su deseo de que la Casa de la Misericordia se convierta para todos los ciudadanos mongoles en "un 'gimnasio' siempre abierto donde ejercitar sus deseos de bien y entrenar el corazón".

Por último, el Papa Francisco dijo que quería refutar algunos falsos mitos sobre la caridad. El primero es que sólo las personas ricas pueden participar en el voluntariado: "La realidad dice lo contrario - comentó - no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón a ocuparse de los demás". Un segundo mito es que detrás de la obra de promoción social de la Iglesia católica estaría la intención de poner a la gente "de su parte". “No - respondió - la Iglesia no avanza por proselitismo, avanza por atracción. Me gusta imaginar esta Casa de la Misericordia como el lugar donde personas de "credos" diferentes, y también no creyentes, unen los propios esfuerzos a los de los católicos locales para socorrer con compasión a tantos hermanos y hermanas en humanidad". Finalmente, el tercer mito es aquel según el cual en la caridad sólo cuentan los medios económicos. “Ciertamente - explicó - la caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha, capaces de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución”.

“Sólo el amor vence el egoísmo y hace que el mundo avance”, advirtió. Y concluyó recordando la respuesta de la Madre Teresa de Calcuta al periodista que –al verla inclinada sobre un hombre enfermo - le dijo que ni por un millón de dólares haría algo así. “Tampoco yo lo haría por un millón de dólares; ¡lo hago por amor a Dios!” fue la respuesta de la Madre Teresa. Con la misma gratuidad que desde hoy la Casa de la Misericordia quiere transmitir a Ulan Bator.

 

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